Recientemente, una nota periodística dio cuenta, en Santa Fe, que pasar una vejez tranquila es uno de los principales anhelos de las personas.
Esto, como consecuencia de que tras varios años de trabajo, de obligaciones y de responsabilidades se piensa en que un día llegará el momento de descansar y de hacer todo lo que no se pudo cuando se estaba en actividad.
Sin embargo, las expectativas de llegar a viejo y de disfrutarlo se truncan cuando con la jubilación que se va a percibir se deduce que llegar a fin de mes será difícil.
Marcelo V. es uno de los tantos jubilados que a nivel nacional cobra la jubilación mínima. Se lo suele ver en distintas partes de la ciudad, activo aún, pero lamentándose en la charla informal porque debe resignarse a que "el dinero alcance" y muchas veces "rogar no enfermarme".
Como tanto otros en su condición, este rafaelino que trabajó muchos años en un sector de la industria local reconoce que "para vivir hay que hacer maravillas", y si bien personalmente no atraviesa un tiempo económico muy duro sabe de "ex compañeros que en ocasiones no pueden comprar los remedios", por lo que "a veces los toman día por medio" para tratar de mantener el período de efectividad en el cuerpo.
Reconoció en la charla con La Página del Jubilado que "muchos remedios se consiguen a través del PAMI, pero hay algunos que resultan muy caros y al organismo se le hace difícil entregarlos".¿Entonces...? Buena pregunta.
No son pocos los jubilados que deben apelar a sus hijos. En ese marco, colaboran para el pago de los impuestos, la compra de medicamentos, y aunque resulte doloroso, muchas veces para la diaria mantención. Para llegar a fin de mes "poniendo algo sobre los platos", a la hora de las comidas.
Claro que esta situación produce, en muchos, vergüenza. Aunque la misma se diluye cuando los hijos reconocen que pasan a cumplir la misma función que ellos, los padres, cumplieron cuando los que ahora ayudan eran chicos.
Que no es otra que velar por la integridad física.Se menciona el término vergüenza con resignación, pero a la vez con bronca e impotencia. Porque se trabajó y aportó toda una vida con la esperanza de una vejez digna, sin sobresaltos. La misma que le realidad voltea con un sonoro cachetazo.A decir verdad, están aquellos pasivos que deciden continuar laborando, y aceptan el convite de quien les tiende una mano.
A veces con el reconocimiento justo por la tarea, y en otros casos sabiendo que lo recibido es magro ante el esfuerzo y prestación realizados.
Claro que todo lo anterior a veces queda en el olvido. Aunque más no sea por algunas horas.Aquellas que se pasa en familia, junto a hijos y nietos. O bien cuando, en reuniones con otros jubilados, se da paso al tiempo de compartir una comida y, en ocasiones, un festival bailable.
R.A.A
La Opinión de Rafaela
Esto, como consecuencia de que tras varios años de trabajo, de obligaciones y de responsabilidades se piensa en que un día llegará el momento de descansar y de hacer todo lo que no se pudo cuando se estaba en actividad.
Sin embargo, las expectativas de llegar a viejo y de disfrutarlo se truncan cuando con la jubilación que se va a percibir se deduce que llegar a fin de mes será difícil.
Marcelo V. es uno de los tantos jubilados que a nivel nacional cobra la jubilación mínima. Se lo suele ver en distintas partes de la ciudad, activo aún, pero lamentándose en la charla informal porque debe resignarse a que "el dinero alcance" y muchas veces "rogar no enfermarme".
Como tanto otros en su condición, este rafaelino que trabajó muchos años en un sector de la industria local reconoce que "para vivir hay que hacer maravillas", y si bien personalmente no atraviesa un tiempo económico muy duro sabe de "ex compañeros que en ocasiones no pueden comprar los remedios", por lo que "a veces los toman día por medio" para tratar de mantener el período de efectividad en el cuerpo.
Reconoció en la charla con La Página del Jubilado que "muchos remedios se consiguen a través del PAMI, pero hay algunos que resultan muy caros y al organismo se le hace difícil entregarlos".¿Entonces...? Buena pregunta.
No son pocos los jubilados que deben apelar a sus hijos. En ese marco, colaboran para el pago de los impuestos, la compra de medicamentos, y aunque resulte doloroso, muchas veces para la diaria mantención. Para llegar a fin de mes "poniendo algo sobre los platos", a la hora de las comidas.
Claro que esta situación produce, en muchos, vergüenza. Aunque la misma se diluye cuando los hijos reconocen que pasan a cumplir la misma función que ellos, los padres, cumplieron cuando los que ahora ayudan eran chicos.
Que no es otra que velar por la integridad física.Se menciona el término vergüenza con resignación, pero a la vez con bronca e impotencia. Porque se trabajó y aportó toda una vida con la esperanza de una vejez digna, sin sobresaltos. La misma que le realidad voltea con un sonoro cachetazo.A decir verdad, están aquellos pasivos que deciden continuar laborando, y aceptan el convite de quien les tiende una mano.
A veces con el reconocimiento justo por la tarea, y en otros casos sabiendo que lo recibido es magro ante el esfuerzo y prestación realizados.
Claro que todo lo anterior a veces queda en el olvido. Aunque más no sea por algunas horas.Aquellas que se pasa en familia, junto a hijos y nietos. O bien cuando, en reuniones con otros jubilados, se da paso al tiempo de compartir una comida y, en ocasiones, un festival bailable.
R.A.A
La Opinión de Rafaela
Comments