La Prensa (Nicaragua)8/10/2008.
Marvin Saballos Ramírez*
Llegando a sexagenario, puedo decirlo con confianza, ¡Hombré (y mujer) ya estamos viejos!
En las últimas décadas se han introducido los términos de “adulto mayor”, “tercera edad” u otras formas que pretenden ser recatadas al referirse a nosotros los viejos, como si fuera algo que hay que tratar con sutileza para hacernos sentir bien.
¡Pero vaya! Si es todo lo contrario, tenemos el orgullo y la bendición de haber alcanzado hasta las últimas etapas de la vida, de cerrar el ciclo natural. Fíjense bien, para alcanzar esta meta hemos tenido que tener la inteligencia, el carácter, la capacidad y la fortuna de poder llegar a ser viejos, pasando por las sucesivas fases vitales: niñez, adolescencia, joven adulto, adulto maduro hasta exitosamente llegar a viejos.
¡No es así nomás llegar a viejo! Y por eso hay toda la razón para celebrarlo. Recién se conmemoró en Nicaragua el Día del Adulto Mayor el pasado 1 de octubre. Las Naciones Unidas le llaman Día Internacional de las Personas de Edad, cabría preguntarse ¿de cuál edad? Quizá es más acertado el nombre que las mismas Naciones Unidas dan a las reuniones globales sobre el tema: Asambleas Mundiales sobre el Envejecimiento (a la fecha se han celebrado dos: en Viena 1982 y en Madrid en 2002).
Los procesos biológicos y sicológicas propios del envejecimiento se manifiestan inevitablemente alrededor de las décadas de los cincuenta y sesenta de la vida humana.
La experiencia y la ciencia nos dicen que la mejor manera de vivir saludablemente es asumir la realidad de nuestra vida en cada momento y circunstancia, la negación, la evasión, la fantasía son mecanismos de defensa y adaptación, buenos acaso en el momento de una crisis, pero dan orígenes a neurosis y vidas insatisfechas cuando nos aferramos a ellos.
Cada etapa de la vida tiene sus propios encantos, retos y dificultades. Lo sano es vivirlas a la mayor plenitud posible. Por ejemplo, nunca me imaginé que iba a ser tan bonito tener nietos, o que las personas en general te traten con consideración y respeto en atención a los años. Es verdad que el deterioro físico te va presentando graduales y mayores limitaciones, también que ocasionalmente se encuentra uno con otras personas impertinentes que tratan al viejo groseramente. ¿Pero qué se gana con renegar o lamentarse permanentemente? Hay que aprender a convivir con las limitaciones y ser creativos en encontrar otras formas de disfrutar la vida cuando algo que uno anteriormente hacía ya no es posible. Amargarse no es una opción, siempre hay algo que se puede hacer y resulte satisfactorio y útil.
Es también verdad que las condiciones socioeconómicas y familiares se van volviendo adversas, especialmente en países con severas limitaciones en el desarrollo de la previsión y asistencia social, como lo es el nuestro. Ni al niño, ni a la mujer, ni al trabajador, ni al ciudadano en general, se le hacen efectivos sus derechos si no se lucha y vela por ellos. No es distinto con nosotros los viejos, luchando por nuestros derechos seguimos activos en la vida social y es también oportunidad de sentirnos útiles y de recibir compensaciones. Hasta los actuales jóvenes nos agradecerán en el futuro los logros que podamos alcanzar hoy por el bienestar de los viejos.
¡Felicidades a las viejas y a los viejos por el reciente Día Internacional de la Vejez!
¡Debemos sentirnos orgullosos y disfrutar de ser viejos!
*El autor es Psicólogo Social.
Marvin Saballos Ramírez*
Llegando a sexagenario, puedo decirlo con confianza, ¡Hombré (y mujer) ya estamos viejos!
En las últimas décadas se han introducido los términos de “adulto mayor”, “tercera edad” u otras formas que pretenden ser recatadas al referirse a nosotros los viejos, como si fuera algo que hay que tratar con sutileza para hacernos sentir bien.
¡Pero vaya! Si es todo lo contrario, tenemos el orgullo y la bendición de haber alcanzado hasta las últimas etapas de la vida, de cerrar el ciclo natural. Fíjense bien, para alcanzar esta meta hemos tenido que tener la inteligencia, el carácter, la capacidad y la fortuna de poder llegar a ser viejos, pasando por las sucesivas fases vitales: niñez, adolescencia, joven adulto, adulto maduro hasta exitosamente llegar a viejos.
¡No es así nomás llegar a viejo! Y por eso hay toda la razón para celebrarlo. Recién se conmemoró en Nicaragua el Día del Adulto Mayor el pasado 1 de octubre. Las Naciones Unidas le llaman Día Internacional de las Personas de Edad, cabría preguntarse ¿de cuál edad? Quizá es más acertado el nombre que las mismas Naciones Unidas dan a las reuniones globales sobre el tema: Asambleas Mundiales sobre el Envejecimiento (a la fecha se han celebrado dos: en Viena 1982 y en Madrid en 2002).
Los procesos biológicos y sicológicas propios del envejecimiento se manifiestan inevitablemente alrededor de las décadas de los cincuenta y sesenta de la vida humana.
La experiencia y la ciencia nos dicen que la mejor manera de vivir saludablemente es asumir la realidad de nuestra vida en cada momento y circunstancia, la negación, la evasión, la fantasía son mecanismos de defensa y adaptación, buenos acaso en el momento de una crisis, pero dan orígenes a neurosis y vidas insatisfechas cuando nos aferramos a ellos.
Cada etapa de la vida tiene sus propios encantos, retos y dificultades. Lo sano es vivirlas a la mayor plenitud posible. Por ejemplo, nunca me imaginé que iba a ser tan bonito tener nietos, o que las personas en general te traten con consideración y respeto en atención a los años. Es verdad que el deterioro físico te va presentando graduales y mayores limitaciones, también que ocasionalmente se encuentra uno con otras personas impertinentes que tratan al viejo groseramente. ¿Pero qué se gana con renegar o lamentarse permanentemente? Hay que aprender a convivir con las limitaciones y ser creativos en encontrar otras formas de disfrutar la vida cuando algo que uno anteriormente hacía ya no es posible. Amargarse no es una opción, siempre hay algo que se puede hacer y resulte satisfactorio y útil.
Es también verdad que las condiciones socioeconómicas y familiares se van volviendo adversas, especialmente en países con severas limitaciones en el desarrollo de la previsión y asistencia social, como lo es el nuestro. Ni al niño, ni a la mujer, ni al trabajador, ni al ciudadano en general, se le hacen efectivos sus derechos si no se lucha y vela por ellos. No es distinto con nosotros los viejos, luchando por nuestros derechos seguimos activos en la vida social y es también oportunidad de sentirnos útiles y de recibir compensaciones. Hasta los actuales jóvenes nos agradecerán en el futuro los logros que podamos alcanzar hoy por el bienestar de los viejos.
¡Felicidades a las viejas y a los viejos por el reciente Día Internacional de la Vejez!
¡Debemos sentirnos orgullosos y disfrutar de ser viejos!
*El autor es Psicólogo Social.
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