ENTREVISTA A NADINE GORDIMER, PREMIO NOBEL DE LITERATURA, AÑO 1991.
COMO UNA ADOLESCENTE. GORDIMER DICE QUE VOLVIO A CUESTIONAR TODO.
Cuando usted ganó el Nobel en 1991, había euforia respecto de cambiar el mundo. Acababa de caer el Muro, Mandela estaba camino de la presidencia y el apartheid, del tacho de basura. Con el cambio de siglo, usted decía: "Logramos mucho, pero no hemos conservado el control de los objetivos".
¿El cambio, aparentemente impulsado sólo por las crisis, siempre está destinado a desilusionar?
- Al parecer sí, y esto es algo que no podemos aceptar. Hay encuentros entre naciones y Estados para cambiar el orden desigual del mundo. Surgen ideas excelentes; se las discute y reduce a lo que parecería ser la única posibilidad realista de llevarlas a la práctica. Pero falta algo: capacidad. Tomemos el simple ejemplo del control de la malaria. Cada Estado dice: "Ahora nos vamos a centrar en las medidas preventivas". ¿Pero hay capacidad? Aun cuando haya dinero, no es suficiente. Hace un par de años, fui al Foro Económico Mundial de Davos. Cuando surgió el tema de la malaria, una actriz, Sharon Stone, se puso de pie y dijo que ofrecía una donación de cientos de miles de dólares para comprar tules. Me dieron ganas de correr y decirle: "¿Ha visto cómo vive la gente? Ni siquiera tiene camas de donde colgar el tul. ¡No puede acostarse en el piso y taparse la cara con él! Duerme en una choza sobre el piso. ¿De dónde va a colgar el tul para protegerse?" Sin tener en cuenta esta realidad, todo el mundo aplaudió mientras yo y otros pocos mascullábamos que "si no se conocen las condiciones de vida de la gente, no se la puede ayudar"
.-A comienzos de los 90 dijo que, aunque el comunismo hubiera fracasado, la sociedad podía conservar algunos de sus ideales. ¿Aún hay lugar para los ideales?
-Muchas personas de mi generación creyeron que la gran esperanza de lograr un mundo único y justo era el comunismo o el socialismo. Los hemos visto fracasar de manera horrible, lo que llevó a la falsa impresión de que el capitalismo era lo correcto. ¡Pero a diario vemos el fracaso del capitalismo con toda la pobreza y la desigualdad que genera! Al parecer, el materialismo ha conquistado todo. En Sudáfrica, esto ha llevado a que algunos de nuestros compatriotas más destacados, que fueron héroes en la liberación, hicieran el papel de tontos. Cuando llegan a cargos importantes, se vuelven corruptos ¡porque su mujer tiene que tener un Mercedes! Y no sólo eso. En Sudáfrica, parece que, si alguien fue un héroe de la liberación y luego forma parte del gobierno, se le disculpa su conducta personal, haga lo que haga. Estoy pensando en Jacob Zuma (ex vicepresidente de Sudáfrica). Todas las cosas horribles que ha hecho se le perdonan porque, se dice, "tenemos que honrar a nuestros héroes". Ahora Zuma puede ser un traficante de armas y puede cometer una violación impunemente y, para colmo, decir públicamente que después de violar a una chica, se dio una ducha porque si uno se ducha inmediatamente después de mantener relaciones sexuales sin protección, ¡es una forma de prevenir el sida! ¿A esto ha llegado la lucha por la liberación? (En 2006, el Alto Tribunal de Johannesburgo absolvió a Zuma de la violación de una mujer y los cargos de corrupción que pesaban sobre él por sobornos fueron desestimados.)
-El año pasado se discutió si el comité que elige el Nobel de Literatura está más influido por la política que por el contenido de la obra de un autor. Usted ha dicho: "Si el destino es político, la política y la literatura no pueden mantenerse jerárquicamente separadas" ¿Puede excluirse el Nobel de esta ecuación?
-No puede excluirse y creo que el comité del Nobel se maneja bastante bien. Sus miembros estudian obras en todos los idiomas para llevar a la atención del mundo escritores que ahondan en la condición humana. Me considero una persona bastante leída, pero nunca había leído a José Saramago porque apenas estaba traducido. Recibió el Premio Nobel hace algunos años y yo descubrí a este maravilloso escritor. El hecho de que tuviera problemas políticos con el autoritario régimen portugués de su época forma parte de su obra. Saramago mostraba ese trocito de verdad sobre lo que le ocurría a la gente en aquel momento.
-A los periodistas les gusta preguntarles a las personas mayores qué han aprendido de la vida. ¿Puedo plantear esa pregunta?
-Ahora que estoy sola con mi vejez -el marido que tuve durante 47 años murió hace 6- descubro que es como volver a la adolescencia, en la medida que uno cuestiona todo, observa cómo reacciona ante los demás y las expectativas que tiene sobre ellos. He oído contar ese mito encantador de que la vejez es una especie de bella meseta de calma y aceptación del mundo, llena de sabiduría. Pues bien, no hay sabiduría en la vejez. Siguen los viejos cuestionamientos de mí misma y de los demás, como cuando tenía 15. La paz de la vejez, me temo, a mí no me ha llegado.
Michael Skafides
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Fuente: Clarin.com
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