Son reivindicativos, más cultos que las generaciones de jubilados precedentes, a veces pueden prestar dinero a sus hijos y forman un nuevo grupo de presión
BILBAO. DV. Hasta no hace mucho cumplir los 65 y jubilarse no sólo era sinónimo de retiro profesional. La jubilación marcaba el inicio de la vejez, de un cierto retiro vital que llevaba, primero, a la inactividad y, después, a la enfermedad, la dependencia... En las últimas décadas, sin embargo, el incremento de la esperanza de vida ha modificado de forma notable el perfil del jubilado tradicional. Los abuelos siguen leyendo el periódico, viendo la tele y saliendo a pasear, pero ahora también se conectan a Internet, hacen deporte y viajan.
Para empezar, se trata de un segmento de la población que tiene -y así lo percibe- buena salud; una persona de 75 años tiene hoy la misma calidad de vida que una de 60 años en la década de los 70. Este bienestar es además cada vez más duradero. Estadísticamente, la dependencia física no llega hasta los 77 años. Así, los sociólogos ya hablan de los 'mayores jóvenes' -quienes tienen entre 65 y 75 años- y de los 'mayores viejos' -quienes superan ese umbral- para abordar los cambios sociales derivados de este envejecimiento de la población.
Otra característica fundamental de los nuevos mayores -especialmente de los 'jóvenes'- es que son más más cultos que los jubilados de generaciones anteriores. Según el informe 'El envejecimiento de la población vasca', publicado por el Gobierno autónomo en 2005, «mientras que hace 20 años entre las personas que llegaban a la edad de jubilación sólo un porcentaje mínimo contaba con estudios elementales, en 2001, el 13,5% tiene al menos estudios profesionales o secundarios».
Consecuencia directa: a mayor nivel cultural, mayores inquietudes y mayor activismo social. Es más, hay estudios que relacionan la mayor participación social -lo que también incluye la práctica de ejercicio y el mantenimiento de una actividad intelectual- con la reducción del riesgo de convertirse en personas dependientes.
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BILBAO. DV. Hasta no hace mucho cumplir los 65 y jubilarse no sólo era sinónimo de retiro profesional. La jubilación marcaba el inicio de la vejez, de un cierto retiro vital que llevaba, primero, a la inactividad y, después, a la enfermedad, la dependencia... En las últimas décadas, sin embargo, el incremento de la esperanza de vida ha modificado de forma notable el perfil del jubilado tradicional. Los abuelos siguen leyendo el periódico, viendo la tele y saliendo a pasear, pero ahora también se conectan a Internet, hacen deporte y viajan.
Para empezar, se trata de un segmento de la población que tiene -y así lo percibe- buena salud; una persona de 75 años tiene hoy la misma calidad de vida que una de 60 años en la década de los 70. Este bienestar es además cada vez más duradero. Estadísticamente, la dependencia física no llega hasta los 77 años. Así, los sociólogos ya hablan de los 'mayores jóvenes' -quienes tienen entre 65 y 75 años- y de los 'mayores viejos' -quienes superan ese umbral- para abordar los cambios sociales derivados de este envejecimiento de la población.
Otra característica fundamental de los nuevos mayores -especialmente de los 'jóvenes'- es que son más más cultos que los jubilados de generaciones anteriores. Según el informe 'El envejecimiento de la población vasca', publicado por el Gobierno autónomo en 2005, «mientras que hace 20 años entre las personas que llegaban a la edad de jubilación sólo un porcentaje mínimo contaba con estudios elementales, en 2001, el 13,5% tiene al menos estudios profesionales o secundarios».
Consecuencia directa: a mayor nivel cultural, mayores inquietudes y mayor activismo social. Es más, hay estudios que relacionan la mayor participación social -lo que también incluye la práctica de ejercicio y el mantenimiento de una actividad intelectual- con la reducción del riesgo de convertirse en personas dependientes.
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