Se vive más, pero todavía no está claro que se viva mejor. El reto primero es de salud: alcanzar la mayor edad en las mejores condiciones. El segundo, sin duda, disponer de los medios que garanticen una independencia con dignidad. Decir esto en mitad de la crisis económica mundial que nos amenaza puede resultar irónico. Pero más vale tarde que nunca. Y, sobre todo, los economistas y los sociólogos empiezan a comprender que la vejez no debe ser un problema sino un estadio de soluciones. A la sociedad le conviene ahora que quienes más vivan tengan recursos para colaborar en la economía general. No está nada mal.
Hoy los sociólogos empiezan a hacer reflexiones muy inteligentes sobre la edad. Ya suenan clarines que dictan que la vejez no es necesariamente un despilfarro para la sociedad –como estamos aburridos de oír- y que los mayores pueden reportar riqueza en muchos territorios. Naturalmente, el primero es el de la experiencia. Si la cabeza sigue funcionando bien, los conocimientos acumulados dictarán caminos que otros pueden seguir. A todos nos convienen personas mayores sanas, lúcidas y activas.
Muchas empresas todavía no se han dado cuenta del valor añadido de la edad y se lanzan a preconizar jubilaciones anticipadas. Un error al que pronto se le empezará a poner remedio.
En segundo lugar, los mayores generan riqueza con su propia existencia en condiciones de actividad. Pueden viajar en las épocas en las que la gente joven está trabajando. Tienen mucho más tiempo para el consumo de ocio y cultura. Sintetizando algunas de estas ideas, a la sociedad le interesa que vivamos más, que estemos mejor de salud y que mantengamos la actividad durante el mayor tiempo posible. ¿Qué falta para redondear este círculo? Sin duda, una protección mucho más eficaz para las pensiones y para los productos de ahorro encaminados a mantener el poder adquisitivo de las personas mayores. Una persona grande –que es como en muchos países de Latinoamérica llaman a los jubilados- con buena salud, recursos propias para vivir con dignidad, movilidad y capacidad intelectual es una verdadera fuente de riqueza social porque consumirá productos relacionados con la cultura y el ocio, podrá viajar, y además generará puestos de trabajo relacionados con su existencia. Al final se vislumbra que vivir más puede ser un excelente negocio no sólo para quien disfruta de la vida prolongada sino para el conjunto de la sociedad.
Para todo esto es necesaria una reactivación del estado de bienestar. Esa debiera ser una de las consecuencias lógicas de esta crisis que está a punto de terminar con dogmas que se han confesado falsos, entre ellos, sin duda, que el estado es necesariamente ineficaz.
Se empieza a sustituir el concepto de vejez como problema por la observancia de la edad avanzada como una ventaja social que facilita experiencia, promueve serenidad y además genera negocio. A la sociedad le va a empezar a interesar que las personas mayores tengan garantizados sus medios de vida porque en una pirámide descendente irrigarán a una sociedad que tiene una necesidad emocional de observar cómo los problemas se van trasmutando en soluciones. En tiempos de crisis, un gran descubrimiento.
Carlos Carnicero es periodista y analista político
Hoy los sociólogos empiezan a hacer reflexiones muy inteligentes sobre la edad. Ya suenan clarines que dictan que la vejez no es necesariamente un despilfarro para la sociedad –como estamos aburridos de oír- y que los mayores pueden reportar riqueza en muchos territorios. Naturalmente, el primero es el de la experiencia. Si la cabeza sigue funcionando bien, los conocimientos acumulados dictarán caminos que otros pueden seguir. A todos nos convienen personas mayores sanas, lúcidas y activas.
Muchas empresas todavía no se han dado cuenta del valor añadido de la edad y se lanzan a preconizar jubilaciones anticipadas. Un error al que pronto se le empezará a poner remedio.
En segundo lugar, los mayores generan riqueza con su propia existencia en condiciones de actividad. Pueden viajar en las épocas en las que la gente joven está trabajando. Tienen mucho más tiempo para el consumo de ocio y cultura. Sintetizando algunas de estas ideas, a la sociedad le interesa que vivamos más, que estemos mejor de salud y que mantengamos la actividad durante el mayor tiempo posible. ¿Qué falta para redondear este círculo? Sin duda, una protección mucho más eficaz para las pensiones y para los productos de ahorro encaminados a mantener el poder adquisitivo de las personas mayores. Una persona grande –que es como en muchos países de Latinoamérica llaman a los jubilados- con buena salud, recursos propias para vivir con dignidad, movilidad y capacidad intelectual es una verdadera fuente de riqueza social porque consumirá productos relacionados con la cultura y el ocio, podrá viajar, y además generará puestos de trabajo relacionados con su existencia. Al final se vislumbra que vivir más puede ser un excelente negocio no sólo para quien disfruta de la vida prolongada sino para el conjunto de la sociedad.
Para todo esto es necesaria una reactivación del estado de bienestar. Esa debiera ser una de las consecuencias lógicas de esta crisis que está a punto de terminar con dogmas que se han confesado falsos, entre ellos, sin duda, que el estado es necesariamente ineficaz.
Se empieza a sustituir el concepto de vejez como problema por la observancia de la edad avanzada como una ventaja social que facilita experiencia, promueve serenidad y además genera negocio. A la sociedad le va a empezar a interesar que las personas mayores tengan garantizados sus medios de vida porque en una pirámide descendente irrigarán a una sociedad que tiene una necesidad emocional de observar cómo los problemas se van trasmutando en soluciones. En tiempos de crisis, un gran descubrimiento.
Carlos Carnicero es periodista y analista político
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