Eastwood rememora en la Costa Azul cómo el cine ha marcado su vida
Recuerda la importancia de Don Siegel y Sergio Leone en su obra
El actor bromea sobre su avanzada edad y debate sobre política en la entrevista
LUIS MARTÍNEZ
CANNES (FRANCIA).- "Make my day". Es decir, "Alégrame el día". A escasos centímetros de la cara, una Magnum 44 y detrás, la bestia: el inspector Callahan. El pasado jueves 22 de mayo Cannes asistió a un acontecimiento extraño. En medio de la noche en la que todas las vanidades arden, en la playa más famosa de la Costa Azul, se proyectaba Harry el sucio. La película, ya un clásico, que Don Siegel filmara en 1971 formaba parte del ciclo que el festival ha dedicado a la conmemoración del 85 aniversario de Warner Bros.
A sus casi 78 años recibe a la prensa internacional en el Hotel du Cap. Pongámonos en situación. En la punta extrema del cabo Antibes, a medio camino entre Cannes y Niza, una fila de maseratis y ferraris testarrosa anuncia que hemos llegado. A orillas de un Mediterráneo en el que el alquiler de una cabaña para el baño cuesta, dicen, 600 euros al día, Eastwood nos recibe vestido para un partido de tenis de los de antes (blanco riguroso), una botella de agua sobre la mesa y un apretón de manos digno de Harry Callahan.
Pregunta.- Actor, director, productor, guionista, músico. Menos bailar, ha hecho de todo.
Respuesta.- [Se ríe] Bueno... [en este momento pasa una gaviota y suelta un grito] Mira, otro periodista [la broma le hace gracia y se ríe a conciencia]. Perdón. Bueno, ¿por dónde íbamos? Ah, sí. No. También he bailado. En una película de Vittorio de Sica bailaba un poco con Silvana Mangano [Se refiere a 'Le Streghe' (Las brujas), una cinta en episodios de 1967 en la que él, con la actriz de Arroz amargo, daba un par de pasos en el capítulo titulado 'Una sera como le altre']. Pero, en puridad, se puede decir que no, no sé bailar. O por lo menos, no sé hacerlo como lo hacía James Cagney.
Al que, por cierto, en el documental que conmemora el aniversario de la Warner, You must remember this (Tiene que recordar esto), reconoce su sentida admiración. ¿Qué tienen en común James Cagney y Clint Eastwood?
Siempre he admirado a actores que no tienen miedo. Él hizo cosas que ninguna estrella se habría permitido para no perjudicar su carrera. Y no sólo hablo de escenas peligrosas. Por ejemplo, en The public enemy [William A. Wellman, 1931] está la famosa escena en la que estampa un tarro con frutas en la cara de Mae Clarke. Él no tenía miedo a nada. Ni siquiera hoy, creo que un actor se atreviera a tanto.
¿Y usted ha llevado alguna vez tan lejos su interpretación? ¿Cuál sería su tarro de fruta en la cara de una actriz?
Está claro que Cagney y el tipo de cosas que él hacía es para mí una referencia. Aspiro a llegar a su nivel. Algunas veces lo consigues y otras, no. Pero sí, en El fuera de la ley [1976], por ejemplo, Josey Wales, mi personaje, no tiene el menor empacho en disparar a un enemigo por la espalda. Esto podría ser un equivalente. O, en mi primera película, Escalofrío en la noche, pegué a Jessica Walden y la tiré desde el balcón.
¿Qué es el cine para usted? Al fin y al cabo, no ha hecho otra cosa desde los años 60.
Hablar de cine es hablar necesariamente de mi infancia en los años 30. Para mí era un privilegio poder ir a una sala a ver películas. Eran los años de la Depresión. No tenía mucho dinero. De alguna forma, en las películas de entonces aprendí que el cine no podía ser otra cosa que una forma de reflexionar e interpretar la vida. Pienso en las películas de Preston Sturges, como Los viajes de Sullivan, o en la películas basadas en las obras de John Steinbeck, como en Las uvas de la ira. Son documentos de su tiempo. Mi idea del cine nace de ese momento concreto de la historia de mi país, de mi infancia y del cine que se hacía entonces.
Veamos, ¿puede ser una característica común de su último cine que lo que antes hacían los hombres, ahora lo hacen sus mujeres, siempre unos personajes fuertes que luchan hasta el final? Esto ocurre, por ejemplo, tanto en Million dollar baby como en la película que ha presentado en Cannes y que protagoniza Angelina Jolie, The exchange.
No soy partidario de extraer interpretaciones intelectuales de la dirección que ha tomado mi trabajo a lo largo del tiempo. No hay ninguna razón oculta, de verdad. Son simplemente las historias las que van en una dirección u otra. Ésta sí podría ser una característica común: que la historia que cuenta la película sea interesante.
¿Qué hace para mantenerse en forma?
Tengo que estar en forma para contentar a las mujeres que amo [carcajada].
el mundo.es
Recuerda la importancia de Don Siegel y Sergio Leone en su obra
El actor bromea sobre su avanzada edad y debate sobre política en la entrevista
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CANNES (FRANCIA).- "Make my day". Es decir, "Alégrame el día". A escasos centímetros de la cara, una Magnum 44 y detrás, la bestia: el inspector Callahan. El pasado jueves 22 de mayo Cannes asistió a un acontecimiento extraño. En medio de la noche en la que todas las vanidades arden, en la playa más famosa de la Costa Azul, se proyectaba Harry el sucio. La película, ya un clásico, que Don Siegel filmara en 1971 formaba parte del ciclo que el festival ha dedicado a la conmemoración del 85 aniversario de Warner Bros.
A sus casi 78 años recibe a la prensa internacional en el Hotel du Cap. Pongámonos en situación. En la punta extrema del cabo Antibes, a medio camino entre Cannes y Niza, una fila de maseratis y ferraris testarrosa anuncia que hemos llegado. A orillas de un Mediterráneo en el que el alquiler de una cabaña para el baño cuesta, dicen, 600 euros al día, Eastwood nos recibe vestido para un partido de tenis de los de antes (blanco riguroso), una botella de agua sobre la mesa y un apretón de manos digno de Harry Callahan.
Pregunta.- Actor, director, productor, guionista, músico. Menos bailar, ha hecho de todo.
Respuesta.- [Se ríe] Bueno... [en este momento pasa una gaviota y suelta un grito] Mira, otro periodista [la broma le hace gracia y se ríe a conciencia]. Perdón. Bueno, ¿por dónde íbamos? Ah, sí. No. También he bailado. En una película de Vittorio de Sica bailaba un poco con Silvana Mangano [Se refiere a 'Le Streghe' (Las brujas), una cinta en episodios de 1967 en la que él, con la actriz de Arroz amargo, daba un par de pasos en el capítulo titulado 'Una sera como le altre']. Pero, en puridad, se puede decir que no, no sé bailar. O por lo menos, no sé hacerlo como lo hacía James Cagney.
Al que, por cierto, en el documental que conmemora el aniversario de la Warner, You must remember this (Tiene que recordar esto), reconoce su sentida admiración. ¿Qué tienen en común James Cagney y Clint Eastwood?
Siempre he admirado a actores que no tienen miedo. Él hizo cosas que ninguna estrella se habría permitido para no perjudicar su carrera. Y no sólo hablo de escenas peligrosas. Por ejemplo, en The public enemy [William A. Wellman, 1931] está la famosa escena en la que estampa un tarro con frutas en la cara de Mae Clarke. Él no tenía miedo a nada. Ni siquiera hoy, creo que un actor se atreviera a tanto.
¿Y usted ha llevado alguna vez tan lejos su interpretación? ¿Cuál sería su tarro de fruta en la cara de una actriz?
Está claro que Cagney y el tipo de cosas que él hacía es para mí una referencia. Aspiro a llegar a su nivel. Algunas veces lo consigues y otras, no. Pero sí, en El fuera de la ley [1976], por ejemplo, Josey Wales, mi personaje, no tiene el menor empacho en disparar a un enemigo por la espalda. Esto podría ser un equivalente. O, en mi primera película, Escalofrío en la noche, pegué a Jessica Walden y la tiré desde el balcón.
¿Qué es el cine para usted? Al fin y al cabo, no ha hecho otra cosa desde los años 60.
Hablar de cine es hablar necesariamente de mi infancia en los años 30. Para mí era un privilegio poder ir a una sala a ver películas. Eran los años de la Depresión. No tenía mucho dinero. De alguna forma, en las películas de entonces aprendí que el cine no podía ser otra cosa que una forma de reflexionar e interpretar la vida. Pienso en las películas de Preston Sturges, como Los viajes de Sullivan, o en la películas basadas en las obras de John Steinbeck, como en Las uvas de la ira. Son documentos de su tiempo. Mi idea del cine nace de ese momento concreto de la historia de mi país, de mi infancia y del cine que se hacía entonces.
Veamos, ¿puede ser una característica común de su último cine que lo que antes hacían los hombres, ahora lo hacen sus mujeres, siempre unos personajes fuertes que luchan hasta el final? Esto ocurre, por ejemplo, tanto en Million dollar baby como en la película que ha presentado en Cannes y que protagoniza Angelina Jolie, The exchange.
No soy partidario de extraer interpretaciones intelectuales de la dirección que ha tomado mi trabajo a lo largo del tiempo. No hay ninguna razón oculta, de verdad. Son simplemente las historias las que van en una dirección u otra. Ésta sí podría ser una característica común: que la historia que cuenta la película sea interesante.
¿Qué hace para mantenerse en forma?
Tengo que estar en forma para contentar a las mujeres que amo [carcajada].
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