Un equipo de investigadores de la Fundación Ingema de Donostia desvela la vital importancia que tienen los sentimientos durante el envejecimiento
DV. «Muchos son los que tratan a los mayores como si fueran niños pequeños. Pero es un error: porque ni están acabados, ni son tontos, ni menos listos que hace dos días. Sin embargo, sí que caminan sobre un escenario que otros más jóvenes no entienden del todo: muchos mayores saben que no les queda mucho tiempo de vida y no quieren perder más», comenta José Javier Yanguas, doctor en Psicología biológica y de la salud.
Comprender cómo funcionan las emociones de las personas mayores para poder meterse en su piel e intervenir con ellos desde un punto subjetivo forma parte de la investigación que este donostiarra de 44 años trata en el estudio Las dimensiones subjetivas del envejecimiento.
Realizado junto a Daniel Prieto, Cristina Buiza, Igone Etxeberria, Nerea Galdona, Elena Urdaneta y Mari Feli González, este informe de la Fundación Ingema de Donostia, en colaboración con la Obra Social de Caixa Catalunya, ha sido reciente ganador del Premio Imserso Infanta Cristina 2008 al mejor trabajo de investigación social, y es una de las primeras investigaciones acerca de las emociones y su influencia en el bienestar psicológico y físico de los mayores.
«Nos interesa el papel que juegan las emociones dentro del proceso de envejecimiento, porque si no conseguimos entender lo que sentimos cuando envejecemos, no logramos entender lo que pasa dentro de los mayores y no podemos intentar mejorar realmente su calidad de vida. Además, las emociones guardan una estrecha relación con la salud física, sobre todo con el riesgo cardiovascular y el cáncer, y con el funcionamiento cognitivo», explica Yanguas.
Este investigador cuenta que el motivo por el que realizaron un estudio tan singular radica en que, dentro de la rama de la salud, se le ha hecho siempre más caso, desde el punto de vista del envejecimiento, al aspecto cognitivo (la memoria, la orientación, el lenguaje, la toma de decisiones y la planificación) y al comportamiento, y se ha dejado de lado todo lo que tiene que ver con las emociones. «Hemos abandonado las emociones, que son aquello que da color a la vida. Y las hemos abandonado pensando que eran algo subjetivo que no debía involucrarse con la ciencia y la investigación. Pero en la práctica clínica, en el día a día con los mayores, nos dimos cuenta de que sus emociones -la alegría la tristeza, la sensación de bienestar, el enfado...- son lo que da tono y color a sus vidas».
Además, están muy ligadas al funcionamiento cognitivo. «Lo que los mayores recuerdan está muy ligado a si había una emoción vinculada a ese recuerdo. Por ejemplo -ilustra Yanguas- recuerdas mucho mejor tu primer amor porque estaba teñido de emociones como el desconocimiento y la ilusión de ser la primera vez que experimentas esas sensaciones. Las emociones son tan cerebro como es la memoria». «Para entender bien el funcionamiento cognitivo, tienes que entender también ese funcionamiento emocional», aclara.
Control de las emociones
«La gente mayor controla sus emociones mejor que la gente joven», desvela Yanguas. Este es otro de los hallazgos del equipo durante su investigación, en la que se entrevistó a decenas de personas mayores de distintas edades y condiciones. «La respuesta emocional de un adolescente está mediada por el sistema nervioso autónomo. En pocas palabras, se puede decir que sus hormonas están al pil pil y dan respuestas muy ligadas a algo que no controlan. Conforme vamos envejeciendo, existe un mayor dominio. Las respuestas de los mayores no están tan ligadas a lo fisiológico. Ellos son más capaces de anteceder, de darse cuenta de lo que va a pasar, de la emoción que puede desencadenar una determinada situación y son, por tanto, más capaces de controlarla. En este sentido, controla mejor las emociones una persona mayor que una persona joven», apunta.
El equipo de Ingema también comprobó algo peculiar. Su estudio reveló que la expresión de las emociones también es distinta en los mayores que en los jóvenes. «Si el mundo emocional de los jóvenes pasa de off a on, es decir, cuando eres joven puedes estar o profundamente enamorado o desenamorado, por ejemplo, la expresión de las emociones en las personas mayores es más relativa, menos radical. Esto también ocurre, sin embargo, en otras etapas de la vida, pues si hablas con gente en la edad adulta, casi siempre te dicen que el enamoramiento de los 15 ó 16 años ya no se repite. Puedes estar con una persona y tener una vida fenomenal con ella, pero hay una cambio en la expresión emocional, que se va estabilizando a lo largo de la vida, y que deja de oscilar de un extremo a otro para equilibrase y compensarse».
Sin embargo, el inquietante factor tiempo se corona, una vez más, como un elemento extremadamente importante para entender el envejecimiento y las emociones que le acompañan, pues transforma a los mayores durante esta fase de la vida.
«Adaptan su vida y emociones al tiempo restante que les queda por vivir. No es lo mismo que te queden 25 años de vida, que tú veas que estás entrando en una etapa del envejecimiento total. El tiempo que resta de existencia juega un papel fundamental en la fijación de objetivos vitales, deseos y expectativas. Una fase es la entrada en el envejecimiento, de la que los mayores son muy conscientes -durante esta época aún se tiene buena salud física, proyectos...- ; la segunda etapa es aquella en la que te dices 'no estoy enfermo, pero me siento frágil'; y la tercera está ligada a la dependencia, al sentirse enfermo. En estas tres 'edades', las emociones que se jueguen son muy diferentes».
Yanguas recuerda que en el envejecimiento hay muchas enfermedades que no se van a curar, y destaca la importancia de «cómo viva una persona mayor esa enfermedad». «Tus valores, cómo quieres que se te cuide...Vamos a investigar para cambiar un poco la forma de tratar a la gente. Lo que hay detrás de todo esto es una revolución en torno a cómo afrontar y qué hacer en el envejecimiento. Es muy importante porque vive más quien tiene mayores emociones positivas», concluye
Diariovasco
DV. «Muchos son los que tratan a los mayores como si fueran niños pequeños. Pero es un error: porque ni están acabados, ni son tontos, ni menos listos que hace dos días. Sin embargo, sí que caminan sobre un escenario que otros más jóvenes no entienden del todo: muchos mayores saben que no les queda mucho tiempo de vida y no quieren perder más», comenta José Javier Yanguas, doctor en Psicología biológica y de la salud.
Comprender cómo funcionan las emociones de las personas mayores para poder meterse en su piel e intervenir con ellos desde un punto subjetivo forma parte de la investigación que este donostiarra de 44 años trata en el estudio Las dimensiones subjetivas del envejecimiento.
Realizado junto a Daniel Prieto, Cristina Buiza, Igone Etxeberria, Nerea Galdona, Elena Urdaneta y Mari Feli González, este informe de la Fundación Ingema de Donostia, en colaboración con la Obra Social de Caixa Catalunya, ha sido reciente ganador del Premio Imserso Infanta Cristina 2008 al mejor trabajo de investigación social, y es una de las primeras investigaciones acerca de las emociones y su influencia en el bienestar psicológico y físico de los mayores.
«Nos interesa el papel que juegan las emociones dentro del proceso de envejecimiento, porque si no conseguimos entender lo que sentimos cuando envejecemos, no logramos entender lo que pasa dentro de los mayores y no podemos intentar mejorar realmente su calidad de vida. Además, las emociones guardan una estrecha relación con la salud física, sobre todo con el riesgo cardiovascular y el cáncer, y con el funcionamiento cognitivo», explica Yanguas.
Este investigador cuenta que el motivo por el que realizaron un estudio tan singular radica en que, dentro de la rama de la salud, se le ha hecho siempre más caso, desde el punto de vista del envejecimiento, al aspecto cognitivo (la memoria, la orientación, el lenguaje, la toma de decisiones y la planificación) y al comportamiento, y se ha dejado de lado todo lo que tiene que ver con las emociones. «Hemos abandonado las emociones, que son aquello que da color a la vida. Y las hemos abandonado pensando que eran algo subjetivo que no debía involucrarse con la ciencia y la investigación. Pero en la práctica clínica, en el día a día con los mayores, nos dimos cuenta de que sus emociones -la alegría la tristeza, la sensación de bienestar, el enfado...- son lo que da tono y color a sus vidas».
Además, están muy ligadas al funcionamiento cognitivo. «Lo que los mayores recuerdan está muy ligado a si había una emoción vinculada a ese recuerdo. Por ejemplo -ilustra Yanguas- recuerdas mucho mejor tu primer amor porque estaba teñido de emociones como el desconocimiento y la ilusión de ser la primera vez que experimentas esas sensaciones. Las emociones son tan cerebro como es la memoria». «Para entender bien el funcionamiento cognitivo, tienes que entender también ese funcionamiento emocional», aclara.
Control de las emociones
«La gente mayor controla sus emociones mejor que la gente joven», desvela Yanguas. Este es otro de los hallazgos del equipo durante su investigación, en la que se entrevistó a decenas de personas mayores de distintas edades y condiciones. «La respuesta emocional de un adolescente está mediada por el sistema nervioso autónomo. En pocas palabras, se puede decir que sus hormonas están al pil pil y dan respuestas muy ligadas a algo que no controlan. Conforme vamos envejeciendo, existe un mayor dominio. Las respuestas de los mayores no están tan ligadas a lo fisiológico. Ellos son más capaces de anteceder, de darse cuenta de lo que va a pasar, de la emoción que puede desencadenar una determinada situación y son, por tanto, más capaces de controlarla. En este sentido, controla mejor las emociones una persona mayor que una persona joven», apunta.
El equipo de Ingema también comprobó algo peculiar. Su estudio reveló que la expresión de las emociones también es distinta en los mayores que en los jóvenes. «Si el mundo emocional de los jóvenes pasa de off a on, es decir, cuando eres joven puedes estar o profundamente enamorado o desenamorado, por ejemplo, la expresión de las emociones en las personas mayores es más relativa, menos radical. Esto también ocurre, sin embargo, en otras etapas de la vida, pues si hablas con gente en la edad adulta, casi siempre te dicen que el enamoramiento de los 15 ó 16 años ya no se repite. Puedes estar con una persona y tener una vida fenomenal con ella, pero hay una cambio en la expresión emocional, que se va estabilizando a lo largo de la vida, y que deja de oscilar de un extremo a otro para equilibrase y compensarse».
Sin embargo, el inquietante factor tiempo se corona, una vez más, como un elemento extremadamente importante para entender el envejecimiento y las emociones que le acompañan, pues transforma a los mayores durante esta fase de la vida.
«Adaptan su vida y emociones al tiempo restante que les queda por vivir. No es lo mismo que te queden 25 años de vida, que tú veas que estás entrando en una etapa del envejecimiento total. El tiempo que resta de existencia juega un papel fundamental en la fijación de objetivos vitales, deseos y expectativas. Una fase es la entrada en el envejecimiento, de la que los mayores son muy conscientes -durante esta época aún se tiene buena salud física, proyectos...- ; la segunda etapa es aquella en la que te dices 'no estoy enfermo, pero me siento frágil'; y la tercera está ligada a la dependencia, al sentirse enfermo. En estas tres 'edades', las emociones que se jueguen son muy diferentes».
Yanguas recuerda que en el envejecimiento hay muchas enfermedades que no se van a curar, y destaca la importancia de «cómo viva una persona mayor esa enfermedad». «Tus valores, cómo quieres que se te cuide...Vamos a investigar para cambiar un poco la forma de tratar a la gente. Lo que hay detrás de todo esto es una revolución en torno a cómo afrontar y qué hacer en el envejecimiento. Es muy importante porque vive más quien tiene mayores emociones positivas», concluye
Diariovasco
Comments