Hoy por hoy no es raro comprobar que el anciano/a se cambie, con cierta frecuencia, desde el domicilio de un hijo al de otro: en cortos espacios de tiempo. Uno, cualesquiera, todos los que somos protagonistas de la senectud–período natural de la vida humana–, llegamos a entender que somos... viejas maletas–rotas y desteñidas–que se van pasando de mano en mano nuestros descendientes, tal y como si nadie las quisiera. ¡Qué triste resulta nuestra vejez!
Esto fomenta, indudablemente, que el anciano deje de entender que la vida, y hasta nuestra muerte, tiene un sentido y muchas finalidades: respetémonos y amémonos los unos a los otros, que esta es la verdadera religión del ser humano. Atrás quedan los cristianos, los mahometanos, los católicos, los budistas....: todas las religiones que tienen un solo Dios: el Dios de todas las religiones. Y comprendo que, si cada día tenemos un sueño, una ilusión, una tarea a desarrollar, de esta manera moriremos–poco a poco–sin darnos cuenta.
Mariano Cabrero
Escritor
Tomado de "paredes muertas de mi propia soledad
xornal.com
Galicia
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