Por: Dilbert Reyes Rodríguez
Tradicionalmente, los criterios sobre la tercera edad flotan entre dos aguas.
En el lado más dramático, la cercanía de la muerte natural y la degeneración de la imagen corporal, las habilidades físicas y la capacidad mental, alimentan el miedo de muchos a la última etapa de la vida.
Sin embargo, razones más optimistas consideran la posibilidad de llegar a la mayoría de edad como un privilegio real y magnífico, que se traduce en tiempo de obstáculos vencidos, de fundación familiar, de experiencias acumuladas y transmitidas a la descendencia.
A la vejez se llega con todos los derechos merecidos, máxime si a la persona le precede un currículum hinchado de acciones de bien, de trabajo constante, de voluntad incontenible para seguir ofreciendo de sí todo lo posible, sin egoísmos.
El 14 de diciembre de 1990, la Asamblea General de la ONU proclamó el primero de octubre como el Día Internacional de las Personas de Edad, en franco reconocimiento al mérito de la vida.
Las celebraciones anuales mantienen el objetivo fundacional de reconocer la contribución de los adultos mayores al desarrollo humano y económico, así como resaltar las oportunidades y los retos asociados al envejecimiento demográfico mundial.
No pocos expertos coinciden en calificar como revolución, las actuales tendencias del fenómeno poblacional, cuya causa principal está, precisamente, en ese envejecimiento acelerado, evidente en los 600 millones de personas que hoy tienen más de 60 años en el planeta.
Estudios recientes revelan que esta cifra se duplicará hacia el año 2025, y llegará a casi dos mil millones en el 2050, por lo cual los adultos mayores asumirán un protagonismo cada vez más creciente en la práctica social.
Las mayores preocupaciones y estados de alerta que genera la nueva problemática tienen que ver, fundamentalmente, con los destinos económicos de los países, debido al consecuente incremento en la edad promedio de la fuerza laboral remunerada.
Aunque los lógicos motivos económicos no escapan a la óptica de Cuba en relación con el asunto, las medidas adoptadas por la Isla caribeña conservan otros puntos de vista, pensados una vez más desde el beneficio al pueblo trabajador.
La consulta popular del anteproyecto de Ley de Seguridad Social, que propone la extensión de la edad laboral hasta los 65 años los hombres y 60 las mujeres, constituye el acontecimiento legal más importante de la actualidad en la Mayor de las Antillas.
Millones de cubanos, en repetida expresión de democracia, evalúan el texto, consideran posibles modificaciones y aprueban una medida que es garantía de un sólido sistema de seguridad social y premio justo al aporte tributado por quienes llegan a la tercera edad.
Es curioso, pero las causas del envejecimiento de la población cubana provocan orgullo, si precisamos que están en la calidad de vida y la celosa vigilancia de la salud del pueblo.
En correspondencia con los objetivos fundacionales del Día Internacional de las Personas de Edad, Cuba estimula, sobre los principios de la justicia social, la verdadera "creación de una sociedad para todas las edades".
La contemplación entre el pasado vivido y el presente, en el cual todavía se es útil, tiene que ser un buen pretexto para la satisfacción personal durante la vejez, por encima de miedos y prejuicios.
Tradicionalmente, los criterios sobre la tercera edad flotan entre dos aguas.
En el lado más dramático, la cercanía de la muerte natural y la degeneración de la imagen corporal, las habilidades físicas y la capacidad mental, alimentan el miedo de muchos a la última etapa de la vida.
Sin embargo, razones más optimistas consideran la posibilidad de llegar a la mayoría de edad como un privilegio real y magnífico, que se traduce en tiempo de obstáculos vencidos, de fundación familiar, de experiencias acumuladas y transmitidas a la descendencia.
A la vejez se llega con todos los derechos merecidos, máxime si a la persona le precede un currículum hinchado de acciones de bien, de trabajo constante, de voluntad incontenible para seguir ofreciendo de sí todo lo posible, sin egoísmos.
El 14 de diciembre de 1990, la Asamblea General de la ONU proclamó el primero de octubre como el Día Internacional de las Personas de Edad, en franco reconocimiento al mérito de la vida.
Las celebraciones anuales mantienen el objetivo fundacional de reconocer la contribución de los adultos mayores al desarrollo humano y económico, así como resaltar las oportunidades y los retos asociados al envejecimiento demográfico mundial.
No pocos expertos coinciden en calificar como revolución, las actuales tendencias del fenómeno poblacional, cuya causa principal está, precisamente, en ese envejecimiento acelerado, evidente en los 600 millones de personas que hoy tienen más de 60 años en el planeta.
Estudios recientes revelan que esta cifra se duplicará hacia el año 2025, y llegará a casi dos mil millones en el 2050, por lo cual los adultos mayores asumirán un protagonismo cada vez más creciente en la práctica social.
Las mayores preocupaciones y estados de alerta que genera la nueva problemática tienen que ver, fundamentalmente, con los destinos económicos de los países, debido al consecuente incremento en la edad promedio de la fuerza laboral remunerada.
Aunque los lógicos motivos económicos no escapan a la óptica de Cuba en relación con el asunto, las medidas adoptadas por la Isla caribeña conservan otros puntos de vista, pensados una vez más desde el beneficio al pueblo trabajador.
La consulta popular del anteproyecto de Ley de Seguridad Social, que propone la extensión de la edad laboral hasta los 65 años los hombres y 60 las mujeres, constituye el acontecimiento legal más importante de la actualidad en la Mayor de las Antillas.
Millones de cubanos, en repetida expresión de democracia, evalúan el texto, consideran posibles modificaciones y aprueban una medida que es garantía de un sólido sistema de seguridad social y premio justo al aporte tributado por quienes llegan a la tercera edad.
Es curioso, pero las causas del envejecimiento de la población cubana provocan orgullo, si precisamos que están en la calidad de vida y la celosa vigilancia de la salud del pueblo.
En correspondencia con los objetivos fundacionales del Día Internacional de las Personas de Edad, Cuba estimula, sobre los principios de la justicia social, la verdadera "creación de una sociedad para todas las edades".
La contemplación entre el pasado vivido y el presente, en el cual todavía se es útil, tiene que ser un buen pretexto para la satisfacción personal durante la vejez, por encima de miedos y prejuicios.
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