El verano de la vejez
Hoy, cuando salí de tomar el desayuno y leer la prensa, me encontré con el señor Juan , lo había visto otras veces, pero esta mañana ha sido la primera vez que me he parado unos minutos a charlar con el viajero Juan. Es un hombre muy jovial, aunque esta vez le he observado el ajetreo de su vida en la mirada. Tiene la piel más reseca que otras veces de tanto aire de los viajes y de no acomodarse a los lugares que visita, porque cuando lo está haciendo ya tiene que empacar y volver otra vez al departamento del tren o al asiento de fumadores del autobús, porque de cuando en cuando se echa uno para hacer el viaje más corto; Juan ha fumado toda su vida y para lo que le queda no lo va a dejar, aunque sabe que le jode los bronquios.
Se ha bajado del taxi con una pequeña maleta, "tengo poco equipaje, para qué quiero más; voy a estar un mes con mi hijo, mientras el chico está de vacaciones". Juan viaja prácticamente por toda España, tiene un hijo en Bilbao, otro en Cáceres y otro en Alicante. Juan conoce perfectamente el paisaje férreo de nuestra España.
Cuando se murió Amparo , repartió entre sus hijos y ahora tiene la existencia repartida en trimestres, menos el verano que tiene la suerte de veranear en media España, con eso que los meses de verano los pasa uno con cada hijo. "Hay que adaptarse a todo. Uno está para lo que está". Y eso que sus hijos son buenos hijos, pero desde lo de Amparo anda de la Ceca a la Meca. "Mis hijos tienen bastante con sacar p´adelante a los suyos, que como están hoy los tiempos tienen que trabajar los dos y con los gastos de una casa, yo sé que soy una casa. Ya les he dicho que me voy a un asilo, pero el Juan, el mayor, se niega, así que para acá y allá, hasta que me quede en un sitio pa siempre".
A Juan lo veré todos los días bajar a la cafetería, se sentará en un rincón junto a la ventana; con un café y la prensa estará ocupado toda la mañana, de cuando en cuando se echará un cigarrillo porque la nuera no le deja fumar en casa: "No fume usted que es malo para los niños, y para usted, que luego le vienen las toses". Por las tardes no baja, le van quedando pocas fuerzas. "Usted sabe dónde puedo comprar unos aperos para la pesca, es que el nieto ha aprobado todas y quiero hacerle un regalo", se le notó que era su ojito derecho; es el hijo del mayor y eso tira mucho. Juan sabe que agosto lo pasará en Bilbao que hace menos calor, pero también le gustan los veranos de su tierra, aunque sin la Amparo ya no son como antes.
Ahora ya solo le queda esperar y seguir dando tumbos por esta España que no "la conoce ni quien la parió. ¿Sabe usted una cosa?, ahora somos un estorbo pa los hijos y pa los nietos, pero yo le digo a mi Juan que así está la vida, que mi padre estuvo hasta el último día en su casa". Son otros tiempos, le contesté. "Mi nieto me dice que soy un abuelo con suerte porque veraneo en tres sitios", me comentó.
Juan será parte del paisaje de esta ciudad durante un mes, al siguiente se convertirá también en parte del mobiliario urbano de cualquier otra ciudad de España. Miles de Juanes en estas fechas van de acá para allá como viajeros impenitentes.
* Profesor
De El Diario de Cordoba
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