Publicado en:El Nuevo Herald - 28 Diciembre 2007
Andres AmerikanerA fines de 1980, la vida de Dolly Griffin cambió, para mejorar.Es cierto que sufrió un infarto y que se rompió el brazo izquierdo. Estuvo confinada a una silla de ruedas y tuvo que renunciar al baile, la pasión de su vida.
Pero durante los 20 meses de su trabajosa recuperación en el Centro de Atención a Largo Plazo del Hospital Jackson Memorial, Dolly encontró una familia.
Al otro día de ser dada de alta, Dolly Griffin --que ahora tiene 97 años-- regresó al hospital como voluntaria, confortando a pacientes de todas las edades.
Lo ha seguido haciendo desde hace 24 años.''Seguí y seguí y seguí'', dijo. ``Y no hubiera cambiado nada porque aquí encontré felicidad''.
Griffin, que tiene cinco pies de estatura, ojos intensamente azules y un pelo blanco y rizado, vive sola en un centro asistencial cerca del Jackson. No tiene hermanos, hijos ni nietos. Pero llena su tiempo con el programa Senior Companion del condado, trabajando cinco horas diarias, cinco días a la semana, vendiendo flores, muñecas y caramelos en una pequeña oficina conocida como la Tienda de Regalos de Dolly.
Visita a los pacientes que no pueden moverse, los que pueden moverse la visitan a ella.''Dependen de ella'', dijo Kimberly Green, de 37 años, una terapeuta recreacional en la instalación. ``La esperan en la puerta''.
Ver información completa, aquí
Andres AmerikanerA fines de 1980, la vida de Dolly Griffin cambió, para mejorar.Es cierto que sufrió un infarto y que se rompió el brazo izquierdo. Estuvo confinada a una silla de ruedas y tuvo que renunciar al baile, la pasión de su vida.
Pero durante los 20 meses de su trabajosa recuperación en el Centro de Atención a Largo Plazo del Hospital Jackson Memorial, Dolly encontró una familia.
Al otro día de ser dada de alta, Dolly Griffin --que ahora tiene 97 años-- regresó al hospital como voluntaria, confortando a pacientes de todas las edades.
Lo ha seguido haciendo desde hace 24 años.''Seguí y seguí y seguí'', dijo. ``Y no hubiera cambiado nada porque aquí encontré felicidad''.
Griffin, que tiene cinco pies de estatura, ojos intensamente azules y un pelo blanco y rizado, vive sola en un centro asistencial cerca del Jackson. No tiene hermanos, hijos ni nietos. Pero llena su tiempo con el programa Senior Companion del condado, trabajando cinco horas diarias, cinco días a la semana, vendiendo flores, muñecas y caramelos en una pequeña oficina conocida como la Tienda de Regalos de Dolly.
Visita a los pacientes que no pueden moverse, los que pueden moverse la visitan a ella.''Dependen de ella'', dijo Kimberly Green, de 37 años, una terapeuta recreacional en la instalación. ``La esperan en la puerta''.
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