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Carnaval y política: ¿relaciones peligrosas?



Hace 200 años, la gente se burlaba de los poderosos en carnaval. Hoy, el carnaval alemán es celebración, pero también un espacio de crítica y un escape a la frustración por el mal manejo por parte de la clase política.
Este año, en el desfile de carnaval de Colonia aparece la canciller Angela Merkel caracterizada como una cerda dando de mamar a sus cerditos, que llevan sobre sus hombros las banderas de los países en crisis de la Unión Europea. Un muñeco gigante del ministro alemán del Interior, Hans Peter Friedrich, está sentado sobre un retrete en el que explota una bomba neonazi. De ese modo, y como es típico del Carnaval alemán, se expresan sin pelos en la lengua los temas más candentes de la política germana. Se puede ver también a una paloma que representa al premio Nobel de la Paz de la UE, posada sobre un baúl repleto de armas listas para ser exportadas. Y una vaca suiza pasta euros frescos de Alemania, y los expulsa en forma de CDs con datos de evasores de impuestos alemanes por el otro extremo.
Esas figuras de gran tamaño, que son los motivos sobresalientes del carnaval de Colonia, Düsseldorf y Maguncia y van a la cabeza de los multitudinarios desfiles, fueron preparadas con amor al detalle durante semanas. A menudo, los motivos de los carromatos se revelan poco antes del desfile, y está prohibido fotografiarlos, por un lado, para que aumente la curiosidad y para atraer a los espectadores, y, por el otro, para evitar que esos motivos puedan generar querellas por parte de los personajes políticos a quienes representan. Pero, de vez en cuando, aparece algún abogado que amenaza con tomar medidas legales e insta a cambiar las figuras. Sin embargo, las amenazas no se cumplen, explica Kay Uwe Schreiber, miembro del directorio de la Asociación de Carnaval de Maguncia, a DW.
Domesticando a la clase política

Criticar a la clase política sigue siendo un privilegio del carnaval y del cabaret o café-concert. “Los políticos tienen que tolerarlo”, dice Schreiber, que organiza desfiles en Maguncia. Sin embargo, hay ciertos temas que a veces se trata de evitar porque son objeto de protestas, como la religión y la Iglesia.
“Lo que queremos es criticar con humor, sin ofender a nadie”, subraya, por su parte, Sigrid Krebs, del Comité Permanente del Carnaval de Colonia. “No manifestamos nada que no sea cierto, y tampoco insultamos a nadie”, resalta también Jürgen Dietz, que desde hace 30 años personifica a un mensajero del Parlamento alemán en las sesiones de carnaval, y conoce cuán sensible puede ser la clase política alemana a la hora de enfrentarse a las críticas. “Si se hace con respeto, todo vale”, dice.
Carnaval, economía y política: una alianza perjudicial
Los representantes del pueblo se muestran a menudo en las celebraciones de carnaval como parte de su estrategia de acercamiento a la gente. Pero el carnaval no es solo una

fiesta, sino también un negocio muy lucrativo. Las actividades en las asociaciones de carnaval cuestan mucho dinero, por lo cual las empresas aprovechan para participar y apoyarlas económicamente lo que les permite acercarse de otro modo a la clase política. Algo que, en parte, encierra el peligro de que las sesiones se vuelvan dependientes de la voluntad de empresas y políticos.
Un ejemplo, empero, de que el carnaval puede ser también un factor de promoción de valores políticos es el hecho de que, desde 1950, la asociación de carnaval de Aquisgrán otorga el galardón más famoso, la “Orden de la Gran Seriedad”, con la que se premia a los políticos más humanos y que demuestran tener humor. Algunos de los premiados fueron los cancilleres alemanes Konrad Adenauer, Helmut Schmidt y el antiguo ministro alemán de Exteriores Hans-Dietrich Genscher.
La Stunk Sitzung de Colonia es una de las sesiones de carnaval más rebeldes y más visitadas.
La insolencia y la rebeldía, dueñas del carnaval
El último bastión de los “bufones” (Jecken) es Colonia, de cuyo dialecto proviene precisamente esa palabra, que designa tanto a quienes celebran el carnaval como a quienes, con desparpajo, no dejan títere con cabeza en el escenario de cabarets o café-concerts.
En sesiones como la “Stunk Sitzung” (de “Gestank”: mal olor), que se remonta a 1983, se ejercita una crítica agria y directa, sin concesiones. “Les pegamos a todos”, dice, no sin cierto orgullo, Winnie Rau, uno de los responsables del evento, que ya es un clásico del carnaval más contestatario de Alemania. Mientras los funcionarios del Gobierno ya se acostumbraron a esa práctica, la Iglesia aún es reticente y las denuncias no son nada raro. “Los allanamientos y juicios contra el director son algo muy común”, cuenta Winnie Rau. Pero los tribunales se atienen al argumento de que los carnavaleros hacen uso de su “libertad artística”, anclada en la Constitución alemana, y no imponen castigo alguno. La “Stunk Sitzung” sigue siendo un éxito. Con lo cual se comprueba, una vez más, que la tradición renana de burlarse de los soldados prusianos en los carnavales del siglo XIX aún sigue viva.
Autor: Wolfgang Dick/ Cristina Papaleo
Editora: Emilia Rojas-Sasse
DW



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