La vejez no es un plato de buen gusto para nadie. Los años nos vuelven más inactivos y nuestro cuerpo se debilita, en cambio nuestra actividad intelectual no decrece. La persona mayor puede poner al servicio de la sociedad toda su experiencia y saber que le han dado los años. Es cierto que en la vejez se pierde el ímpetu propio de la juventud, pero ni el pelo blanco ni las arrugas pueden destruir el prestigio de quien ha vivido honradamente en la etapa anterior.
Un conferenciante coge un billete del más alto valor, lo levanta y pregunta a la concurrencia si alguien lo quiere, todo el mundo levanta la mano, luego lo arruga y lo hace una bolita para volver a preguntar si alguien lo quiere, todos vuelven a levantar la mano, el orador arruga aún más el billete, lo tira al suelo, lo pisotea y lo levanta para de nuevo preguntar si alguien quiere ese billete, volviendo de nuevo a levantar todo el mundo la mano. Y es que independientemente del estado fisico del billete, no ha perdido su valor.
Solemos mirar a las personas mayores con cierto aire de desprecio, los vemos como una carga, un estorbo, nunca les vemos como unos tesoros llenos de sabiduria y experiencia que pueden aportar a la sociedad lo que la sociedad va perdiendo, los valores, las virtudes, la reciedumbre, la fortaleza, la lucha, etc.
La ancianidad es la tercera etapa de la existencia: la vida que nace, la vida que crece y la vida que llega a su ocaso son tres momentos del misterio de la existencia, de la vida humana que proviene de Dios, es su don, su imagen e impronta, participación de su soplo vital. (Evangelium vitae, 39).
Blog Juana de Arco
Un conferenciante coge un billete del más alto valor, lo levanta y pregunta a la concurrencia si alguien lo quiere, todo el mundo levanta la mano, luego lo arruga y lo hace una bolita para volver a preguntar si alguien lo quiere, todos vuelven a levantar la mano, el orador arruga aún más el billete, lo tira al suelo, lo pisotea y lo levanta para de nuevo preguntar si alguien quiere ese billete, volviendo de nuevo a levantar todo el mundo la mano. Y es que independientemente del estado fisico del billete, no ha perdido su valor.
Solemos mirar a las personas mayores con cierto aire de desprecio, los vemos como una carga, un estorbo, nunca les vemos como unos tesoros llenos de sabiduria y experiencia que pueden aportar a la sociedad lo que la sociedad va perdiendo, los valores, las virtudes, la reciedumbre, la fortaleza, la lucha, etc.
La ancianidad es la tercera etapa de la existencia: la vida que nace, la vida que crece y la vida que llega a su ocaso son tres momentos del misterio de la existencia, de la vida humana que proviene de Dios, es su don, su imagen e impronta, participación de su soplo vital. (Evangelium vitae, 39).
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