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No es fácil cumplir años. El nuestro es un tiempo que privilegia la juventud. Eso de la edad muy bien puede considerarse como tema un tanto cuanto frívolo y, sin embargo, es digno de reflexión el sitio que algunas personas le otorgan a la edad. Hombres y mujeres le hacen la guerra a las arrugas y a las canas. Las cremas, las fajas y el maquillaje buscan disimular el tiempo acumulado. Se venden pastillas, planes de ejercicios, atuendos, dietas, cambios de imagen, tintes, etcétera. No importa cuánto se gaste, si se satura la tarjeta o si es necesario pedir prestado, lo importante es lucir joven. Hoy en día, ser joven o al menos parecerlo se ha convertido en un valor. Si es el caso, políticos, deportistas, ejecutivos, músicos y casi todas las profesiones ostentan la juventud como un importe agregado a su desempeño.


Desafortunadamente, llegar a determinada edad es instalarse en una dinámica particular. Llega el tiempo de asumir el retiro laboral como una posibilidad ya no tan lejana, llega el tiempo de pensar en el sistema de pensiones, en considerar seriamente los servicios de salud, en los de seguridad social y en síntesis, en la calidad de vida que tendremos cuando nos llegue el momento de la jubilación.


Tanto temor se le tiene a la vejez que se han inventado una serie de eufemismos para referirse a esta etapa de la vida. En el discurso político se les llama: "Adultos mayores", "tercera edad", adultos en plenitud", pero la verdad todas estas frases se refieren a los mismo: los viejos. Por otro lado, en un afán democrático de inclusión se ha vuelto un gesto políticamente correcto, el ejercer acciones que pretenden incorporarlos a la vida social. Ser viejo en nuestro país es ser objeto de asistencialismo. Pensiones, festejos y una serie de eventos se organizan en todos los niveles de gobierno y todos ellos con el afán de no reconocer que en muchos casos, vejez es sinónimo de olvido y de abandono.


Por eso, cumplir años es un acercarnos progresivamente a esa etapa en la que las oportunidades laborales se estrechan, en que se nos exige mayor actualización, en la que nos cansamos más pronto que de costumbre y en la que algunos achaques empiezan a manifestarse como signos que nos hablan de lo que inevitablemente habrá de venir.


Finalmente se piensa que a mayor edad, menor productividad y esta circunstancia en un mundo desbordantemente materializado y deshumanizado es una maldición.


A todo esto hay que sumarle los problemas personales y afectivos. Se dice por ejemplo que no hay nada más ridículo que un anciano enamorado. En cuanto al amor de pareja, se comenta, es un asunto exclusivo para jóvenes. De ahí que ante lo inusitado de esta circunstancia, este hecho termina por convertirse en tema de novela. Tenemos, por ejemplo, al caso de la extraordinaria obra de Gabriel García Márquez "El amor en los tiempos del cólera", libro magnífico donde el amor senil es el paradigma de la verdadera pasión y donde se le asume a ésta, como una circunstancia eterna e imperecedera. Ahí, el escritor colombiano logra convertir a la vejez en un hermoso pretexto lírico. El mismo García Márquez tiene otra novela titulada "Memorias de mis putas tristes" que tiene como protagonista a un hombre mayor, obsesionado con una joven prostituta. Otro caso es el de "La tregua", del gran Mario Benedetti, donde el protagonista se encuentra con el amor en la etapa final de su vida. En la música popular quién no recuerda esa famosa canción de José Augusto: "Candilejas", que inicia diciendo "Tú llegaste a mí cuando me voy". Tema que por cierto fue escrito por Charles Chaplin y que fue parte de la banda sonora de la película del mismo nombre. Sin embargo, debemos admitir que la realidad no es tan romántica como lo es en el cine y en la literatura.


Sí, la verdad es que no es fácil cumplir años, sentir que se es un cántaro que acumula tiempo. Aunque decimos a manera de consuelo que "los años nos dan experiencia" y el que los amigos bienintencionados vengan con abrazos y felicitaciones no hace más que recordarnos nuestro sitio y nuestras circunstancias.


Pero si nuestra modernidad privilegia la juventud, también es cierto que se evidencia una contradicción. Por un lado hay que prolongar una apariencia juvenil por el máximo tiempo posible, y por otro, la niñez hay que acortarla. Ni niño, ni joven. Buscamos en cambio la juventud. Ser joven es uno de los ideales del hombre moderno.



¿Qué hacer cuando se llega a los cuarenta? Usted me dirá, amigo lector, que no sé está realmente viejo a esta edad, que se llega a la plenitud de la vida y que en esa etapa es cuando se empieza realmente a vivir, me argumentará el caso de Mick Jagger, quien por su años muy bien podría ser beneficiario de las pensiones que instituyó López Obrador y aún así sigue rockanroleando. Pero la verdad es que no lo sé. El caso es que esta semana que pasó me dio por pensar mucho sobre este tema. Por lo pronto quedémonos con una sola idea que deseo compartir con usted, amigo lector: cumplir años no es fácil. Créamelo. No es fácil escuchar cada día los joviales comentarios de los amigos: -


Mira, a pesar de tus años luces muy bien, hasta pareces un "Rolling Stone". A mí no me queda más que soltarles una cascada de palabrotas.


garua007@hotmail.com

mariogarua.blogspot.com

Aguas

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