En una sociedad en la que todo se cotiza y se mide por la utilidad, el abandono de los adultos mayores y el temor a la vejez puede verse natural o como ley de vida, de la cual nadie escapa.
La celebración esta semana del Día Internacional de las Personas de Edad o del adulto mayor, como calificamos en Honduras a quienes han cruzado el umbral de las seis décadas, nos ha acercado un poco más a ellas y, sobre todo, nos ha proporcionado la oportunidad de reflexionar sobre la vida.
Cuando no hay ancianos, el pueblo se echa a perder, recoge la sabiduría popular para enseñar que la experiencia, madre de la ciencia, se halla en aquellas personas que han atesorado durante años palabras sabias y cosechado con sus acciones un conocimiento que los acompaña y guía hasta el final.
"¿Qué es la vejez?", se preguntaba el papa Juan Pablo II. "A veces se habla de ella como del otoño de la vida -como ya decía Cicerón-, por analogía con las estaciones del año y la sucesión de los ciclos de la naturaleza. Basta observar a lo largo del año los cambios de paisaje en la montaña y en la llanura, en los prados, los valles y los bosques, en los árboles y las plantas. Hay una gran semejanza entre los biorritmos del hombre y los ciclos de la naturaleza, de la cual él mismo forma parte".
Añade el Pontífice: "Es la época privilegiada de aquella sabiduría que generalmente es fruto de la experiencia, porque "el tiempo es un gran maestro". Es bien conocida la oración del Salmista: "Enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato" (Sal. 90). En la cultura oriental se valora y venera a los ancianos como fuente de la sabiduría. En Honduras vamos perdiendo, en todos los estratos, la preocupación, el respeto y el cariño por los ancianos que se quedan solos, muy solos, con sus recuerdos.
LaPrensa.hn
La celebración esta semana del Día Internacional de las Personas de Edad o del adulto mayor, como calificamos en Honduras a quienes han cruzado el umbral de las seis décadas, nos ha acercado un poco más a ellas y, sobre todo, nos ha proporcionado la oportunidad de reflexionar sobre la vida.
Cuando no hay ancianos, el pueblo se echa a perder, recoge la sabiduría popular para enseñar que la experiencia, madre de la ciencia, se halla en aquellas personas que han atesorado durante años palabras sabias y cosechado con sus acciones un conocimiento que los acompaña y guía hasta el final.
"¿Qué es la vejez?", se preguntaba el papa Juan Pablo II. "A veces se habla de ella como del otoño de la vida -como ya decía Cicerón-, por analogía con las estaciones del año y la sucesión de los ciclos de la naturaleza. Basta observar a lo largo del año los cambios de paisaje en la montaña y en la llanura, en los prados, los valles y los bosques, en los árboles y las plantas. Hay una gran semejanza entre los biorritmos del hombre y los ciclos de la naturaleza, de la cual él mismo forma parte".
Añade el Pontífice: "Es la época privilegiada de aquella sabiduría que generalmente es fruto de la experiencia, porque "el tiempo es un gran maestro". Es bien conocida la oración del Salmista: "Enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato" (Sal. 90). En la cultura oriental se valora y venera a los ancianos como fuente de la sabiduría. En Honduras vamos perdiendo, en todos los estratos, la preocupación, el respeto y el cariño por los ancianos que se quedan solos, muy solos, con sus recuerdos.
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