Después de atravesar la barrera de los 70 años, que antes se consideraba una edad demasiado avanzada, muchas personas continúan sintiéndose activas y con sus facultades físicas y psíquicas intactas
Amelia Goñi de Rossini, de 72 años, tiene siete nietos y organiza su tiempo para verlos al menos una vez a la semana. Como todas, declara que los mima y, cuando hizo falta, los cuidó en ausencia de los padres. Sin embargo, Amelia no se parece en nada a la imagen de las abuelas de antes, que descansaban en una mecedora con las agujas de tejer.
“A mi me gusta salir de paseo, viajé con mi marido por muchos países del mundo (como Méjico, Rusia, Hawai, Grecia, Las Vegas, Israel, entre otros) y es lo que sigo haciendo, pero ahora con un grupo de amigos. Salimos a tomar café, a bailar, al teatro, vamos a la playa y aprovecho para hacer todo lo que me hace sentir bien”, cuenta mientras busca el celular en su cartera. “Es que me mandan todo el tiempo mensajes de texto”, dice, sujetando el moderno teléfono móvil.
Como Amelia, cientos de abuelos eligen inscribirse en actividades recreativas y aprovechar la vejez para hacer todo lo que no se pudo hacer antes.
Josefina (71) es viuda y desde hace tres años tiene un compañero de vida. “No es novio, a esta edad no me gusta hablar de novio… salimos a comer, nos vamos de viaje y cada uno vive en su casa. Somos compañeros, aquí no hay un proyecto de vida para armar sino ganas de sentirse a gusto. El tiene sus hijos y nietos y yo los míos”, especifica la jubilada.
Apoyo
Hace menos de dos años que Amelia perdió a su marido y junto con él, las ganas de salir, el ánimo festivo, la compañía y el apoyo que tuvo a lo largo de su vida. Pero al mes y medio de su fallecimiento, su hija y una hermana la llevaron a un club de abuelos para que se integre a un grupo y aproveche para viajar. “Hoy puedo decir que me devolvieron las ganas de conectarme. Siempre fui una persona alegre y me encanta viajar pero las penas a veces nos hunden. Pude salir adelante y descubrir que en circunstancias distintas a las que estaba acostumbrada también se puede estar bien”, comenta.
Rosa Pérez (65) está jubilada. “Trabajé toda mi vida en farmacias y cuando me jubilé me sentía tan sola, sin actividad, que decidí crear un grupo de amigos para hacer reuniones”, describe. Rosa es la fundadora del Club de Abuelos Barrio El Bosque que desde hace años participa en todos los encuentros nacionales organizados por los abuelos. “Fuimos nombrados embajadores turísticos de la tercera edad”, manifiesta con orgullo.
Al igual que en otras asociaciones sin fines de lucro, adultos mayores de 40 años se unen al club de abuelos. Son agrupaciones que están dirigidas a personas de la tercera edad que, por algún motivo, se sienten solos, necesitan contención, quieren mantenerse actualizados o aprender asignaturas que estuvieron pendientes durante años. “Nosotros por ejemplo, organizamos actividades recreativas y turísticas. Organizamos viajes para todos los gustos: Amaicha del Valle para la fiesta de la Pachamama, las Termas de Río Hondo en invierno, una vez al mes vamos a Salta o algún destino dentro del país. Para abril estamos planeando ir a Ushuaia por 15 días y conocer El Calafate. El año pasado estuvimos en Camboriú y, como todos los años, queremos participar del Abuelazo, un encuentro de exposiciones artísticas de todo Latinoamérica”, expresa Ana María Pérez (40), miembro del Club de Abuelos Barrio El Bosque. La agrupación que nuclea abuelos realiza también talleres recreativos al igual que el EPAM (Enseñanza Para Adultos Mayores) que pertenece a la Universidad Nacional de Tucumán y el Centro de Estudios de Adultos Mayores (CEAM).
La oferta entonos los casos abarca desde clases de gimnasia, de baile (flamenco, árabe, folclore, tango y murga) hasta talleres literarios, de pintura, de telares o de viatreaux.
Edad de oro
Ser anciano no es sinónimo de inmovilidad ni de enfermedad y el rol de pasivo es muy relativo en estos tiempos. “Ahora puedo hacer cosas que antes no podía como salir más con amistades, disponer de tiempo libre para leer o para ver televisión. Quedé viuda hace dos años y mis hijos fueron un gran apoyo ellos me ayudaron a salir adelante y ahora están contentos porque tengo mis actividades”, dice Graciela (64).
A Marina (78) sus hijos le recriminan que nunca está en casa. Ella se justifica diciendo que no tiene nada que hacer allí, más que algunas tareas domésticas a las que les dedica muy poco tiempo. “Suficientes horarios cumplí ya a lo largo de mi vida y en numerosas ocasiones tuve que sacrificar actividades que querìa hacer en función de los demás. Creo que llegó mi hora. El momento para priorizarme sobre los demás”, subraya.
Para Rosa, esta etapa es la edad de oro: “porque estamos liberadas de muchas cosas”, dice, en referencia a las obligaciones de un adulto que no tiene que ir a trabajar todos los días, que los hijos son grandes y, en el caso de jubilados y pensionados, que tienen cierta estabilidad económica que les permite armar proyectos. Y apunta: “todos los que forman parte del club piensan así, que no hay que encerrase, que sobran los motivos para organizar reuniones en las confiterías, festejar los cumpleaños, planear cenas, bailes o juegos de cartas”, opina Rosa que, por un problema que tiene en las piernas, trata de no caminar demasiado y se traslada en moto a todas partes.
Fuente: La Gaceta
Amelia Goñi de Rossini, de 72 años, tiene siete nietos y organiza su tiempo para verlos al menos una vez a la semana. Como todas, declara que los mima y, cuando hizo falta, los cuidó en ausencia de los padres. Sin embargo, Amelia no se parece en nada a la imagen de las abuelas de antes, que descansaban en una mecedora con las agujas de tejer.
“A mi me gusta salir de paseo, viajé con mi marido por muchos países del mundo (como Méjico, Rusia, Hawai, Grecia, Las Vegas, Israel, entre otros) y es lo que sigo haciendo, pero ahora con un grupo de amigos. Salimos a tomar café, a bailar, al teatro, vamos a la playa y aprovecho para hacer todo lo que me hace sentir bien”, cuenta mientras busca el celular en su cartera. “Es que me mandan todo el tiempo mensajes de texto”, dice, sujetando el moderno teléfono móvil.
Como Amelia, cientos de abuelos eligen inscribirse en actividades recreativas y aprovechar la vejez para hacer todo lo que no se pudo hacer antes.
Josefina (71) es viuda y desde hace tres años tiene un compañero de vida. “No es novio, a esta edad no me gusta hablar de novio… salimos a comer, nos vamos de viaje y cada uno vive en su casa. Somos compañeros, aquí no hay un proyecto de vida para armar sino ganas de sentirse a gusto. El tiene sus hijos y nietos y yo los míos”, especifica la jubilada.
Apoyo
Hace menos de dos años que Amelia perdió a su marido y junto con él, las ganas de salir, el ánimo festivo, la compañía y el apoyo que tuvo a lo largo de su vida. Pero al mes y medio de su fallecimiento, su hija y una hermana la llevaron a un club de abuelos para que se integre a un grupo y aproveche para viajar. “Hoy puedo decir que me devolvieron las ganas de conectarme. Siempre fui una persona alegre y me encanta viajar pero las penas a veces nos hunden. Pude salir adelante y descubrir que en circunstancias distintas a las que estaba acostumbrada también se puede estar bien”, comenta.
Rosa Pérez (65) está jubilada. “Trabajé toda mi vida en farmacias y cuando me jubilé me sentía tan sola, sin actividad, que decidí crear un grupo de amigos para hacer reuniones”, describe. Rosa es la fundadora del Club de Abuelos Barrio El Bosque que desde hace años participa en todos los encuentros nacionales organizados por los abuelos. “Fuimos nombrados embajadores turísticos de la tercera edad”, manifiesta con orgullo.
Al igual que en otras asociaciones sin fines de lucro, adultos mayores de 40 años se unen al club de abuelos. Son agrupaciones que están dirigidas a personas de la tercera edad que, por algún motivo, se sienten solos, necesitan contención, quieren mantenerse actualizados o aprender asignaturas que estuvieron pendientes durante años. “Nosotros por ejemplo, organizamos actividades recreativas y turísticas. Organizamos viajes para todos los gustos: Amaicha del Valle para la fiesta de la Pachamama, las Termas de Río Hondo en invierno, una vez al mes vamos a Salta o algún destino dentro del país. Para abril estamos planeando ir a Ushuaia por 15 días y conocer El Calafate. El año pasado estuvimos en Camboriú y, como todos los años, queremos participar del Abuelazo, un encuentro de exposiciones artísticas de todo Latinoamérica”, expresa Ana María Pérez (40), miembro del Club de Abuelos Barrio El Bosque. La agrupación que nuclea abuelos realiza también talleres recreativos al igual que el EPAM (Enseñanza Para Adultos Mayores) que pertenece a la Universidad Nacional de Tucumán y el Centro de Estudios de Adultos Mayores (CEAM).
La oferta entonos los casos abarca desde clases de gimnasia, de baile (flamenco, árabe, folclore, tango y murga) hasta talleres literarios, de pintura, de telares o de viatreaux.
Edad de oro
Ser anciano no es sinónimo de inmovilidad ni de enfermedad y el rol de pasivo es muy relativo en estos tiempos. “Ahora puedo hacer cosas que antes no podía como salir más con amistades, disponer de tiempo libre para leer o para ver televisión. Quedé viuda hace dos años y mis hijos fueron un gran apoyo ellos me ayudaron a salir adelante y ahora están contentos porque tengo mis actividades”, dice Graciela (64).
A Marina (78) sus hijos le recriminan que nunca está en casa. Ella se justifica diciendo que no tiene nada que hacer allí, más que algunas tareas domésticas a las que les dedica muy poco tiempo. “Suficientes horarios cumplí ya a lo largo de mi vida y en numerosas ocasiones tuve que sacrificar actividades que querìa hacer en función de los demás. Creo que llegó mi hora. El momento para priorizarme sobre los demás”, subraya.
Para Rosa, esta etapa es la edad de oro: “porque estamos liberadas de muchas cosas”, dice, en referencia a las obligaciones de un adulto que no tiene que ir a trabajar todos los días, que los hijos son grandes y, en el caso de jubilados y pensionados, que tienen cierta estabilidad económica que les permite armar proyectos. Y apunta: “todos los que forman parte del club piensan así, que no hay que encerrase, que sobran los motivos para organizar reuniones en las confiterías, festejar los cumpleaños, planear cenas, bailes o juegos de cartas”, opina Rosa que, por un problema que tiene en las piernas, trata de no caminar demasiado y se traslada en moto a todas partes.
Fuente: La Gaceta
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