La reforma previsional finalmente se aprobó y a partir de julio entrará en régimen. Se ha dicho suficiente sobre sus beneficios para las mujeres. Pero la razón de ser del sistema, la protección a la vejez, sólo logrará su objetivo si entendemos que tenemos que cambiar nuestra cultura en relación a la tercera edad.
La reforma concede mayor protección a las personas de edad más necesitadas. A partir de julio se entregará a todos los chilenos que pertenecen al 40% más pobre de la población una pensión básica solidaria equivalente a $60.000, suma que se incrementará a $75.000 en julio de 2009. La cobertura de este beneficio se extenderá anualmente hasta llegar al 60% de la población el año 2012. Cabe recordar que la Fundación para la Superación de la Pobreza estima que el 6% de los chilenos son adultos mayores en situación de pobreza. La pensión solidaria mejorará la calidad de vida de este sector de la población; este hecho ya es motivo suficiente para que la sociedad entera celebre esta reforma.
Pero, no basta la previsión para proteger a la vejez. Queda pendiente una tarea aún mayor.
El gran interrogante que plantea la preocupación por proteger a los adultos mayores es si sólo contar con un ingreso soluciona sus problemas. Podría estimarse que ésta es una pregunta tonta si nuestra cultura fuera otra. Uno de cada tres adultos mayores recibe maltrato físico y todo dice que los agredidos psicológicamente son más numerosos, según un estudio reciente realizado a personas que acuden a los servicios de salud. En nuestra sociedad se maltrata a los ancianos y si son pobres, peor; se discrimina por edad y situación económica y esta actitud la sufre el adulto mayor en todos los ámbitos en que se desenvuelve.
Si esta situación se proyecta al extremo, nuestra sociedad muestra una cara muy fea, que esquivamos. No hay duda que disponer de dinero, aun cuando sea insuficiente para solventar todos los gastos que genera esa etapa de la vida, supone que la persona adquiere una mayor dignidad. Mi inquietud es si esos mayores recursos, muy bienvenidos por cierto, cambiarán la mirada de las personas que rodean a esos adultos y generarán un mayor respeto hacia quien los recibe. Mi duda es tal que va más lejos y hasta me pregunto si ese dinero se gastará en sus necesidades. No sería de extrañar que quienes los ayudan simplemente se los quiten, so pretexto de los cuidados que les brindan. Nuestra sociedad está tan marcada por una avidez al dinero, incluso en los adolescentes, que no podemos pensar que con abordar la previsión hemos despachado el tema de la protección a la vejez. Tan sólo hemos afrontado una de sus dimensiones.
Con esta inquietud abro la página web del Servicio Nacional para el Adulto Mayor y no veo ninguna iniciativa que favorezca el respeto y la valoración de los ancianos. Este Servicio es nuevo, seguramente cuenta con muy pocos recursos, pero sin desestimar las labores que realiza, esta tarea me parece que debiera ser un eje central de su actividad. Y, esto no es suficiente, no se trata de traspasar a otros esta responsabilidad y lavarse las manos, ninguno de nosotros se puede quedar tranquilo.
Pero, no basta la previsión para proteger a la vejez. Queda pendiente una tarea aún mayor.
El gran interrogante que plantea la preocupación por proteger a los adultos mayores es si sólo contar con un ingreso soluciona sus problemas. Podría estimarse que ésta es una pregunta tonta si nuestra cultura fuera otra. Uno de cada tres adultos mayores recibe maltrato físico y todo dice que los agredidos psicológicamente son más numerosos, según un estudio reciente realizado a personas que acuden a los servicios de salud. En nuestra sociedad se maltrata a los ancianos y si son pobres, peor; se discrimina por edad y situación económica y esta actitud la sufre el adulto mayor en todos los ámbitos en que se desenvuelve.
Si esta situación se proyecta al extremo, nuestra sociedad muestra una cara muy fea, que esquivamos. No hay duda que disponer de dinero, aun cuando sea insuficiente para solventar todos los gastos que genera esa etapa de la vida, supone que la persona adquiere una mayor dignidad. Mi inquietud es si esos mayores recursos, muy bienvenidos por cierto, cambiarán la mirada de las personas que rodean a esos adultos y generarán un mayor respeto hacia quien los recibe. Mi duda es tal que va más lejos y hasta me pregunto si ese dinero se gastará en sus necesidades. No sería de extrañar que quienes los ayudan simplemente se los quiten, so pretexto de los cuidados que les brindan. Nuestra sociedad está tan marcada por una avidez al dinero, incluso en los adolescentes, que no podemos pensar que con abordar la previsión hemos despachado el tema de la protección a la vejez. Tan sólo hemos afrontado una de sus dimensiones.
Con esta inquietud abro la página web del Servicio Nacional para el Adulto Mayor y no veo ninguna iniciativa que favorezca el respeto y la valoración de los ancianos. Este Servicio es nuevo, seguramente cuenta con muy pocos recursos, pero sin desestimar las labores que realiza, esta tarea me parece que debiera ser un eje central de su actividad. Y, esto no es suficiente, no se trata de traspasar a otros esta responsabilidad y lavarse las manos, ninguno de nosotros se puede quedar tranquilo.
Fuente: La Segunda
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