Algunos especialistas ya hablan de una “epidemia silenciosa”. El consumo de alcohol después de los 65 años crece de la mano del aumento de la expectativa de vida y aún así el tema sigue siendo tabú en los consultorios. No lo exponen los pacientes. Y, aunque hay excepciones, rara vez lo plantean los médicos.
Así surge de una serie de informes realizados en Europa y Estados Unidos que no sorprenden a los especialistas locales, más allá de que en la región no hay trabajos rigurosos que aborden el tema.
“En la generación que hoy tiene más de 65 años las únicas adicciones que estuvieron presentes fueron la adicción al alcohol y al cigarrillo. Y como el consumo de alcohol es algo naturalizado es probable que esa sea la razón por la que el tema no es llevado, por lo general, por el paciente al consultorio”, opinó la directora de la maestría en Gerontología de la Universidad Isalud, Silvia
Gascón. Asimismo consideró que “por lo general es un tema que no se trata y al que se le resta importancia”.Gascón también destacó que “es un problema que merece ser estudiado, porque generalmente en este tipo de investigación, en los que la población se segmenta por edades, el grupo de mayores de 65 no es incluido”.
En tanto, para el gerontólogo Alejandro Iata, “todo depende del médico. Los médicos antiguos siempre preguntamos si el paciente consume alcohol, ya que se considera un detalle muy importante, y es uno de los ítems que se incluye en la historia clínica”.
Se estima que entre un 2 y un 3 por ciento de las personas que tienen problemas con el alcohol superan los 65 años, mientras que ese indicador se eleva al 5,3 por ciento si se trata de mayores de 60 años.
La pérdida de un ser querido, los problemas de comunicación con sus familiares, el reciente retiro de la vida activa y la poca adaptación a la necesidad de vivir solos son algunos de los disparadores del problema. Mientras tanto, la falta de compromisos sociales y laborales hacen que el adulto mayor beba en secreto, y que existan más dificultades para que la situación salga a la luz.
Los estudios
Un trabajo aparecido recientemente en una revista especializada de Estados Unidos instaló el tema y postuló que los médicos rara vez preguntan a sus pacientes de edad avanzada cuánto beben y con qué frecuencia. Algunos expertos entienden que esto podría suceder por la tendencia a ser reservados en estos aspectos que presentan las personas mayores y la reticencia de algunos médicos a abordar el tema.
La preocupación de los especialistas es que esta situación puede provocar diagnósticos equívocos o interacciones no deseadas entre las bebidas alcohólicas y los medicamentos que los mayores toman.
Con todo, el tema de alcohol y ancianidad también instala dudas debido a la corriente que indica que tomar alcohol moderadamente con las comidas puede mejorar el apetito, la nutrición y reducir el riesgo de varias enfermedades importantes, entre ellas las cardiovasculares y la diabetes, según un trabajo publicado por The Journal of The American Dietetic Association. No obstante, ese informe indica que no se puede generalizar y que el consumo moderado de bebidas alcohólicas también puede ser problemático, ya que al envejecer se produce un aumento de la sensibilidad al alcohol.En este marco, el Instituto Nacional de Alcoholismo y Abuso de Alcohol estadounidense recomienda no tomar más de una bebida alcohólica después de los 65 años, ya que existe el riesgo de que el exceso genere problemas físicos, psicológicos y cognitivos, mayor tendencia a enfermar, trastornos depresivos y menos lazos sociales.
Diario Popular
Así surge de una serie de informes realizados en Europa y Estados Unidos que no sorprenden a los especialistas locales, más allá de que en la región no hay trabajos rigurosos que aborden el tema.
“En la generación que hoy tiene más de 65 años las únicas adicciones que estuvieron presentes fueron la adicción al alcohol y al cigarrillo. Y como el consumo de alcohol es algo naturalizado es probable que esa sea la razón por la que el tema no es llevado, por lo general, por el paciente al consultorio”, opinó la directora de la maestría en Gerontología de la Universidad Isalud, Silvia
Gascón. Asimismo consideró que “por lo general es un tema que no se trata y al que se le resta importancia”.Gascón también destacó que “es un problema que merece ser estudiado, porque generalmente en este tipo de investigación, en los que la población se segmenta por edades, el grupo de mayores de 65 no es incluido”.
En tanto, para el gerontólogo Alejandro Iata, “todo depende del médico. Los médicos antiguos siempre preguntamos si el paciente consume alcohol, ya que se considera un detalle muy importante, y es uno de los ítems que se incluye en la historia clínica”.
Se estima que entre un 2 y un 3 por ciento de las personas que tienen problemas con el alcohol superan los 65 años, mientras que ese indicador se eleva al 5,3 por ciento si se trata de mayores de 60 años.
La pérdida de un ser querido, los problemas de comunicación con sus familiares, el reciente retiro de la vida activa y la poca adaptación a la necesidad de vivir solos son algunos de los disparadores del problema. Mientras tanto, la falta de compromisos sociales y laborales hacen que el adulto mayor beba en secreto, y que existan más dificultades para que la situación salga a la luz.
Los estudios
Un trabajo aparecido recientemente en una revista especializada de Estados Unidos instaló el tema y postuló que los médicos rara vez preguntan a sus pacientes de edad avanzada cuánto beben y con qué frecuencia. Algunos expertos entienden que esto podría suceder por la tendencia a ser reservados en estos aspectos que presentan las personas mayores y la reticencia de algunos médicos a abordar el tema.
La preocupación de los especialistas es que esta situación puede provocar diagnósticos equívocos o interacciones no deseadas entre las bebidas alcohólicas y los medicamentos que los mayores toman.
Con todo, el tema de alcohol y ancianidad también instala dudas debido a la corriente que indica que tomar alcohol moderadamente con las comidas puede mejorar el apetito, la nutrición y reducir el riesgo de varias enfermedades importantes, entre ellas las cardiovasculares y la diabetes, según un trabajo publicado por The Journal of The American Dietetic Association. No obstante, ese informe indica que no se puede generalizar y que el consumo moderado de bebidas alcohólicas también puede ser problemático, ya que al envejecer se produce un aumento de la sensibilidad al alcohol.En este marco, el Instituto Nacional de Alcoholismo y Abuso de Alcohol estadounidense recomienda no tomar más de una bebida alcohólica después de los 65 años, ya que existe el riesgo de que el exceso genere problemas físicos, psicológicos y cognitivos, mayor tendencia a enfermar, trastornos depresivos y menos lazos sociales.
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