El Fine Gael ha celebrado con pinturas de guerra su victoria en las legislativas irlandesas. El resultado definitivo se hace esperar, pero las proyecciones de voto sitúan a esta formación de centro derecha cerca de la mayoría absoluta. Antes de saber siquiera quién será su socio de coalición, el futuro primer ministro, Enda Kenny, se dispone a plantar batalla en Bruselas para renegociar las condiciones del rescate financiero heredado del gobierno saliente: “Queremos enviar un mensaje a Europa y al mundo: tendremos un gobierno fuerte y estable, nuestro país está abierto a los negocios, reconstruiremos nuestra reputación dentro y fuera”.
Lo más probable es que Kenny se apoye en los laboristas, la segunda formación más votada, para conseguir un gobierno sólido con el que salir de la crisis. Los recortes presupuestarios que aceptó el gobernante Fianna Fáil, el partido más votado en los últimos 80 años, le han pasado una demoledora factura electoral, pues podría perder más de 50 escaños.
- “Bueno, les hemos dado lo que se merecen”, decía una vecina de Dublín. “Estoy muy contenta con los resultados, sobre todo en Dublín. Me alegro por los laboristas y espero que nos sirva para tener una sociedad más igualitaria”.
- “Han dejado el país hecho un desastre. Me alegro de que se vayan y estoy seguro de que todo el mundo se alegra”, añadía un hombre a su lado.
Hace 4 meses Irlanda pidió auxilio a la UE y al FMI para evitar la quiebra. Las condiciones impuestas tras la concesión de un préstamos de unos 85.000 millones de euros son afiladas estacas clavadas en el orgullo del “tigre celta”.
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