¿De verdad envejece la población? Cada vez hay más gente de edad, sí, pero cada vez se alarga más la edad útil para el trabajo y para la vida en general. Hoy nadie es viejo a los 65 años. La verdad es que la fecha oficial y administrativa de la jubilación ya no corresponde con un estado de incapacidad laboral. El concepto de vejez tiene que adaptarse a la realidad de las cosas. Y eso, por cierto, tendría una influencia en el problema de las pensiones, que dejaría de ser tal problema. Es necesario abrir el debate
Cuando Bismarck, en los 70 del siglo XIX, inventó e impuso en Alemania la Seguridad Social, en particular las pensiones de vejez, la vida media del
alemán oscilaba poco más o menos en los cincuenta años. Y con ello la vejez empezaba a los cuarenta. En la actualidad, la vida media se acerca a los noventa años, en cantidad de años y en calidad de vida se vive más y mejor y se puede, y en general se quiere, trabajar muchos más años.
El fenómeno que vivimos es el de la ampliación de la juventud y alejamiento de la vejez y de la incapacidad. En consecuencia, hay cada vez más jóvenes y no cada vez más viejos, por cuanto el cursor biológico avanza sin cesar, alejando el momento en que al hombre se le puede contar entre el número de ancianos.
En suma, la juventud se alarga y la vejez se aleja. Cada vez hay más jóvenes por cada viejo. En consecuencia, cada vez resulta más fácil y llevadera la carga de proveer al cuidado de quienes por su cansancio o sus achaques ya no pueden ganarse la vida por sí mismos. El problema de las pensiones no existe nada más que si lo creamos artificialmente, manteniendo inconmovible la fecha de la jubilación, que de una manera natural e inexorable se va alejando de la fecha oficial y administrativa.
El movimiento paralelo del cursor biológico y del cursor laboral resuelve por sí sólo el problema de las pensiones, incluso lo facilita, porque la evolución demográfica aligera la carga en lugar de aumentarla.
El “envejecimiento de la población” es otra gran mentira de los economistas y políticos de nuestro tiempo. En el actual momento, los 65 años fijados sirven para convertir en pasivos a una masa inmensa y creciente de personas que pueden y en general quieren seguir siendo activos. No tardará mucho en quedarse otra vez corta la cifra.
El ajuste que proponemos, y al que se va poco a poco, pero con timidez
equivocada, permite que desaparezca de las mentes esa obsesiva preocupación por la proximidad del momento en que las pensiones no se puedan pagar.
Es de lamentar que Sarkozy, en medio de sus intuiciones geniales, admita el tópico y la mentira del “envejecimiento de la población”.
alemán oscilaba poco más o menos en los cincuenta años. Y con ello la vejez empezaba a los cuarenta. En la actualidad, la vida media se acerca a los noventa años, en cantidad de años y en calidad de vida se vive más y mejor y se puede, y en general se quiere, trabajar muchos más años.
El fenómeno que vivimos es el de la ampliación de la juventud y alejamiento de la vejez y de la incapacidad. En consecuencia, hay cada vez más jóvenes y no cada vez más viejos, por cuanto el cursor biológico avanza sin cesar, alejando el momento en que al hombre se le puede contar entre el número de ancianos.
En suma, la juventud se alarga y la vejez se aleja. Cada vez hay más jóvenes por cada viejo. En consecuencia, cada vez resulta más fácil y llevadera la carga de proveer al cuidado de quienes por su cansancio o sus achaques ya no pueden ganarse la vida por sí mismos. El problema de las pensiones no existe nada más que si lo creamos artificialmente, manteniendo inconmovible la fecha de la jubilación, que de una manera natural e inexorable se va alejando de la fecha oficial y administrativa.
El movimiento paralelo del cursor biológico y del cursor laboral resuelve por sí sólo el problema de las pensiones, incluso lo facilita, porque la evolución demográfica aligera la carga en lugar de aumentarla.
El “envejecimiento de la población” es otra gran mentira de los economistas y políticos de nuestro tiempo. En el actual momento, los 65 años fijados sirven para convertir en pasivos a una masa inmensa y creciente de personas que pueden y en general quieren seguir siendo activos. No tardará mucho en quedarse otra vez corta la cifra.
El ajuste que proponemos, y al que se va poco a poco, pero con timidez
equivocada, permite que desaparezca de las mentes esa obsesiva preocupación por la proximidad del momento en que las pensiones no se puedan pagar.
Es de lamentar que Sarkozy, en medio de sus intuiciones geniales, admita el tópico y la mentira del “envejecimiento de la población”.
Fuente: El Manifiesto de Madrid
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