La Habana, Cuba.- Pensando en el futuro imagino cómo será la convivencia con la multitud que, para ese entonces, habrá cumplido los 120 años o más edad. Pienso en el adulto mayor ideal con alto nivel de cultura, física y mentalmente apto, conviviendo con gente de otras generaciones que lo tratan como uno más de la sociedad y a cuya experiencia se acude. En fin, un mundo ideal, aunque posible. Somos optimistas si nos lo proponemos conscientemente.
Hace 400 años atrás un autor bohemio y apasionado, como William Shakespeare, escribió que “la vejez gruñona y la juventud no pueden vivir juntas. La juventud está llena de placeres; la vejez, de preocupaciones”.
Cuatro siglos más tarde hay ancianos que le dan la razón y piensan que la juventud y la vejez son incompatibles. No cabe duda que también comparten este sentimiento algunas personas más jóvenes. Por tanto, existen razones y sin razones.
Es cierto que una parte de la población en proceso de envejecimiento no siempre se siente cómoda con el compás de la vida moderna. En particular, con el ímpetu de las nuevas tecnologías que en la comunicación, los negocios, la medicina, las ciencias, e incluso en la moda, transforman el vivir diario en una escala amplia.
Se agrava esta situación en la sociedad capitalista donde el hombre no es el centro de la vida y solamente lo utilizan como un objeto para desecharlo finalmente. En este sistema la cultura moderna tiende a marginar a muchos de sus miembros en cuanto a empleo, atención médica, las oportunidades, y el respeto.
Sin embargo, se ven indicaciones también de que las generaciones se unirán; en parte, por un nuevo entendimiento nacido de la necesidad y, por otra, por un cambio en el balance del poder de los grupos de mayores. Los que forman gobierno y la política interna están comenzando a reconocer en distintos países los problemas de la vejez, las desigualdades que suceden, y la necesidad de lograr mejoras mediante nuevas acciones.
Entretanto, otros prevén cambios en los conceptos enraizados durante siglos --en los que el envejecimiento se entiende fundamentalmente como la pérdida total de capacidades y el logro de una pensión--, y no como una etapa particular de la vida por la que debemos transitar en las mejores condiciones físicas y mentales posibles, aprovechando toda la experiencia acumulada a lo largo del tiempo transcurrido y de las circunstancias.
Quizás ayuden en las relaciones entre jóvenes y mayores que estos retengan aptitudes, habilidades y valores que les permitan compartir con los de menos edad, que es el objetivo final del Club de los 120 Años, en Cuba. Y a su vez, que los jóvenes anulen la intolerancia por razones generacionales.
No podemos olvidar que la población mundial crece. Somos ya más de 6 000 millones de habitantes en el Planeta y dentro de 50 años seremos diez mil, según los cálculos. Sumarán millones los centenarios que modificarán la propia composición de la familia, pues coincidirán en ella varias generaciones aptas para vivir con mayores condiciones.
Aumentarán los pensionados, pero también quienes después de los 80 años de edad tengan su mente clara y continúen siendo competentes en su actividad laboral, utilizando los avances de la Informática y otras ciencias.
Esas perspectivas obligan a ir reflexionando sobre futuras decisiones en torno al desempleo y a la política de atención social. Así se comprenderán sucesos, que hoy sorprenden, cuando en el futuro se conviertan en algo natural. Pongamos por ejemplo el hecho de que un partido de pensionados logre asientos en el Parlamento, como ocurrió en Holanda hace un tiempo.
Se ha publicado, que la longevidad no tiene una definición específica, aunque la del diccionario la simplifica así: “Una vida larga.” En el pasado, unas cuantas personas vivieron durante largos años, aunque la esperanza de vida por lo general fuera poca. La longevidad ahora significa que muchas más personas pueden esperar existir más tiempo; el vivir por más de 100 años llegará a ser algo notorio, común. Al mismo tiempo, la característica principal que define esta longevidad más común es que debe combinarse también con una vejez buena, saludable y activa.
La Organización Mundial de la Salud exhorta a: “Añadir vida a los años, no años a la vida”.
Serán pocos en el futuro quienes verdaderamente no estén al tanto de los esfuerzos hechos en cuanto a longevidad, en especial, en Cuba. Esta meta de longevidad satisfactoria se evidencia ya en toda la Isla, a partir de sus programas de Salud; dentro de familias multigeneracionales, en las cuales los abuelos son más comunes; en ciudades, pueblos, y en los campos, donde un sinnúmero de adultos mayores están viviendo de forma activa, y aprovechando el tiempo de muchas maneras. Sus antepasados, jamás las hubieran imaginado posible y ya son realidades de un país y pueblo que lucha por el cuidado, preservación y elevación de su salud.
Astrid Barnet
Radio Rebelde
Hace 400 años atrás un autor bohemio y apasionado, como William Shakespeare, escribió que “la vejez gruñona y la juventud no pueden vivir juntas. La juventud está llena de placeres; la vejez, de preocupaciones”.
Cuatro siglos más tarde hay ancianos que le dan la razón y piensan que la juventud y la vejez son incompatibles. No cabe duda que también comparten este sentimiento algunas personas más jóvenes. Por tanto, existen razones y sin razones.
Es cierto que una parte de la población en proceso de envejecimiento no siempre se siente cómoda con el compás de la vida moderna. En particular, con el ímpetu de las nuevas tecnologías que en la comunicación, los negocios, la medicina, las ciencias, e incluso en la moda, transforman el vivir diario en una escala amplia.
Se agrava esta situación en la sociedad capitalista donde el hombre no es el centro de la vida y solamente lo utilizan como un objeto para desecharlo finalmente. En este sistema la cultura moderna tiende a marginar a muchos de sus miembros en cuanto a empleo, atención médica, las oportunidades, y el respeto.
Sin embargo, se ven indicaciones también de que las generaciones se unirán; en parte, por un nuevo entendimiento nacido de la necesidad y, por otra, por un cambio en el balance del poder de los grupos de mayores. Los que forman gobierno y la política interna están comenzando a reconocer en distintos países los problemas de la vejez, las desigualdades que suceden, y la necesidad de lograr mejoras mediante nuevas acciones.
Entretanto, otros prevén cambios en los conceptos enraizados durante siglos --en los que el envejecimiento se entiende fundamentalmente como la pérdida total de capacidades y el logro de una pensión--, y no como una etapa particular de la vida por la que debemos transitar en las mejores condiciones físicas y mentales posibles, aprovechando toda la experiencia acumulada a lo largo del tiempo transcurrido y de las circunstancias.
Quizás ayuden en las relaciones entre jóvenes y mayores que estos retengan aptitudes, habilidades y valores que les permitan compartir con los de menos edad, que es el objetivo final del Club de los 120 Años, en Cuba. Y a su vez, que los jóvenes anulen la intolerancia por razones generacionales.
No podemos olvidar que la población mundial crece. Somos ya más de 6 000 millones de habitantes en el Planeta y dentro de 50 años seremos diez mil, según los cálculos. Sumarán millones los centenarios que modificarán la propia composición de la familia, pues coincidirán en ella varias generaciones aptas para vivir con mayores condiciones.
Aumentarán los pensionados, pero también quienes después de los 80 años de edad tengan su mente clara y continúen siendo competentes en su actividad laboral, utilizando los avances de la Informática y otras ciencias.
Esas perspectivas obligan a ir reflexionando sobre futuras decisiones en torno al desempleo y a la política de atención social. Así se comprenderán sucesos, que hoy sorprenden, cuando en el futuro se conviertan en algo natural. Pongamos por ejemplo el hecho de que un partido de pensionados logre asientos en el Parlamento, como ocurrió en Holanda hace un tiempo.
Se ha publicado, que la longevidad no tiene una definición específica, aunque la del diccionario la simplifica así: “Una vida larga.” En el pasado, unas cuantas personas vivieron durante largos años, aunque la esperanza de vida por lo general fuera poca. La longevidad ahora significa que muchas más personas pueden esperar existir más tiempo; el vivir por más de 100 años llegará a ser algo notorio, común. Al mismo tiempo, la característica principal que define esta longevidad más común es que debe combinarse también con una vejez buena, saludable y activa.
La Organización Mundial de la Salud exhorta a: “Añadir vida a los años, no años a la vida”.
Serán pocos en el futuro quienes verdaderamente no estén al tanto de los esfuerzos hechos en cuanto a longevidad, en especial, en Cuba. Esta meta de longevidad satisfactoria se evidencia ya en toda la Isla, a partir de sus programas de Salud; dentro de familias multigeneracionales, en las cuales los abuelos son más comunes; en ciudades, pueblos, y en los campos, donde un sinnúmero de adultos mayores están viviendo de forma activa, y aprovechando el tiempo de muchas maneras. Sus antepasados, jamás las hubieran imaginado posible y ya son realidades de un país y pueblo que lucha por el cuidado, preservación y elevación de su salud.
Astrid Barnet
Radio Rebelde
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