La RAE define distopía como una representación ficticia de una sociedad futura que produce efectos negativos en los seres humanos.
Pero la distopía que están viviendo los ciudadanos de Shanghái es muy real y muy presente.
El Gobierno chino lleva más de tres semanas implementando lo que llama su plan de “cero casos covid” desde que se detectó un nuevo brote a finales de marzo.
Esto significa restricciones draconianas para la mayor parte de sus 25 millones de habitantes, que de facto no pueden salir de sus casas, y cualquier suministro que necesiten, desde comida a medicinas básicas, deben pedirlo a domicilio.
Al estrés psicológico de no salir durante semanas se une la escasez de repartidores, porque estos no gozan de un estatus especial: si vuelven a sus casas, tienen que quedarse encerrados. Ser repartidor en Shanghái significa muchas veces dormir en tu coche o en una tienda de campaña. Ahora que el Gobierno local ha decidido reabrir algunos negocios, es muy probable que los empleados tengan que dormir fuera de sus casas si quieren poder volver a trabajar.
Los más vulnerables, los ancianos, los ciudadanos de bajos recursos, no tienen tanto acceso al servicio de reparto, por falta de conocimiento tecnológico o por falta de dinero, lo que está creando situaciones dramáticas como mayores que fallecen en su casa porque no les llega su medicamento a tiempo.
Testimonios escalofriantes que eluden la censura
Los testigos de estas situaciones, cientos de ellos, cuentan, cuando pueden esquivar la censura, la verdadera lucha por acceder a productos como leche y huevos, cómo la economía está volviendo al trueque, o cómo drones controlados por las autoridades locales “cazan” los que, en su desesperación, quieren salir de sus casas saltándose las restricciones. Vídeos en redes sociales muestran a ciudadanos siendo llevados a sus casas a rastras. También cuentan las condiciones insalubres, con falta de duchas o inodoros, de muchos de los centros de cuarentena, en los que ingresan incluso menores solos, sin sus padres, o ancianos sin asistencia.
El descontento ha crecido a niveles nunca vistos en este centro económico financiero chino, una ciudad tradicionalmente vista como apolítica. Los censores no dan abasto para detener todas las quejas en las redes sociales, aunque las manifestaciones están a raya por las mismas condiciones de confinamiento.
Lo que lleva a preguntarse necesariamente si la política de “cero casos covid” es suficientemente eficaz para justificar tanta restricción. Y la respuesta es que todo apunta a que no.
La estrategia “cero covid” está en entredicho…
Las cifras de contagios y fallecidos que comunica el Gobierno chino son tan poco transparentes que hay que estimar los datos. No obstante, los expertos, incluidos médicos chinos cuyo trabajo ha sido censurado -como Li Wenliang y Ai Feng-, apuntan a que la tasa de reproducción de la variante ómicron es seis veces superior a la de la variante de Wuhan, luego es materialmente imposible evitar que la gente se contagie solamente recurriendo a los confinamientos. La clave sería la vacunación.
La autocomplacencia de las autoridades chinas con respecto a su capacidad para controlar los contagios con esta estrategia les ha llevado a descuidar la tasa de vacunación. Muchos de sus mayores, incluso los que tienen enfermedades crónicas, no están vacunados. A esto, une la menor eficacia de la vacuna china con respecto a las de Pfizer o Moderna.
… aunque China va a perseverar
La estrategia de “cero covid” viene directamente del politburó chino, de Xi Jingping, que es su gran defensor, que a finales de este año busca una reelección inédita en el 20º Congreso del Partido Comunista.
Su estrategia contra el covid no puede fallar y Xi pondrá todo su empeño en que dé resultados, aunque sean maquillados.
Si los científicos están en lo cierto y los confinamientos no son suficientes para parar ómicron, muchas más ciudades chinas podrían enfrentarse de aquí a final de año a más confinamientos, a más doctrina “cero covid”.
Además de ineficaz, esta estrategia puede acabar lastrando la economía mundial ya herida por la guerra en Ucrania, y generar un efecto devastador, ahora que una gran parte del mundo ya está saliendo de la pandemia o ve la luz al final del túnel.
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