Una epopeya americana. Como un novelista que persigue cual Santo Grial la 'Gran novela americana', el director Paul Thomas Anderson ha logrado en 'Pozos de ambición' captar el espíritu 'yanqui'. Capitalismo puro y duro, fervor religioso y la Familia (con mayúsculas) desgarran esta historia sobre un rudo extractor de petróleo. Lo interpreta Daniel Day-Lewis, como recién salido de uno de esos viscosos pozos, directo al celuloide.
«Constantemente te ves empujado por el carismático Plainview —Day-Lewis—, cuya búsqueda de petróleo se lee como un capítulo de la grandiosa historia de descubrimiento y conquista de este país», ha dicho 'The New York Times'.
La crítica estadounidense no ha tardado en coronarla como una de películas del año, todo un premio (además de sus ocho nominaciones) para un filme que no ha nacido sin dificultades.
Paul Thomas Anderson llevaba años trabajando en la adaptación de la novela '¡Petróleo!' (escrita en 1927 por Upton Sinclair), pero la producción se pospuso dos años por falta de dinero. El actor protagonista estuvo claro desde muy pronto (de hecho, Day-Lewis investigó durante esos dos años para su papel, documentándose incluso sobre el dialecto de la época), pero el rodaje comenzó sin uno de los personajes principales (finalmente interpretado por Paul Dano, el hermano adolescente de 'Little Miss Sunshine').
La cinta recorre durante tres décadas (1898-1927) la vida de Daniel Plainview, un brutal minero que se enriquece a costa de exprimir crudo en los inicios de esta industria en el Sur de California. «Soy un hombre del petróleo. Soy un hombre de familia», se presenta. A medida que los pozos escupen petróleo, van brotando también la avaricia, la traición, el odio y, finalmente, la sangre.
Pero lo animal no está reñido con la belleza y el filme son casi tres horas de placer visual.
'Pozos de ambición' deja en la retina escenas memorables, como el poderoso arranque —Plainview es hombre lacónico y no hay nada mejor para presentarle que 10 minutos en silencio. Sólo él, en las prospecciones bajo la árida tierra californiana—.
La espléndida fotografía de Robert Elswit (un habitual de Anderson) y la inquietante música de Jonny Greenwood (guitarrista de Radiohead) hacen el resto.
ISABEL ESPIÑO
El mundo.es
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