VATICANO, 17 Nov. 07 / 11:56 am (ACI).- Al dirigirse esta mañana en el Vaticano a los participantes en la 22° Conferencia Internacional del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, el Papa Benedicto XVI hizo un encendido llamado al respeto irrestricto de la vida y dignidad humana de los enfermos y ancianos que muchas veces son marginados por ser considerados un “peso” y un “problema” por la “mentalidad eficientista” de hoy.
El Santo Padre resaltó la actualidad del tema “La pastoral en la atención de los enfermos ancianos” debatido por la Conferencia, “que debido al aumento de la edad media, interesa a una población cada vez más numerosa, que tiene múltiples necesidades y, al mismo tiempo, indudables recursos humanos y espirituales”.
En su alocución, el Pontífice denunció que “la mentalidad eficientista de hoy tiende a menudo a marginar a estos nuestros hermanos y hermanas que sufren, como si fueran un ‘peso’ y ‘un problema’ para la sociedad”. Sin embargo, precisó, “el que tiene el sentido de la dignidad humana sabe que ellos deben ser respetados y sostenidos mientras afrontan serias dificultades ligadas a su estado”.
“Aún más, es justo que, cuando es necesario se acuda al empleo de cuidados paliativos, que si bien no logren curar pueden aliviar los sufrimientos que derivan de la enfermedad. Además, junto con los indispensables cuidados clínicos, hay que mostrar una concreta capacidad de amar, porque los enfermos necesitan comprensión, consuelo y constante aliento y acompañamiento”, dijo el Papa.
Juan Pablo II y el sufrimiento
Después de recordar que para los cristianos la muerte es el “tránsito hacia el abrazo del Padre celestial, lleno de ternura y de misericordia” y la importancia de la familia y de los Sacramentos para sostener a los ancianos, aún más cuando están enfermos, el Papa evocó el testimonio de Juan Pablo II.
“En numerosas ocasiones, mi venerado predecesor Juan Pablo II, especialmente durante su enfermedad ofreció un ejemplar testimonio de fe y de valentía, exhortó a los científicos y a los médicos a esmerarse en la investigación para prevenir y curar las enfermedades enlazadas con el envejecimiento, sin ceder nunca ante la tentación de acudir a prácticas que abrevian la vida anciana y enferma, prácticas que de hecho serían formas de eutanasia”.
“Que no olviden los científicos, los investigadores, los médicos, los enfermeros, así como los políticos, los administradores y los agentes pastorales que ‘la tentación de la eutanasia, se presenta como uno de los síntomas más alarmantes de la ‘cultura de la muerte’, que avanza sobre todo en las sociedades del bienestar’”, prosiguió.
Finalmente, Benedicto XVI pidió un “compromiso general” para que la vida humana “sea respetada no sólo en los hospitales católicos, sino en todo lugar donde se ofrecen cuidados médicos” y subrayó que “ante el sufrimiento y la enfermedad los creyentes están invitados a no perder la serenidad, porque nada, ni siquiera la muerte, puede separarnos del amor de Cristo”.
"En Él y con Él es posible afrontar y superar toda prueba física y espiritual y, justo en el momento de mayor debilidad, experimentar los frutos de la Redención. El Señor resucitado se manifiesta en cuantos creen en Él, como el viviente que transforma la existencia dando sentido salvífico también a la enfermedad y a la muerte”, concluyó.
El Santo Padre resaltó la actualidad del tema “La pastoral en la atención de los enfermos ancianos” debatido por la Conferencia, “que debido al aumento de la edad media, interesa a una población cada vez más numerosa, que tiene múltiples necesidades y, al mismo tiempo, indudables recursos humanos y espirituales”.
En su alocución, el Pontífice denunció que “la mentalidad eficientista de hoy tiende a menudo a marginar a estos nuestros hermanos y hermanas que sufren, como si fueran un ‘peso’ y ‘un problema’ para la sociedad”. Sin embargo, precisó, “el que tiene el sentido de la dignidad humana sabe que ellos deben ser respetados y sostenidos mientras afrontan serias dificultades ligadas a su estado”.
“Aún más, es justo que, cuando es necesario se acuda al empleo de cuidados paliativos, que si bien no logren curar pueden aliviar los sufrimientos que derivan de la enfermedad. Además, junto con los indispensables cuidados clínicos, hay que mostrar una concreta capacidad de amar, porque los enfermos necesitan comprensión, consuelo y constante aliento y acompañamiento”, dijo el Papa.
Juan Pablo II y el sufrimiento
Después de recordar que para los cristianos la muerte es el “tránsito hacia el abrazo del Padre celestial, lleno de ternura y de misericordia” y la importancia de la familia y de los Sacramentos para sostener a los ancianos, aún más cuando están enfermos, el Papa evocó el testimonio de Juan Pablo II.
“En numerosas ocasiones, mi venerado predecesor Juan Pablo II, especialmente durante su enfermedad ofreció un ejemplar testimonio de fe y de valentía, exhortó a los científicos y a los médicos a esmerarse en la investigación para prevenir y curar las enfermedades enlazadas con el envejecimiento, sin ceder nunca ante la tentación de acudir a prácticas que abrevian la vida anciana y enferma, prácticas que de hecho serían formas de eutanasia”.
“Que no olviden los científicos, los investigadores, los médicos, los enfermeros, así como los políticos, los administradores y los agentes pastorales que ‘la tentación de la eutanasia, se presenta como uno de los síntomas más alarmantes de la ‘cultura de la muerte’, que avanza sobre todo en las sociedades del bienestar’”, prosiguió.
Finalmente, Benedicto XVI pidió un “compromiso general” para que la vida humana “sea respetada no sólo en los hospitales católicos, sino en todo lugar donde se ofrecen cuidados médicos” y subrayó que “ante el sufrimiento y la enfermedad los creyentes están invitados a no perder la serenidad, porque nada, ni siquiera la muerte, puede separarnos del amor de Cristo”.
"En Él y con Él es posible afrontar y superar toda prueba física y espiritual y, justo en el momento de mayor debilidad, experimentar los frutos de la Redención. El Señor resucitado se manifiesta en cuantos creen en Él, como el viviente que transforma la existencia dando sentido salvífico también a la enfermedad y a la muerte”, concluyó.
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