'Autorretrato con changuitos' de Frida Kahlo. SASHENKA GUTIÉRREZ (EFE) | ÁNGEL PLASCENCIA
La ‘Fridomanía' ha servido no solo para abrir espacios al arte mexicano y latinoamericano en otros circuitos, sino también para crear un mito a 63 años de su muerte
Hace una semana el Museo de Arte de Dallas, en Texas, quiso batir un récord muy especial. Se cumplía el 110 aniversario del nacimiento de la pintora mexicana, Frida Kahlo (Coyoacán 1907-1954) y quisieron homenajearla invitando a todos los visitantes a que llegaran vestidos como ella solía hacer. Flores en la cabeza, falda larga, un rebozo (mantón) para cubrirse los hombros, joyería recargada y como no, una sola ceja. La convocatoria fue un éxito. Mujeres de todas las edades y orígenes caminaban por las salas del museo disfrazadas como Frida, el personaje, la celebridad, el icono pop que ha llegado a ser un fenómeno de masas reconocido en todos los rincones del mundo. No solo son unas flores, un huipil, el recuerdo de alguno de sus cuadros más famosos como La columna rota, Las dos Fridas, Unos cuantos piquetitos, Lo que el agua me dio o La venadita. La figura de Frida ha trascendido más allá de su propia existencia, convirtiéndose en la imagen de movimientos sociales como el feminismo, la lucha LGBT y de las personas con discapacidad.
A 63 años de su muerte, la Fridomanía, el culto a todo lo que tiene que ver con Frida Kahlo, ha servido no solo para dar a conocer su obra en los museos de medio mundo y abrir espacios al arte mexicano y latinoamericano en otros circuitos, sino también para crear un mito que está a la altura de Picasso, Van Gogh, Dalí y Andy Warhol. Pocas mujeres han conseguido escalar hasta la categoría que ostenta Frida en el arte. Y como sucede con la construcción de un personaje abstraído de su tiempo y de su contexto, se tiende a situar a la mexicana en una ficción que en ocasiones se aleja de la realidad que fue su vida. "Ella fue muy precisa en crearnos una imagen", cuenta Martha Zamora, autora de Frida: el pincel de la angustia, una de las biografías más completas sobre la artista. "Era una mujer muy inclinada hacia la estética y muy consciente de su personalidad y de cómo quería que la vieras", relata.
Su existencia enigmática y rupturista, rodeada de dolor y sufrimiento -tanto físico como emocional- se mezcla con el recuerdo de aquellos que la conocieron como una mujer alegre, llena de vida, entregada a los placeres de lo cotidiano, autora de algunas de las frases más explotadas de la mercadotecnia actual: "Pies para qué los quiero, si tengo alas pá volar", "Árbol de la esperanza matente firme" o "Viva la vida", son algunas de las palabras más reproducidas de la artista. ¿Hasta dónde llega la Frida Kahlo real y hasta donde el mito, el hashtag, la rock star?
Según Martha Zamora, "Los grandes museos no reciben a mitos, no reciben a leyendas, reciben a grandes artistas y hacen cola por tener una exposición de Frida Kahlo", aunque admite que más allá del arte, Frida también dejó una huella estética imborrable de la que se sentiría profundamente orgullosa: "Me la imagino yendo al mercado, encontrándose que hay bolsas, aretes y camisetas con su cara... sería feliz", comenta Zamora. La iconización de la pintora no comienza en México, se produce con la migración de los latinoamericanos a Estados Unidos. Fueron ellos los que recuperaron la imagen de Frida Kahlo tanto o más que la de la Virgen de Guadalupe como una conexión con las raíces. Después los movimientos feministas se encargaron de darle un significado nuevo a su existencia, reapropiándose de ella como una mujer libre, fuerte, fuera de la norma que vivió su sexualidad de manera abierta y diversa.
Como en el cuadro de Las dos Fridas, la mujer real y el personaje se dan la mano, hasta ser un reflejo la una de la otra pero con marcadas diferencias. Esta dualidad también está relacionada con la construcción de un personaje que desde muy temprana edad empezó a crear la pequeña Frida y que Martha Zamora refleja así: "Frida era una narcisista de primera (...) Parte es el mito y parte es la realidad, algo que es muy difícil para los investigadores que estudiamos su vida porque hay que separar lo que ella te dice, lo que ella cuenta y lo que es la realidad. La columna por ejemplo, nunca se le rompió, pese al cuadro de La columna rota. Ella padecía escoliosis. Tampoco tuvo poliomielitis, aunque lo dijera en varias ocasiones", explica.
La imagen de Frida ha sido estampada en una extensa variedad de productos: camisetas, muñecas, vasos tequileros, postales, libretas, bolsos, joyería, delantales... hay hasta una línea de cosméticos y un libro de recetas. La cara de la pintora más famosa es administrada por un fideicomiso que controla todos los productos de una de las marcas más redituables de esta nueva cultura que mueve millones de dólares al año. "La Frida del capitalismo es un síntoma. Más que el capitalismo nos ofrezca acercarnos a ella es un síntoma", apunta Sandra Barba, crítica de arte feminista.
"[La mercadotecnia] se ha apoderado de su figura, de su vida, su obra con afán lucrativo, pura y simplemente", comenta la académica Eli Bartra.
El País
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