Carpintero o zapatero florentino. Actor. De los grandes, de los que tienen ese extraño don de llenar la pantalla, aunque algunos críticos le llamen exagerado. Daniel Day-Lewis no es un espécimen corriente. Trabaja cuando quiere, sus últimas películas antes de 'Pozos de ambición' fueron la minoritaria 'The Ballad of Jack and Rose' (2005), de su esposa, Rebecca Miller, y 'Gangs of New York' (2002), de Martin Scorsese, y, en plena cumbre de su carrera, se marchó a la Toscana para aprender los secretos de las prestigiosas hormas italianas.
Alérgico a los periodistas y la promoción, fobia que no se esfuerza por ocultar, un ejemplo ilustra el complicado carácter del británico: dicen que rompió con la actriz Isabelle Adjani, con la que tiene un hijo, por fax. Y hay decenas de anécdotas más que le radiografían: en el rodaje con Scorsese cayó enfermo pero no quería ponerse un abrigo más cálido porque en el siglo XIX no existía ese tipo de prenda; escuchaba a Eminem para cabrearse como requería su sangriento carnicero Bill; para preparar su papel de 'En el nombre del padre’ (1993) pasó varias noches en prisión sin comer ni beber...
«Todo esto suena muy enfático y muy pretencioso. Esa es la razón por la que procuro no hablar mucho de mi forma de trabajar. Lo que pasa es que, cuanto más trato de no hablar de ello, parece que más animo a la gente a especular con invenciones fantásticas», revelaba el actor en una entrevista reciente. Será que, después de todo, sus supuestas rarezas son parte de una leyenda sin contrastar. Más allá de su vida, que con todo el derecho mantiene al margen, queda su filmografía. Corta pero sin tropiezos. Además de las mencionadas, en la lista figuran títulos emblemáticos como 'Una habitación con vistas' (1985), 'Mi pie izquierdo' (1989), 'El último mohicano' (1992) o 'La edad de la inocencia' (1993).
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