En el programa de mano se lee: “Existe un lugar entre el sueño y la vigilia que se parece mucho al instante previo al salir el sol. En ese momento no existe la oscuridad ni la luz, no existe la realidad ni el sueño. Aquel momento no puede ser contemplado por todos, sólo aquellos, sabios por los años, pueden caminar a salvo, desentrañando el secreto de aquel instante en el que no existe el tiempo”.
Hace un año Mari, Héctor, Emmita, José Luis, Priscila, Salomé, Delta y don Juan se reunían en la Residencia de Día del Inapam de la calle de Mitla, en la Ciudad de México, para tomar algunos cursos, compartir alimentos y charlar. Sus vidas cambiaron cuando, por medio de Cecilia D’Zamudio, conocieron el teatro y juntos comenzaron a desentrañar el secreto instante en el que no existe el tiempo.
Este grupo de “muchachos”, como se llaman a sí mismos, sin práctica teatral pero con deseos de descubrir nuevas experiencias, debuta como Bella Época con Jesús, el Hijo del Hombre, obra basada en textos de Gibran Khalil Gibran. Luego de una función para sus familiares en la Residencia de Día se presentan hoy a las cinco de la tarde en Casa Talavera en el barrio de La Merced. Con edades que van de 65 a 94 años, antes sus relaciones eran superficiales, pero ahora se han situado en otra dinámica e incluso se sienten mejor físicamente.
Héctor (71 años) encarna a Jesús y dice en entrevista que la obra le ha dado “la oportunidad de renacer, de volver a tener una vida normal que tanta falta me hace. Ahora tengo alegría, reafirmando mi manera de entender la vida, ahora tengo autoconfianza”.
Salomé (74 años) hace a Salomé, hijastra de Herodes. Su personaje fue redimido por el amor, dice, y por eso considera que “el amor es lo más importante en la vida. Con la obra no me siento inútil, siento que puedo dar algo”.
Delta, que interpreta a su madre, Ruth, comenta que la obra “está plena de mensajes sabios y llenos de ternura. He modificado mi modo de pensar: antes sufría depresiones y el teatro es para mí una terapia”.
Priscila (73 años), a cargo del papel de Claudia, explica que a medida que leía a Gribran se despertó en ella “un hálito de espiritualidad antes desconocida. He ido descubriendo sentimientos que antes no pudieron aflorar”.
Juanita (94 años), asistente de dirección con gran sentido crítico, asegura que llega a su casa “llena de ilusiones. Gibran me ha hecho vibrar. Nunca en mi vida había estado en esto del teatro”.
En su papel de Juana de Betsaida, Emmita (84 años) siente que ha “aprendido lo que nunca. Tengo muchos nietos y muchos bisnietos y tengo mucho que platicarles, mucho que darles. Pensar en Gibran me hace retirarme de las cosas banales, como la tv y la radio, y me lleva al misticismo”.
Mari (85 años) desempeña a Ana, madre de María, y asegura que su personaje “es de una trascendencia única y grandiosa. El autor fue un hombre muy inteligente que me sacó de la oscuridad religiosa”.
José Luis (65 años) argumenta que Simón el cireneo le ha dejado una huella profunda, “pues me ha hecho analizar varios acontecimientos de mi vida”.
Don Juan (84 años), como Barrabás, ha dejado de asistir a las sesiones porque en estos días está en un tratamiento médico. En solidaridad, sus compañeros le dedicarán la función al hombre que afirma que ha disfrutado mucho el trabajo en el grupo, “a pesar de que nunca había actuado. Gibran es de toda mi admiración”. Y de toda admiración son estos “muchachos”, deseosos de entregarse a un trabajo creativo que apenas comienza.
Dulce tormento
Cecilia D’Zamudio, discípula de Stella India, comenta que conoció al grupo hace un año, cuando se ofreció para entretenerlos. Al día siguiente se presentó y les leyó unos poemas. Luego de unas sesiones nació el grupo Bella Época. Con ellos Cecilia ha aprendido a tener esperanzas por la vida. “Me han enseñado a apreciar el día, la hora, el momento, a no tener miedo a la vida misma, a no tener angustias, preocupaciones, ese tipo de emociones tan terribles que puede tener un actor y un ser humano. Florecer con ellos como grupo me ha abierto la puerta a la paciencia porque nos hemos entrelazado por medio del teatro, sin importar las edades. Ellos me han enseñado que no importa la edad para descubrir una vocación”.
Fuente: El Milenio de México
Hace un año Mari, Héctor, Emmita, José Luis, Priscila, Salomé, Delta y don Juan se reunían en la Residencia de Día del Inapam de la calle de Mitla, en la Ciudad de México, para tomar algunos cursos, compartir alimentos y charlar. Sus vidas cambiaron cuando, por medio de Cecilia D’Zamudio, conocieron el teatro y juntos comenzaron a desentrañar el secreto instante en el que no existe el tiempo.
Este grupo de “muchachos”, como se llaman a sí mismos, sin práctica teatral pero con deseos de descubrir nuevas experiencias, debuta como Bella Época con Jesús, el Hijo del Hombre, obra basada en textos de Gibran Khalil Gibran. Luego de una función para sus familiares en la Residencia de Día se presentan hoy a las cinco de la tarde en Casa Talavera en el barrio de La Merced. Con edades que van de 65 a 94 años, antes sus relaciones eran superficiales, pero ahora se han situado en otra dinámica e incluso se sienten mejor físicamente.
Héctor (71 años) encarna a Jesús y dice en entrevista que la obra le ha dado “la oportunidad de renacer, de volver a tener una vida normal que tanta falta me hace. Ahora tengo alegría, reafirmando mi manera de entender la vida, ahora tengo autoconfianza”.
Salomé (74 años) hace a Salomé, hijastra de Herodes. Su personaje fue redimido por el amor, dice, y por eso considera que “el amor es lo más importante en la vida. Con la obra no me siento inútil, siento que puedo dar algo”.
Delta, que interpreta a su madre, Ruth, comenta que la obra “está plena de mensajes sabios y llenos de ternura. He modificado mi modo de pensar: antes sufría depresiones y el teatro es para mí una terapia”.
Priscila (73 años), a cargo del papel de Claudia, explica que a medida que leía a Gribran se despertó en ella “un hálito de espiritualidad antes desconocida. He ido descubriendo sentimientos que antes no pudieron aflorar”.
Juanita (94 años), asistente de dirección con gran sentido crítico, asegura que llega a su casa “llena de ilusiones. Gibran me ha hecho vibrar. Nunca en mi vida había estado en esto del teatro”.
En su papel de Juana de Betsaida, Emmita (84 años) siente que ha “aprendido lo que nunca. Tengo muchos nietos y muchos bisnietos y tengo mucho que platicarles, mucho que darles. Pensar en Gibran me hace retirarme de las cosas banales, como la tv y la radio, y me lleva al misticismo”.
Mari (85 años) desempeña a Ana, madre de María, y asegura que su personaje “es de una trascendencia única y grandiosa. El autor fue un hombre muy inteligente que me sacó de la oscuridad religiosa”.
José Luis (65 años) argumenta que Simón el cireneo le ha dejado una huella profunda, “pues me ha hecho analizar varios acontecimientos de mi vida”.
Don Juan (84 años), como Barrabás, ha dejado de asistir a las sesiones porque en estos días está en un tratamiento médico. En solidaridad, sus compañeros le dedicarán la función al hombre que afirma que ha disfrutado mucho el trabajo en el grupo, “a pesar de que nunca había actuado. Gibran es de toda mi admiración”. Y de toda admiración son estos “muchachos”, deseosos de entregarse a un trabajo creativo que apenas comienza.
Dulce tormento
Cecilia D’Zamudio, discípula de Stella India, comenta que conoció al grupo hace un año, cuando se ofreció para entretenerlos. Al día siguiente se presentó y les leyó unos poemas. Luego de unas sesiones nació el grupo Bella Época. Con ellos Cecilia ha aprendido a tener esperanzas por la vida. “Me han enseñado a apreciar el día, la hora, el momento, a no tener miedo a la vida misma, a no tener angustias, preocupaciones, ese tipo de emociones tan terribles que puede tener un actor y un ser humano. Florecer con ellos como grupo me ha abierto la puerta a la paciencia porque nos hemos entrelazado por medio del teatro, sin importar las edades. Ellos me han enseñado que no importa la edad para descubrir una vocación”.
Fuente: El Milenio de México
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