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MUJERES: Guatemala: Las mujeres imprescindibles en la lucha por la memoria


Eran las tres de la tarde cuando entré a la sala de vistas de la Corte Suprema de Justicia. Estaba llenísima de gente, eran cientos de personas, ni siquiera puedo decir cuántas. Había luchadoras sociales de toda la vida, también jóvenes, muchas de ellas provenientes de diferentes puntos del país; había presencia de comunicadores sociales, periodistas tanto nacionales como prensa extranjera; también hubo familiares de militares que vociferaban mensajes de odio. Había tanta tensión que hasta se podía oler y tocar.

Al entrar en la sala, me encontré con amigas, con quienes nos hemos acompañado y coincidido en esta lucha que es la vida y es de toda la vida; entonces me sentí más tranquila, segura de que todo esto es mucho más fácil si caminamos juntas.
Las mujeres y hombres del pueblo Ixil, con su presencia nos regalaron la posibilidad de entender cómo se teje delicadamente y con paciencia el rojo con verde, blanco, rojo, azul, morado y amarillo que es la fuerza de la memoria llena de voces, silencios, dolor, lágrimas, insomnios, sueños, convicción, paciencia y dignidad que no olvidaremos jamás.
Había mucho calor, la tierra acababa de temblar y las nubes grises que cubrían el Palacio de Justicia y la torre de tribunales anunciaban que pronto vendría algo más que lluvia. La tierra estaba lista para recibirla y nosotras también.

Eran muchas expectativas de lo que ocurriría, nerviosismo, ansias y esperanzas. Aunque deseábamos y sabíamos que se haría justicia, también había temores y dudas; hay un dicho que siempre repetimos, que en Guatemala se han visto muertos acarreando bultos, es decir que puede pasar cualquier cosa. Y es que, como es común, circulaban muchos rumores acerca de que la defensa de los dos militares juzgados, interrumpirían y evitarían que se dictara sentencia, que moverían su poder, que aparecerían con un papel que lo arruinaría todo.Yo no era capaz de ser totalmente consciente del momento que estábamos viviendo, ni siquiera de todo lo que estaba sintiendo y percibiendo, sólo sabía que por toda mi historia, nuestra historia, debía estar ahí presente.

Como comunicadora, grabadora y cámara en mano caminé y bajé hacia donde se ubicarían las juezas y el juez, hacia el lugar en donde se reafirmaría lo que los pueblos hemos dicho hasta el cansancio: que sí hubo Genocidio. Por eso decidí no separarme de ese lugar: quise escuchar a un metro de distancia, documentar, registrar con mi cámara, con mis emociones y con mi memoria ese momento.
Cuando la jueza Jazmín Barrios leía, pronunciaba la sentencia, mis oídos no terminaban de enviar señales al cerebro, imaginaba, recordaba, pensaba, pero principalmente sentía. No hablé con nadie, no pronuncié ninguna palabra, no podía.Cantar en la sala  “aquí no lloró nadie, aquí solo queremos ser humanos…”  fue como una pomada que lavaba las lagrimas que poco a poco nos permitirán descansar, detenernos un poco para seguir y tomar más fuerzas.
Reafirmar que hubo Genocidio es un reconocimiento de dignidad para quienes entregaron su vida y para quienes la dedican a dignificarles. No era alegría lo que sentía, era tristeza, dolor, eran recuerdos, era un poco de tranquilidad, era un poco de justicia.Pero también rabia de saber que en este mismo momento se continua justificando el uso de la violencia estatal para imponer el modelo económico que acumula riqueza; y que para hacerlo pareciera que no están dudando en repetir los mismos actos que hace treinta y un años.

Hoy en mi país hay miles de personas amenazadas por la presencia patriarcal, autoritaria y violenta de empresas y ejército; decenas de personas presas y perseguidas políticas, existe represión y militarización Hablo de los hechos ocurridos el 9 de mayo en Barillas y San Mateo Ixtatán, el estado de sitio en cuatro municipios del país, las comunidades desplazadas como la del Centro Campesino en Petén y decenas de personas asesinadas como Daniel Pedro por decidirse a defender la vida, el agua y el territorio, que amenazan empresas nacionales y trasnacionales con el apoyo del gobierno.
El reconocimiento de que si hubo Genocidio en Guatemala es un paso importante para la lucha por la memoria, la impunidad y la verdad; en donde el papel de las mujeres es y ha sido imprescindible.
 Este juicio también dejó evidente la disputa del sistema patriarcal por mantener su hegemonía, que se expresa en la dominación masculina evidente en las acciones violentas de hombres de la clase dominante en su mayoría criollos y ladinos, funcionarios de gobierno desde el presidente (ex kaibil señalado también en este juicio) militares, representantes de las cámaras de empresarios y finqueros, dueños de medios corporativos, operadores politicos, abogados bigotones, gritones y misóginos.  Todos ellos en un pacto patriarcal, dispuestos a encubrir los crímenes más atroces cometidos por todos ellos.
Todos ellos acostumbrados a manejar el país, las leyes y a la población, principalmente a las mujeres y a los pueblos indígenas, con impunidad y por la fuerza.

Desataron una campaña de terror, chantaje, manipulación y criminalización misógina y racista, hacia  las mujeres como la Jueza Jazmín Barrios, las valientes mujeres ixiles que denunciaron las atrocidades cometidas en su contra como la violencia sexual, las feministas, defensoras de derechos humanos y de los pueblos indígenas, mujeres indígenas, mujeres de izquierdas, periodistas de Guatemala y de otros países -estas últimas señaladas de financiar y promover el juicio por genocidio.
Por los testimonios de las mujeres ixiles y peritas que analizaron los crímenes en contra de ellas y otras miles que no pudieron expresarse en este juicio, quedó clara la amenaza que han significado las mujeres para quienes han ostentado el poder y la intención de someternos hasta el exterminio.

Una mujer que piensa y habla siempre ha sido una amenaza. En este caso la sienten desde sus estructuras de poder más profundas, por lo tanto este juicio podemos considerarlo también un avance en la lucha contra el patriarcado.
Creo que inicia una etapa en nuestras luchas en donde debemos reflexionar la historia y la memoria también desde la perspectiva feminista, evidenciar los crímenes de odio desde los cotidianos hasta los estructurales y garantizar que no queden impunes, nunca más.
Quise recoger este momento histórico en los sentimientos  y emociones de algunas de éstas mujeres valientes, a escasos minutos de que la Jueza Jazmin Barrios terminara de leer la sentencia; la sala de tribunales, el país entero, la tierra, el cielo y nosotras nos estremecimos.
Les invito a escucharlas y a compartir con nosotras un pedazo de esta historia:

periodismo humano

El sueño de Máxima, 80 años de cárcel para Ríos Montt

Casi 15 años han pasado desde que Rigoberta Menchú interpusiera una querella contra el dictador Efraín Ríos Montt por torturas, terrorismo y genocidio ante la Audiencia Nacional de España

Veinte años esperó Máxima García para contarle a su marido que había sido violada por una veintena de soldados durante la represión de las comunidades indígenas

Poco después, Máxima pedía ante nuestra cámara que hubiera "juicio para Ríos Montt, queremos seguir luchando". Nunca pensó que tendría lugar en Guatemala y menos que sería condenado a 80 años de prisión por genocidio y crímenes de lesa humanidad.

Ríos Montt durante el juicio (Moises Castillo / AP Photo) 

Con la voz firme pero cargada de emoción, la jueza Jazmín Barrios verbalizó lo que hasta hace apenas un par de años los supervivientes de las aldeas más masacradas durante los 30 años de guerra civil (1960-1996) todavía sólo podían recordar en la intimidad de sus hogares, todavía con el terror vertebrando su vida cotidiana, todavía teniendo que encontrarse con los asesinos y violadores de sus mujeres, padres e hijos, sin poder atesorar ni siquiera la esperanza de que alguna vez la justicia hiciera acto de presencia en aldeas y montañas de un Estado en muchas regiones fallido.
Hombres discriminados por ser indígenas, pobres y en el caso de ellas, además, por ser mujeres. Pese a ello, hace ya 15 años que muchos de ellos empezaron a tejer redes para hacer justicia con Rigoberta Menchú como su rostro más visible. En 1999, su Fundación presenta ante la Audiencia Nacional de España una querella por torturas, terrorismo y genocidiocontra el dictador Efraín Ríos Montt, dictador entre 1982 y 1983, y otros altos oficiales guatemaltecos. Amparándose en el, ahora mutilado, principio de jurisdicción universal y siguiendo el procedimiento empleado en el caso del dictador chileno Augusto Pinochet, miles de víctimas del genocidio guatemalteco depositaron en la justicia española la esperanza de vencer la paralizante impunidad reinante en Guatemala.
Máxima García, superviviente del genocidio guatemalteco (Javier Bauluz / Piraván)
Una década después, en 2008, en medio de las verdes montañas de una de las regiones más arrasadas por el genocidio contra los indígenas, Máxima García nos atiende, tierna en su acogida, decidida en su necesidad de contar los crímenes que contra ella, su cuerpo y su familia se cometieron, entera en su generosidad de dar el testimonio que su madre nunca podrá compartir, rota para siempre desde aquella tarde en la que cuando iba a llevar la comida a su suegro, fue retenida y violada por soldados que hacían cola para turnarse en la comisión del crimen. Cuando por fin la dejaron tirada en medio del monte, se vistió, volvió al hogar familiar y no contó nada a su marido hasta veinte años después. No le explicó por qué su bebé había nacido con el cuello torcido ni por qué había muerto a los pocos días. Ni tampoco que había sido violada por los soldados como lo había sido su madre antes de que la asesinaran y la encontraran colgada por unas cuerdas del techo mientras la casa ardía. No se lo había contado a su marido hasta veinte años después, pero apenas un par de años más tarde, en 2008, estaba diciéndonoslo en voz alta, mirando directamente a la cámara, sin interrumpir su discurso aunque, a veces, una lágrima se empezara a formar y a engrosar lentamente en su párpado para deslizarse después por su mejilla.
periodismo humano

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