El primerísimo actor Joaquín Cordero anda ya por los 85 años. Es todo un señor octogenario (y casi nonagenario). Se dice fácil, ¿verdad? "A mi edad estoy bien", diría entre orondo ¿y resignado? durante una entrevista que recién concedió a propósito de su participación en la telenovela Fuego en la sangre.
"Y sigo haciendo cine", presumió, sin duda en afán de demostrar que continúa en activo y que los años no lo han jubilado de lo que es su trabajo, en donde lo mismo hace papeles chicos que grandes (aunque ya no de extra, como en su juventud).
El actor -del que usted quizá haya visto más de una de sus más de ciento 30 películas dentro del cine mexicano- presume haber llegado a esa edad en las condiciones físicas y mentales en que está porque supo controlar a tiempo los excesos. A ello atribuye la dignidad de su vejez.
Advierte a los jóvenes de hoy que los excesos los cobra la vida, por lo que recomienda contenerse y "cuidarse" para llegar a la vejez con dignidad. Y sería bueno que a quienes se dirige el actor mirarán hacia él, en donde encontrarán a un viejo lleno de vida y de vigor, emprendedor todavía, lúcido y sano.
Y también hacia otros hombres de semejante edad a la de Joaquín Cordero, a quienes sus hábitos y costumbres los llevaran a olvidarse de que el paso de los años los conduciría inexorablemente el envejecimiento (que en el caso de muchos de éstos hasta pudo haber sido prematuro). Desde luego que notarán la diferencia de inmediato.
En el melodrama producido por Salvador Mejía luce "dignamente" envejecido, como fue su plan de vida. En Fuego en la sangre pues, se ve hombre mayor, pero no devastado por el tiempo; viejo, pero no en ancianidad; sin calvicie; casi podría decirse sin arrugas (al menos no acentuada), robusto, erguido.
En opinión personal, para la edad calendárica que tiene -hay que decirlo-, Don Joaquín está bien, como se ufana. Listo, quizá, para rodar una docena más de películas (o, bueno, no tantas, y para participar en más telenovelas, como esa que comentamos nos hace disfrutarlo, todas las noches por la televisión como el abuelo más cuerdo y lúcido de Adela Noriega (Sofía, en dicho melodrama).
"No duele envejecer sino haber perdido la juventud", dijo el señor dejando claro que no le molesta haber envejecido sino haber perdido su juventud, divino tesoro.
Ante lo inevitable en la vida de todo ser humano, la vejez, Don Joaquín se confiesa un viejo joven o viejetud actualizado, que todavía tiene mucho para dar. Por lo que anticipa "todavía hay Joaquín para rato", concluyó.
noreste.com
"Y sigo haciendo cine", presumió, sin duda en afán de demostrar que continúa en activo y que los años no lo han jubilado de lo que es su trabajo, en donde lo mismo hace papeles chicos que grandes (aunque ya no de extra, como en su juventud).
El actor -del que usted quizá haya visto más de una de sus más de ciento 30 películas dentro del cine mexicano- presume haber llegado a esa edad en las condiciones físicas y mentales en que está porque supo controlar a tiempo los excesos. A ello atribuye la dignidad de su vejez.
Advierte a los jóvenes de hoy que los excesos los cobra la vida, por lo que recomienda contenerse y "cuidarse" para llegar a la vejez con dignidad. Y sería bueno que a quienes se dirige el actor mirarán hacia él, en donde encontrarán a un viejo lleno de vida y de vigor, emprendedor todavía, lúcido y sano.
Y también hacia otros hombres de semejante edad a la de Joaquín Cordero, a quienes sus hábitos y costumbres los llevaran a olvidarse de que el paso de los años los conduciría inexorablemente el envejecimiento (que en el caso de muchos de éstos hasta pudo haber sido prematuro). Desde luego que notarán la diferencia de inmediato.
En el melodrama producido por Salvador Mejía luce "dignamente" envejecido, como fue su plan de vida. En Fuego en la sangre pues, se ve hombre mayor, pero no devastado por el tiempo; viejo, pero no en ancianidad; sin calvicie; casi podría decirse sin arrugas (al menos no acentuada), robusto, erguido.
En opinión personal, para la edad calendárica que tiene -hay que decirlo-, Don Joaquín está bien, como se ufana. Listo, quizá, para rodar una docena más de películas (o, bueno, no tantas, y para participar en más telenovelas, como esa que comentamos nos hace disfrutarlo, todas las noches por la televisión como el abuelo más cuerdo y lúcido de Adela Noriega (Sofía, en dicho melodrama).
"No duele envejecer sino haber perdido la juventud", dijo el señor dejando claro que no le molesta haber envejecido sino haber perdido su juventud, divino tesoro.
Ante lo inevitable en la vida de todo ser humano, la vejez, Don Joaquín se confiesa un viejo joven o viejetud actualizado, que todavía tiene mucho para dar. Por lo que anticipa "todavía hay Joaquín para rato", concluyó.
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