No deja de ser un hecho ineludible el de que todos los ocupados en una actividad laboral, más temprano o más tarde, pasan a la situación de jubilación. Es una palabra y una etapa de la vida, con muy diversas acepciones y vivencias. Hay quienes la vinculan con la vejez y otros con la inactividad laboral.
Lo que sí es cierto es que a la edad en que generalmente se produce (65-70 años) la jubilación, a pesar de los avances en salud, suele estar inmersa en un proceso de envejecimiento, que conlleva habitualmente achaques, dolencias y enfermedades.
Debemos recordar que con el envejecimiento hay un declinar biológico y psicológico: un deterioro de un organismo maduro por cambios irreversibles y comunes a todas las personas. Por tal motivo la jubilación es un símbolo social de transición a la vejez.
Sin embargo, la jubilación no puede hacerse equivalente a la vejez, puesto que hay muchas personas que se jubilan a una edad temprana o en una situación en la que no se consideran viejas. Hay, además, gente que nunca se jubila o vuelve a trabajar después de jubilarse. Salvando tales excepciones es aplicable lo dicho para edades más tardías de la etapa adulta o condición de mayor.
El otro factor que caracteriza la jubilación es la inactividad laboral. Constituye la disminución o supresión de la actividad laboral, y con ella, la liberación de responsabilidades, pérdida del rol social asociado al trabajo, junto con la reducción de autonomía económica. Son consecuencias de efectos diferentes. Mientras la liberación de responsabilidades podría tener un efecto positivo en el sujeto, al desprenderse éste del estrés y angustia que conlleva frecuentemente el trabajo, también puede experimentarse el sentimiento contrario de «desvinculación» y, con él, el de tristeza, soledad y hasta de inutilidad, al verse forzado a una inactividad laboral.
Por este motivo se impone el prepararse y organizarse para la jubilación. Ésta no es un acontecimiento que se vive de una única forma. El modo en que cada uno vive esta postrera etapa de su vida dependerá de factores como el estado de salud, la familia, los ingresos económicos, la capacidad personal de organización y de disfrute del tiempo de ocio.
Jubilación
La jubilación implica una organización global de toda la vida, una reorientación de los hábitos diarios de vida, cambio de actitudes, adaptaciones familiares y sociales, aprovechamiento del tiempo libre.
La jubilación no es un momento concreto, sino un proceso que pasa por diversas etapas, en las que hay que cumplir con la función asignada, si se quiere salir triunfante de las diversas vicisitudes que acompañan a cada etapa.
Es un tiempo que ha hecho interesarse a muchos estudiosos y explicar su singularidad. Por de pronto, supone el cierre de una etapa y el comienzo de otra. Experimentado como un sentimiento agridulce, por la nostalgia con que se deja atrás un largo y variado período, y la esperanza serena con que se inicia el postrero.
En cualquier caso, es un tiempo de descanso, de los «hobbies», de los consejos acertados a los nietos... Pero también, el momento oportuno para hacer un balance de nuestra vida pasada, de enjuiciamiento personal, por si hemos llegado o no al vértice superior de la autorrealización personal en la pirámide de Maslow, con su consiguiente gratificación o frustración.
A pesar de todo lo dicho, la jubilación, a veces, resulta incómoda de aceptar, porque supone un cese formal de la actividad laboral. Y sabemos que el trabajo y su satisfacción expresan la madurez de la persona, la formación de un buen autoconcepto y la satisfacción vital profunda.
Según algunos autores, a más edad existe una mayor valoración del trabajo, claro que dependerá de que el trabajo se vea como una carga o una satisfacción, en función de las características del trabajo y la actitud de la persona. Actualmente el 98% de personas españolas mayores de 65 años son económicamente inactivas, lo que no significa que sean infelices.
Todo depende de cómo se viva la jubilación. Ahí está nuestra tarea: hacer que existan más factores positivos que negativos en nuestra vida de jubilados. La jubilación, para mí, más que un triste y solitario caminar hacia el envejecimiento, es un proceso de múltiples retos, acogidos desde la ilusión y la esperanza.
Es el tiempo para aprender a ser mayor sin ser viejo, parafraseando a Enrique Miret Magdalena.
PEDRO BENGOECHEA GARÍN
Fuente: lne.es
Lo que sí es cierto es que a la edad en que generalmente se produce (65-70 años) la jubilación, a pesar de los avances en salud, suele estar inmersa en un proceso de envejecimiento, que conlleva habitualmente achaques, dolencias y enfermedades.
Debemos recordar que con el envejecimiento hay un declinar biológico y psicológico: un deterioro de un organismo maduro por cambios irreversibles y comunes a todas las personas. Por tal motivo la jubilación es un símbolo social de transición a la vejez.
Sin embargo, la jubilación no puede hacerse equivalente a la vejez, puesto que hay muchas personas que se jubilan a una edad temprana o en una situación en la que no se consideran viejas. Hay, además, gente que nunca se jubila o vuelve a trabajar después de jubilarse. Salvando tales excepciones es aplicable lo dicho para edades más tardías de la etapa adulta o condición de mayor.
El otro factor que caracteriza la jubilación es la inactividad laboral. Constituye la disminución o supresión de la actividad laboral, y con ella, la liberación de responsabilidades, pérdida del rol social asociado al trabajo, junto con la reducción de autonomía económica. Son consecuencias de efectos diferentes. Mientras la liberación de responsabilidades podría tener un efecto positivo en el sujeto, al desprenderse éste del estrés y angustia que conlleva frecuentemente el trabajo, también puede experimentarse el sentimiento contrario de «desvinculación» y, con él, el de tristeza, soledad y hasta de inutilidad, al verse forzado a una inactividad laboral.
Por este motivo se impone el prepararse y organizarse para la jubilación. Ésta no es un acontecimiento que se vive de una única forma. El modo en que cada uno vive esta postrera etapa de su vida dependerá de factores como el estado de salud, la familia, los ingresos económicos, la capacidad personal de organización y de disfrute del tiempo de ocio.
Jubilación
La jubilación implica una organización global de toda la vida, una reorientación de los hábitos diarios de vida, cambio de actitudes, adaptaciones familiares y sociales, aprovechamiento del tiempo libre.
La jubilación no es un momento concreto, sino un proceso que pasa por diversas etapas, en las que hay que cumplir con la función asignada, si se quiere salir triunfante de las diversas vicisitudes que acompañan a cada etapa.
Es un tiempo que ha hecho interesarse a muchos estudiosos y explicar su singularidad. Por de pronto, supone el cierre de una etapa y el comienzo de otra. Experimentado como un sentimiento agridulce, por la nostalgia con que se deja atrás un largo y variado período, y la esperanza serena con que se inicia el postrero.
En cualquier caso, es un tiempo de descanso, de los «hobbies», de los consejos acertados a los nietos... Pero también, el momento oportuno para hacer un balance de nuestra vida pasada, de enjuiciamiento personal, por si hemos llegado o no al vértice superior de la autorrealización personal en la pirámide de Maslow, con su consiguiente gratificación o frustración.
A pesar de todo lo dicho, la jubilación, a veces, resulta incómoda de aceptar, porque supone un cese formal de la actividad laboral. Y sabemos que el trabajo y su satisfacción expresan la madurez de la persona, la formación de un buen autoconcepto y la satisfacción vital profunda.
Según algunos autores, a más edad existe una mayor valoración del trabajo, claro que dependerá de que el trabajo se vea como una carga o una satisfacción, en función de las características del trabajo y la actitud de la persona. Actualmente el 98% de personas españolas mayores de 65 años son económicamente inactivas, lo que no significa que sean infelices.
Todo depende de cómo se viva la jubilación. Ahí está nuestra tarea: hacer que existan más factores positivos que negativos en nuestra vida de jubilados. La jubilación, para mí, más que un triste y solitario caminar hacia el envejecimiento, es un proceso de múltiples retos, acogidos desde la ilusión y la esperanza.
Es el tiempo para aprender a ser mayor sin ser viejo, parafraseando a Enrique Miret Magdalena.
PEDRO BENGOECHEA GARÍN
Fuente: lne.es
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