Su madre es actriz. Su padre, director. Y ella es una cara conocida en su patria. Tras haber trabajado en teatro, cine y televisión, Francia comenzaba a colocar sus fotos en la pared con el estreno de 'Taxi', la primera de una saga de Luc Besson en la que se mostraba joven pero experta. EEUU tendría que esperar hasta 2003, cuando Tim Burton la vistió de Josephine para 'Big fish' (2003).
Con 'La vida en rosa', Olivier Dahan le entrega los ingredientes para cocinar un personaje que deja con la sensación de haber comido en un restaurante de cinco tenedores. Se podría decir que es la nueva y mejorada versión de Audrey Tautou, y aunque a veces el espectador cree descubrirla en la cara de ésta, lo cierto es que poco tienen que ver.
Cuando se deja la mente en blanco para extraer las artes de su interpretación, se cae en el error de pensar que Edith Piaf le venía como anillo al dedo y que no tiene extensión más allá de su papel. Pero cuando se la conoce, se la investiga, la parisina sorprende, se transforma al antojo del director.
En la película, Marion Cotillard (París, 1975) se cose a la piel del personaje. Hace partícipe de sus pasiones con sus gestos y su cara, toda expresión. Una víctima de su tiempo que hace cambiar el gesto del público a la par que ella. Inocente, feliz, loca o desgraciada. Todo sentimiento se adivina en su pantalla. Brillante.
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