Hay gente que parece tener miedo a envejecer. Yo, en cambio, creo que la vejez tiene muchas cosas buenas. A ver, me explico, no puedo negar que andar sin pañales, tener mis propios dientes y mis propias erecciones sea una gran ventaja de la juventud, pero sin embargo no le haría ningún asco a una jubilación anticipada. Con 35 años por ejemplo. Creo que es una buena edad para disfrutar de la jubilación. No para ir a ver las obras o tomar el sol en un banco (grandes deportes nacionales, por cierto), pero sí para hacer muchas otras cosas.
La película
“La familia Savages” me gustó mucho pues retrata con humor ese conflicto familiar sobre qué hacer con nuestros padres cuando se hacen mayores. La historia se centra principalmente en la confusión de dos hijos, que dudan entre cuidar personalmente de su progenitor, o “abandonarlo” en un asilo. La directora nos obliga un poco a posicionarnos o bien con el hermano pragmático, que cree que lo mejor es que cuiden del viejo en un geriátrico, o con la hermana idealista, que vive con su mono en una nube de fármacos y se resiste a separarse de su padre. Sin embargo, la cinta deja un poco de lado al personaje del padre moribundo, que está chocho perdido y al que le ha dado por hacer graffittis con sus propias cacas en los espejos del cuarto de baño.
Yo me decanté más bien por el abuelete al ver la película. Me imaginé que cuando sea mayor, me encantaría estar en un asilo en el que, en caso de no poder valerme por mi mismo, una enfermera veinteañera y tetona me lavará los huevecillos y el culete con dulzura. Me pondrían la comida por delante, seguramente más rica que la que a esa edad yo me pudiera preparar, no tendría que limpiar ni hacer la cama, y podría jugar a las cartas, a la PlayStation 7 o ver el fútbol con mis colegas de pabellón. Intercambiaríamos todo tipo de pastillas, y después de comer no me faltaría ni mi copita de chinchón, ni mi buena siesta. Seríamos muy felices.
Todos seremos el Sr. Savages.
Nos guste o no, no nos queda más remedio que ir aceptando nuestra condición y pensar que la vejez sin la familia también puede ser placentera. Los datos actuales confirman el envejecimiento que sufre la sociedad así que en los asilos seremos un montón de ancianos y ancianas cachondos con ganas de pasarlo bien. Aunque bueno, de momento, nos toca ponernos en el papel de los hijos. Al fin y al cabo es lo que hace la realizadora Tamara Jenkins en toda la película. La verdad es que ha contado con la ayuda de dos de las mejores actuaciones en lo que llevamos de año. La de Laura Linney, que interpreta a la ansiosa hija, pero sobre todo la de La película Philip Seymour Hoffman , que interpreta a su hermano en el que es probablemente el mejor papel de toda su carrera desde “Happiness “, aquella conmovedora cinta de Todd Solondz en la que fue capaz de retratar al pervertido más lastimoso de la historia del cine.
Fuente: Blog Cine&Realidad
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