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La muerte de Marcel Marceau dejó sin silencio al teatro


-¿Le teme a la muerte?
-No, ¿por qué debería temerle? Al contrario: quiero morir de pie, en un escenario. ¿Por qué no voy a hacerlo? Si tantas veces he muerto en el escenario y me he levantado para saludar al público. Sé que algún día moriré, pero también sé que mi arte prevalecerá. ¿No es esto un milagro?
Es lo que respondía Marcel Marceau en la entrevista que le hizo Fabiana Scherer en LA NACION, en marzo de 2005, cuando el poeta del silencio llegó una vez más a la Argentina para actuar por primera vez en el Colón. Y fue como hubiera querido.
Su familia se ahorró explicaciones sobre su partida definitiva del mundo. Sólo a través de su asistente, Emmanuel Vacca, informó que el mimo falleció anteayer en París, a los 84 años, y que será enterrado en el cementerio de Père Lachaise.
"Francia pierde a uno de sus más eminentes embajadores", declaró el presidente francés Nicolas Sarkozy.
"Hay muchos gestos imposibles. Por ejemplo, no se puede mimar la mentira, porque para mentir sólo se necesita la palabra. Y estoy agradecido de que así sea.
El mimo transmite lo que la palabra no puede", decía este genio que inspiró de Samuel Beckett a Michael Jackson. "Por eso, visualmente, llega mucho más que la palabra. Esa es la fuerza de Chaplin y de Buster Keaton: son personajes ricos en su silencio.
" Era admirador de los astros de las películas mudas, quienes lo influenciaron para que se dedicara a la pantomima. Sólo en 1967 conoció a Charles Chaplin, de casualidad, en el aeropuerto de Orly, en París, cuando se dirigía a Roma para filmar Barbarella . Marceau lo imitó con su particular forma de caminar y su bastón, antes de besarlo con lágrimas en los ojos, con la humildad de un gran admirador.
Se formó en la Escuela de Arte Dramático Charles Dullin, donde estudió con el gran Etienne Decroux, padre de la pantomima moderna. Este, a su vez, lo puso en contacto con Jean-Louis Barrault, quien lo contrató para que hiciera de Arlequín en su obra Bautista . También pasó por la escuela de Jacques Lecoq, pero se distanció para definir su propio concepto de historia contada.
En 1947 formó su propia compañía, en la que creaba sus "mimodramas". En las décadas del 50 y 60, la TV llevó su obra a un público mucho más amplio. Su labor en Una película muda , de Mel Brooks, es recordada como una de las grandes bromas del cine. Era el único personaje con texto. Con ojos desorbitados exclamaba: "¡No!". Pero el teatro era su territorio.
En 1947 creó su famoso personaje Bip, un descendiente de Pierrot, con conciencia social. Cara blanca, sombrero de copa raído, con una flor en la parte superior, camiseta marinera con botones y pantalones anchos. Era todo poesía y protagonista de sus mimodramas. Capaz de ser David para convertirse en Goliat; o Don Juan para mostrar el amor y la felicidad, la dicha y la tristeza, o la vejez y la muerte. Todo en minutos.
Su arte estaba compuesto por 120 gestos y movimientos. "Las palabras no son necesarias para expresar lo que sentimos. El teatro se ha alejado demasiado de lo físico. Da palabras en vez de cuerpos. Cuento cosas simples y devuelvo a los espectadores un héroe con el que cualquiera se puede identificar. Es todo", decía. Uno de sus mejores actos era Juventud, madurez, vejez, muerte , con la que repasaba una vida en pocos minutos.
"Entra en nuestras casas con paso de ladrón y con el terrible descaro del claro de luna", solía decir Jean Cocteau sobre Bip.
No escapó de las crisis. Durante mucho tiempo se dedicó a la docencia y en 1978 creó su Escuela Internacional del Mimodrama, en París, que se cerró hace dos años por falta de financiación.
A su vez, recibió decenas de condecoraciones, premios y títulos.
Ciudadano del mundo
"Mi espectáculo es ultrapobre, pero es rico en su pobreza. En la soledad del escenario intento tocar el alma de la gente", dijo a este diario durante su visita a Buenos Aires, en mayo de 1997. Es que la Argentina fue uno de los países que visitó con mayor frecuencia. Llegó por primera vez en 1951, donde sembró un amor interminable con el público local, sólo interrumpido durante la dictadura militar. Volvió en 1987, con la democracia. "Nunca voy a olvidar la ovación extraordinaria que recibí en aquella presentación. Confieso que aquel reconocimiento lo tengo muy presente. El «¡oh, oh, oh, oh, Marcel Marceau!» es imposible de olvidar", dijo. Luego volvió en el 91, donde fue declarado ciudadano ilustre de Buenos Aires; en el 97, para actuar en el Coliseo; en 2000, en el San Martín; y en 2005, en el Colón, el Gran Rex, y en Córdoba.
La nación de Argentina

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