Se han despedido dos colosos del pentagrama: Luciano Pavarotti y Aldemaro Romero
Se han despedido dos colosos del pentagrama: Luciano Pavarotti y Aldemaro Romero. Cada uno, en su estilo, hizo escuela. Nos dejaron un arpegio de recuerdos que disfrutaremos aunque ya no estén entre nosotros. Se entregaron, mientras la vida se los permitió. Murieron exprimidos como un limón.
La tercera edad, no es una etapa triste. Al contrario, es la ocasión que tenemos para transmitir lo vivido. Por eso se dice que cuando muere un anciano, es como si se incendiara una biblioteca. Ciertamente, ninguno de los dos, en sentido estricto, era un anciano; pero Dios quiso llevárselos en la cumbre de su madurez.
El mundo necesita personas que sean como eslabones entre una generación y otra. El Dr. Américo Negrette escribió: "No crean el cuento, que ya se ha hecho crónico, de que la edad de oro es la niñez. Eso es falso. Con la autoridad de mi almanaque largo, les digo que la edad de oro es la vejez. No le tengan miedo a los años. Quien vive de ideales, es un joven eterno. Quien llega triste a la vejez, es porque no ha sabido vivir".
Un periodista entrevistó a Dios: ¿Qué piensas de los hombres? Dios le contestó: "Se aburren de ser niños, apurados por crecer. Luego, suspiran por volver a ser niños. Primero pierden la salud por tener dinero, y enseguida pierden el dinero por recuperar la salud. Piensan ansiosamente en el futuro, descuidan el presente, y se olvidan de la experiencia del pasado. Viven como si no fueran a morir, y se mueren como si no hubieran vivido".
Ojalá tuviéramos la constancia que tuvieron estos dos artistas para lograr sus metas. Aprovechar el tiempo, para dejar un surco. No desesperar cuando los resultados se retrasan. Formarnos bien, para trabajar mejor.
¡Gracias a los dos por alegrarnos la vida!
Osvaldo Pulgar Pérez
Fuente: El Universal
Se han despedido dos colosos del pentagrama: Luciano Pavarotti y Aldemaro Romero. Cada uno, en su estilo, hizo escuela. Nos dejaron un arpegio de recuerdos que disfrutaremos aunque ya no estén entre nosotros. Se entregaron, mientras la vida se los permitió. Murieron exprimidos como un limón.
La tercera edad, no es una etapa triste. Al contrario, es la ocasión que tenemos para transmitir lo vivido. Por eso se dice que cuando muere un anciano, es como si se incendiara una biblioteca. Ciertamente, ninguno de los dos, en sentido estricto, era un anciano; pero Dios quiso llevárselos en la cumbre de su madurez.
El mundo necesita personas que sean como eslabones entre una generación y otra. El Dr. Américo Negrette escribió: "No crean el cuento, que ya se ha hecho crónico, de que la edad de oro es la niñez. Eso es falso. Con la autoridad de mi almanaque largo, les digo que la edad de oro es la vejez. No le tengan miedo a los años. Quien vive de ideales, es un joven eterno. Quien llega triste a la vejez, es porque no ha sabido vivir".
Un periodista entrevistó a Dios: ¿Qué piensas de los hombres? Dios le contestó: "Se aburren de ser niños, apurados por crecer. Luego, suspiran por volver a ser niños. Primero pierden la salud por tener dinero, y enseguida pierden el dinero por recuperar la salud. Piensan ansiosamente en el futuro, descuidan el presente, y se olvidan de la experiencia del pasado. Viven como si no fueran a morir, y se mueren como si no hubieran vivido".
Ojalá tuviéramos la constancia que tuvieron estos dos artistas para lograr sus metas. Aprovechar el tiempo, para dejar un surco. No desesperar cuando los resultados se retrasan. Formarnos bien, para trabajar mejor.
¡Gracias a los dos por alegrarnos la vida!
Osvaldo Pulgar Pérez
Fuente: El Universal
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