No tienen 20 años, pero ascendieron la escalinata universitaria. También para ellos el Alma Máter abrió los brazos. Las historias de vida, tan personales como diversas, se amontonaron este 1 de octubre a los pies de la casa de altos estudios de La Habana, durante la celebración del Día Internacional de la Tercera Edad, y la inauguración de otro curso de la Cátedra del Adulto Mayor.
También para ellos el Alma Máter abría los brazos.
En febrero del 2000 comenzó el proyecto. Desde entonces, han sido más de 56 800 los graduados en sus aulas, que hoy llegan a 728 en todo el país y forman parte de las sedes universitarias municipales.
Las direcciones son las más diversas, porque las filiales pueden funcionar en una escuela primaria, en un policlínico, en un museo, en una casa de cultura; incluso en locales de los bomberos de un municipio, refiere Teresa Orosa, psicóloga y presidenta de esa Cátedra.
De cursos anteriores son Sonia Fernández y Carmen Rodríguez. Como a muchos otros, la suspicacia invadió a Sonia, al menos, en los primeros momentos. Profesora de 67 años de edad, se preguntaba qué haría otra vez, "tan vieja", en una universidad. Para Carmen , de 82, el reto estaba en conferencias y clases, porque tener que concentrar "todo eso" en su cabeza, la "enfermaba".
A medida que transcurrían las clases, las opiniones cambiaron. "Allí aprendes una cantidad de cosas que pareciera no tener que ver con una carrera universitaria y que te sirven para la vida diaria con la familia, con los vecinos. Te enseñan a entender qué rol tú tienes en la casa en ese momento, a comunicarte mejor con la gente joven, con las distintas generaciones. Te enseñan que tú defiendes tu espacio y ellos el suyo, pero que se puede convivir", afirma Sonia.
Carmen, por su parte, señala: "Aprendí a reconocer mi autoestima, porque yo no quería darme importancia. Uno piensa que ya no sirve para nada; y me di cuenta allí que no era cierto".
De acuerdo con su presidenta, la Cátedra es un equivalente a los llamados, en el resto del mundo, Programas Universitarios de Mayores. No reproducen una carrera, sino que se enfilan hacia la actualización de conocimientos y la socialización. "Creo que desmonta muchos mitos que tiene esta edad. Uno de ellos es que ya en la vejez no hay nada nuevo que aprender".
La concepción del proyecto mira hacia una misma etapa del desarrollo humano, también a individualidades múltiples. Personas cuyo nivel de escolaridad es mínimo comparten con intelectuales el mismo espacio para aprender. De las historias, marcadas por el camino que recorrió cada cual, emerge una mezcla "maravillosa, porque van complementándote en el proceso de aprendizaje", indica Orosa.
A los subgrupos para tareas colectivas, enriquecidos por las diferencias de género, procedencia y experiencia vivida, les llaman "familias". Ninguna palabra podría definir mejor el principal motivo del programa, ni los lazos que forja. No solo se intenta llegar al conocimiento desde una perspectiva de gran riqueza por su diversidad, sino que se abonan mejor las relaciones humanas.
"Era un rato, una vez a la semana, pero yo no tenía ganas de irme. Era una cosa acorde a la edad de uno", dice Carmen, que recuerda vivamente las horas destinadas a las manualidades. Para Sonia, las visitas a instituciones, museos y las conferencias con tópicos que abordaban desde la literatura cubana hasta el envejecimiento poblacional, resultaron tan interesantes como los encuentros con geriatras y psicólogos, principales orientadores en el cuidado de la salud y en la comprensión de esta etapa de la vida.
"No es el conocimiento en sí mismo; son todos los efectos colaterales, los cambios espirituales en las personas", indica Orosa. El programa, refiere, se va acogiendo con mucho éxito, en gran medida, por lo que el propio alumno mayor puede aportar: "Hemos tenido casos donde el famoso profesor ha tenido que sentarse y la clase la ha terminado de dar ese adulto mayor, porque nosotros no sabíamos que él había sido el fundador, por ejemplo, de una institución insigne del país".
Quienes escalaron la Colina universitaria este 1 de octubre hallarán, con seguridad, nuevas maneras de asumir sus años. La sabiduría acumulada allí recorrerá otras vías para consolidar la memoria histórica de nuestro tiempo. La vejez, lejos de parecer el marasmo, resurge para convertirse en una edad feliz.
Diario grama
También para ellos el Alma Máter abría los brazos.
En febrero del 2000 comenzó el proyecto. Desde entonces, han sido más de 56 800 los graduados en sus aulas, que hoy llegan a 728 en todo el país y forman parte de las sedes universitarias municipales.
Las direcciones son las más diversas, porque las filiales pueden funcionar en una escuela primaria, en un policlínico, en un museo, en una casa de cultura; incluso en locales de los bomberos de un municipio, refiere Teresa Orosa, psicóloga y presidenta de esa Cátedra.
De cursos anteriores son Sonia Fernández y Carmen Rodríguez. Como a muchos otros, la suspicacia invadió a Sonia, al menos, en los primeros momentos. Profesora de 67 años de edad, se preguntaba qué haría otra vez, "tan vieja", en una universidad. Para Carmen , de 82, el reto estaba en conferencias y clases, porque tener que concentrar "todo eso" en su cabeza, la "enfermaba".
A medida que transcurrían las clases, las opiniones cambiaron. "Allí aprendes una cantidad de cosas que pareciera no tener que ver con una carrera universitaria y que te sirven para la vida diaria con la familia, con los vecinos. Te enseñan a entender qué rol tú tienes en la casa en ese momento, a comunicarte mejor con la gente joven, con las distintas generaciones. Te enseñan que tú defiendes tu espacio y ellos el suyo, pero que se puede convivir", afirma Sonia.
Carmen, por su parte, señala: "Aprendí a reconocer mi autoestima, porque yo no quería darme importancia. Uno piensa que ya no sirve para nada; y me di cuenta allí que no era cierto".
De acuerdo con su presidenta, la Cátedra es un equivalente a los llamados, en el resto del mundo, Programas Universitarios de Mayores. No reproducen una carrera, sino que se enfilan hacia la actualización de conocimientos y la socialización. "Creo que desmonta muchos mitos que tiene esta edad. Uno de ellos es que ya en la vejez no hay nada nuevo que aprender".
La concepción del proyecto mira hacia una misma etapa del desarrollo humano, también a individualidades múltiples. Personas cuyo nivel de escolaridad es mínimo comparten con intelectuales el mismo espacio para aprender. De las historias, marcadas por el camino que recorrió cada cual, emerge una mezcla "maravillosa, porque van complementándote en el proceso de aprendizaje", indica Orosa.
A los subgrupos para tareas colectivas, enriquecidos por las diferencias de género, procedencia y experiencia vivida, les llaman "familias". Ninguna palabra podría definir mejor el principal motivo del programa, ni los lazos que forja. No solo se intenta llegar al conocimiento desde una perspectiva de gran riqueza por su diversidad, sino que se abonan mejor las relaciones humanas.
"Era un rato, una vez a la semana, pero yo no tenía ganas de irme. Era una cosa acorde a la edad de uno", dice Carmen, que recuerda vivamente las horas destinadas a las manualidades. Para Sonia, las visitas a instituciones, museos y las conferencias con tópicos que abordaban desde la literatura cubana hasta el envejecimiento poblacional, resultaron tan interesantes como los encuentros con geriatras y psicólogos, principales orientadores en el cuidado de la salud y en la comprensión de esta etapa de la vida.
"No es el conocimiento en sí mismo; son todos los efectos colaterales, los cambios espirituales en las personas", indica Orosa. El programa, refiere, se va acogiendo con mucho éxito, en gran medida, por lo que el propio alumno mayor puede aportar: "Hemos tenido casos donde el famoso profesor ha tenido que sentarse y la clase la ha terminado de dar ese adulto mayor, porque nosotros no sabíamos que él había sido el fundador, por ejemplo, de una institución insigne del país".
Quienes escalaron la Colina universitaria este 1 de octubre hallarán, con seguridad, nuevas maneras de asumir sus años. La sabiduría acumulada allí recorrerá otras vías para consolidar la memoria histórica de nuestro tiempo. La vejez, lejos de parecer el marasmo, resurge para convertirse en una edad feliz.
Diario grama
Comments