¿Será cierto que sobre la edad de los sesenta, año arriba año abajo, aparece el síndrome de la vejez?
Te encolerizas por cualquier cosa. Acontecimientos a los que antes no dabas importancia son motivo de un enfado monumental. Ibas a la peluquería, tenías que esperar y no te importaba. Ahora veinte minutos fuera de la hora acordada se convierten en un drama social. Palabrotas y dichos malsonantes e hirientes que antes jamás habrían salido de tu boca, van contra cualquier persona que ha tenido la mala suerte de equivocarse en tu presencia.
Es como si toda tu vida hubieras estado atado, guardando todos los convencionalismos y de repente vas soltando toda esa rabia contenida que tenías almacenada. Y la arrojas contra cualquiera que se ponga en tu camino, aunque no tenga la más mínima culpa de lo que le acusas.
Sí que es verdad que al jubilarte y no tener ninguna responsabilidad laboral no tienes que callar ciertas cosas, ni pensar que tus palabras puedan repercutir en tu profesión. Eres más libre para decir lo que piensas; pero también están los demás a los que se debe respeto y comprensión en su conducta.
Y sobre todo pensar en ti mismo. Tu salud se resiente. A tu corazón y a tu estómago no les hacen ningún bien la cólera y la ira que vas almacenando. Y a tus relaciones con los demás, que se pueden deteriorar de tal manera que nadie quiera tener al lado a un viejo cascarrabias que se enfada por todo.
Debemos adoptar ante la vida una actitud positiva. Y muchas veces dar gracias por nuestra situación actual. Sólo hace falta mirar a nuestro alrededor y ver cómo de deterioradas están muchas personas que conocemos.
Fuente: El correo Digital
Te encolerizas por cualquier cosa. Acontecimientos a los que antes no dabas importancia son motivo de un enfado monumental. Ibas a la peluquería, tenías que esperar y no te importaba. Ahora veinte minutos fuera de la hora acordada se convierten en un drama social. Palabrotas y dichos malsonantes e hirientes que antes jamás habrían salido de tu boca, van contra cualquier persona que ha tenido la mala suerte de equivocarse en tu presencia.
Es como si toda tu vida hubieras estado atado, guardando todos los convencionalismos y de repente vas soltando toda esa rabia contenida que tenías almacenada. Y la arrojas contra cualquiera que se ponga en tu camino, aunque no tenga la más mínima culpa de lo que le acusas.
Sí que es verdad que al jubilarte y no tener ninguna responsabilidad laboral no tienes que callar ciertas cosas, ni pensar que tus palabras puedan repercutir en tu profesión. Eres más libre para decir lo que piensas; pero también están los demás a los que se debe respeto y comprensión en su conducta.
Y sobre todo pensar en ti mismo. Tu salud se resiente. A tu corazón y a tu estómago no les hacen ningún bien la cólera y la ira que vas almacenando. Y a tus relaciones con los demás, que se pueden deteriorar de tal manera que nadie quiera tener al lado a un viejo cascarrabias que se enfada por todo.
Debemos adoptar ante la vida una actitud positiva. Y muchas veces dar gracias por nuestra situación actual. Sólo hace falta mirar a nuestro alrededor y ver cómo de deterioradas están muchas personas que conocemos.
Fuente: El correo Digital
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