Muchas frases, pensamientos y refranes sobre la vejez han quedado en la historia. Algunas de ellas son: “Los jóvenes van por grupos, los adultos por parejas y los viejos van solos”, “Con la edad he aprendido a escuchar en vez de acusar”, “Se es viejo cuando se tiene más alegría por el pasado que por el futuro”, “Teme a la vejez porque nunca viene sola”, “La vejez no es triste porque cesan nuestras alegrías, sino porque acaban nuestras esperanzas”.
Más allá de las verdades que encierran estos pensamientos (se puede citar también aquella canción de Charly García: “una vejez sin temores y una vida reposada, ventanas muy agitadas y una cama tan inmóvil... Y el fantasma tuyo, sobre todo, cuando ya me empiece a quedar solo”), en los países desarrollados, los adultos mayores que conforman la tercera y la cuarta edad gozan de grandes beneficios económicos y sociales, que van desde haberes dignos y descuentos en transportes terrestres y aéreos hasta cobertura de salud gratuita o con costos mínimos.
Tucumán está aún muy lejos, por cierto, de brindarles un trato digno a sus adultos mayores. Con frecuencia deben hacer numerosas colas para percibir sus haberes, viven una aventura desdichada cada vez que solicitan un turno para un médico especialista (este puede hacerse efectivo en los próximos 40 días) y la ciudad, pese a sus normas antiguas, sigue poniéndoles barreras arquitectónicas.
En su edición del domingo, LA GACETA le dedicó una amplia cobertura al maltrato que sufren nuestros adultos: colectivos con escalones altos, choferes que no esperan a que desciendan, carteles con letras pequeñas, cajeros automáticos complicados, pocos hospitales con infraestructura adecuada para atenderlos, veredas rotas, accesos dificultosos a los edificios, golpes, empujones y engaños.
Las personas consultadas se quejaron de la falta de respeto hacia ellas en el trato que reciben en algunos negocios o en los servicios de transporte público, o por la desconsideración de los automovilistas cuando cruzan las calles o las avenidas.
Una buena parte de nuestros mayores padece a menudo lesiones a causa de las veredas en mal estado. Desde 1993 está en vigencia la ordenanza 2.073, la cual establece que el mantenimiento de las veredas de la ciudad es responsabilidad de los vecinos. La norma señala que las autoridades municipales o las empresas de servicios deben arreglarlas sólo cuando rompan la superficie del suelo para una obra pública o la instalación de un servicio. Hace cuatro años (en marzo de 2004), la Dirección de Catastro de la Municipalidad inició un relevamiento sobre el estado de las veredas en el casco viejo de la ciudad y registró alrededor de 270 aceras dañadas en 90 manzanas. El titular de la repartición dijo que, mediante intimaciones, se logró que unas 100 veredas fueran reparadas.
En el sondeo que efectuó LA GACETA, hubo vecinos que manifestaron ignorar que a ellos les correspondía hacerse cargo del arreglo de su acera. Sería necesario entonces informar debidamente a la ciudadanía acerca de la vigencia de la ordenanza 2.073 y de sus alcances o que la Municipalidad arregle la vereda y luego le cobre al vecino la reparación, como, por ejemplo, sucede en Mendoza.
En la antigüedad, los ancianos ocupaban un lugar central en la sociedad, como ocurría entre los antiguos griegos, que les confirieron a los ancianos un papel muy importante en el gobierno. Llegar a la vejez en la Argentina, salvo que se tenga una jubilación de privilegio, sigue siendo para miles de personas una suerte de desdicha. Por el trato a los niños y a los ancianos se conoce a una sociedad.
Fuente: la Gaceta de Tucuman
Más allá de las verdades que encierran estos pensamientos (se puede citar también aquella canción de Charly García: “una vejez sin temores y una vida reposada, ventanas muy agitadas y una cama tan inmóvil... Y el fantasma tuyo, sobre todo, cuando ya me empiece a quedar solo”), en los países desarrollados, los adultos mayores que conforman la tercera y la cuarta edad gozan de grandes beneficios económicos y sociales, que van desde haberes dignos y descuentos en transportes terrestres y aéreos hasta cobertura de salud gratuita o con costos mínimos.
Tucumán está aún muy lejos, por cierto, de brindarles un trato digno a sus adultos mayores. Con frecuencia deben hacer numerosas colas para percibir sus haberes, viven una aventura desdichada cada vez que solicitan un turno para un médico especialista (este puede hacerse efectivo en los próximos 40 días) y la ciudad, pese a sus normas antiguas, sigue poniéndoles barreras arquitectónicas.
En su edición del domingo, LA GACETA le dedicó una amplia cobertura al maltrato que sufren nuestros adultos: colectivos con escalones altos, choferes que no esperan a que desciendan, carteles con letras pequeñas, cajeros automáticos complicados, pocos hospitales con infraestructura adecuada para atenderlos, veredas rotas, accesos dificultosos a los edificios, golpes, empujones y engaños.
Las personas consultadas se quejaron de la falta de respeto hacia ellas en el trato que reciben en algunos negocios o en los servicios de transporte público, o por la desconsideración de los automovilistas cuando cruzan las calles o las avenidas.
Una buena parte de nuestros mayores padece a menudo lesiones a causa de las veredas en mal estado. Desde 1993 está en vigencia la ordenanza 2.073, la cual establece que el mantenimiento de las veredas de la ciudad es responsabilidad de los vecinos. La norma señala que las autoridades municipales o las empresas de servicios deben arreglarlas sólo cuando rompan la superficie del suelo para una obra pública o la instalación de un servicio. Hace cuatro años (en marzo de 2004), la Dirección de Catastro de la Municipalidad inició un relevamiento sobre el estado de las veredas en el casco viejo de la ciudad y registró alrededor de 270 aceras dañadas en 90 manzanas. El titular de la repartición dijo que, mediante intimaciones, se logró que unas 100 veredas fueran reparadas.
En el sondeo que efectuó LA GACETA, hubo vecinos que manifestaron ignorar que a ellos les correspondía hacerse cargo del arreglo de su acera. Sería necesario entonces informar debidamente a la ciudadanía acerca de la vigencia de la ordenanza 2.073 y de sus alcances o que la Municipalidad arregle la vereda y luego le cobre al vecino la reparación, como, por ejemplo, sucede en Mendoza.
En la antigüedad, los ancianos ocupaban un lugar central en la sociedad, como ocurría entre los antiguos griegos, que les confirieron a los ancianos un papel muy importante en el gobierno. Llegar a la vejez en la Argentina, salvo que se tenga una jubilación de privilegio, sigue siendo para miles de personas una suerte de desdicha. Por el trato a los niños y a los ancianos se conoce a una sociedad.
Fuente: la Gaceta de Tucuman
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