Los estudios confirman que, salvo cuando existen dolencias fisiológicas, pertenecer al grupo de población de la tercera edad no excluye el aprendizaje y la adquisición de nuevas habilidades
Los seres unicelulares son, para todo efecto práctico, inmortales. Una ameba o un alga unicelular se reproducen subdividiéndose, y ambas células resultantes son igualmente jóvenes y capaces de realizar todas sus funciones vitales, incluida la de volver a reproducirse.
Para estos seres, la muerte puede sobrevenir por un desastre de su entorno (como la falta de humedad), partículas venenosas, ataque de depredadores y otras formas, pero no por el envejecimiento.
Sin embargo, en un momento dado de la evolución, apareció el envejecimiento, la degradación por la edad. ¿Por qué envejecemos? Esta pregunta es todo un enigma al que se dedican los esfuerzos de numerosos científicos, porque en su respuesta puede estar el comienzo de otra mucho más importante, la respuesta a cómo podemos evitar, impedir, revertir o, al menos, ralentizar el envejecimiento.
Y es que la aparición de la medicina con bases científicas ha provocado un bienvenido aumento en la expectativa de vida.
En todo el mundo, la duración media de la vida humana a principios del siglo XX era de unos 35 años, y hoy la media mundial es de 67 años, con expectativas cercanas a los 80 en las naciones con mejor acceso a la sanidad, mejor nutrición, drenaje y agua limpia.
Esto plantea serios problemas de atención médica a problemas propios de la edad y la necesidad de que esa vejez prolongada tenga una adecuada calidad de vida, de modo que sea un disfrute para el individuo y no una carga para su familia y la sociedad, máxime cuando las previsiones de la división de población de la ONU indican que para el año 2050 la población humana será de más de nueve mil millones de personas, de las cuales una cuarta parte tendrá más de 60 años, es decir, un incremento de los 673 millones de personas mayores de la actualidad a más de dos mil millones.
Existen dos hipótesis sobre el envejecimiento que están siendo exploradas por la ciencia. Según una de ellas, el envejecimiento es la acumulación de daños a nivel de células y a nivel de tejidos. Según la otra, el está genéticamente programado como un 'suicidio' natural para despejar el camino a las nuevas generaciones una vez que el individuo se ha reproducido exitosamente.
Existen evidencias que parecen apoyar ambas hipótesis, y sólo más estudios lograrán determinar cuál es la verdad. Entretanto, la lucha de la ciencia en el terreno práctico se orienta más hacia los síntomas y efectos del envejecimiento, tanto desde el punto de vista cosmético como del médico.
Cosméticos
Los expertos en el estudio del envejecimiento advierten sin embargo que ningún producto 'antiedad' tiene bases científicas para sus afirmaciones y que sus efectos reales son nulos, y en ocasiones incluso perjudiciales.
En resumen, que la industria cosmética no sabe lo que aún no sabe la ciencia. Y la ciencia hoy sólo sabe manejar los procesos y manifestaciones del envejecimiento, pero no el envejecimiento mismo. Las afirmaciones de que es posible ralentizar, detener o revertir el envejecimiento (muchas veces parte de diversas seudomedicinas o supuestos 'tratamientos alternativos') se han hecho durante miles de años, y hoy son tan falsas como lo eran en el pasado.
Los grandes promotores de propuestas 'alternativas' envejecen al mismo ritmo que el resto de la población, y algunas recomendaciones sin bases científicas, como el consumo excesivo de beta caroteno, melatonina y otras sustancias o pócimas, pueden tener efectos adversos importantes.
Muchas de las promesas antienvejecimiento promueven algunos mitos y preconcepciones sobre la edad. Por ejemplo, la idea de que con la edad se pierde inevitablemente la capacidad de aprendizaje.
Los estudios demuestran que, salvo en los casos en los que existe un problema fisiológico, la llamada tercera edad no tiene por qué excluir el aprendizaje de habilidades nuevas, tanto físicas como mentales.
De hecho, con la excepción de quienes padecen el mal de Alzheimer, las probabilidades de sufrir una enfermedad mental grave disminuyen con la edad en vez de aumentar.
Si bien la edad aumenta ciertas formas de demencia o falta de memoria, esto ocurre únicamente en menos del 50% de las personas mayores. Y es que existe otra tendencia, también sin bases, a considerar que todas las personas mayores o ancianos son iguales, cuando en realidad son tan distintos como cualquier otro grupo de edad. Igualmente es falso que nuestro oído decaiga junto con la visión al envejecer.
En la mayoría de los casos, los problemas de audición que se hacen evidentes en algunas personas mayores comenzaron mucho antes, frecuentemente debido al entorno de su trabajo. Así, culpar a la edad de la pérdida de audición puede ser injusto, cuando esto tiene sus orígenes, por ejemplo, en la no utilización de la protección auditiva adecuada y necesaria en muchos trabajos. Conforme ha habido mejores protecciones para los trabajadores, menores son los problemas de audición entre la población de mayor edad.
¿Y el sexo?
Finalmente, el mito de que el envejecimiento equivale al fin de nuestra vida sexual ha sido derribado por numerosos estudios. Muchas veces, por el mismo desconocimiento de estos procesos, son las propias personas mayores las que perpetúan muchos mitos refiriéndose a sus problemas como si fueran producto únicamente de cumplir años y no de lo que han hecho o dejado de hacer.
Ello no quiere decir que no se luche con éxito para paliar muchos efectos de la edad. La prevención de algunos efectos como la osteoporosis en las mujeres comienza en la juventud y sus beneficios son notables. Una vida sana, sin excesos, con una alimentación adecuada, algo de ejercicio, un vaso de vino diario si gusta, y atención a las indicaciones del médico son un camino seguro para poder disfrutar de una vejez más sana, más prolongada y más activa junto con los nuevos medicamentos, prótesis y cambios en nuestro estilo de vida que ofrece la medicina especializada en la edad, la geriatría.
Fuente: El Comercio Digital
Los seres unicelulares son, para todo efecto práctico, inmortales. Una ameba o un alga unicelular se reproducen subdividiéndose, y ambas células resultantes son igualmente jóvenes y capaces de realizar todas sus funciones vitales, incluida la de volver a reproducirse.
Para estos seres, la muerte puede sobrevenir por un desastre de su entorno (como la falta de humedad), partículas venenosas, ataque de depredadores y otras formas, pero no por el envejecimiento.
Sin embargo, en un momento dado de la evolución, apareció el envejecimiento, la degradación por la edad. ¿Por qué envejecemos? Esta pregunta es todo un enigma al que se dedican los esfuerzos de numerosos científicos, porque en su respuesta puede estar el comienzo de otra mucho más importante, la respuesta a cómo podemos evitar, impedir, revertir o, al menos, ralentizar el envejecimiento.
Y es que la aparición de la medicina con bases científicas ha provocado un bienvenido aumento en la expectativa de vida.
En todo el mundo, la duración media de la vida humana a principios del siglo XX era de unos 35 años, y hoy la media mundial es de 67 años, con expectativas cercanas a los 80 en las naciones con mejor acceso a la sanidad, mejor nutrición, drenaje y agua limpia.
Esto plantea serios problemas de atención médica a problemas propios de la edad y la necesidad de que esa vejez prolongada tenga una adecuada calidad de vida, de modo que sea un disfrute para el individuo y no una carga para su familia y la sociedad, máxime cuando las previsiones de la división de población de la ONU indican que para el año 2050 la población humana será de más de nueve mil millones de personas, de las cuales una cuarta parte tendrá más de 60 años, es decir, un incremento de los 673 millones de personas mayores de la actualidad a más de dos mil millones.
Existen dos hipótesis sobre el envejecimiento que están siendo exploradas por la ciencia. Según una de ellas, el envejecimiento es la acumulación de daños a nivel de células y a nivel de tejidos. Según la otra, el está genéticamente programado como un 'suicidio' natural para despejar el camino a las nuevas generaciones una vez que el individuo se ha reproducido exitosamente.
Existen evidencias que parecen apoyar ambas hipótesis, y sólo más estudios lograrán determinar cuál es la verdad. Entretanto, la lucha de la ciencia en el terreno práctico se orienta más hacia los síntomas y efectos del envejecimiento, tanto desde el punto de vista cosmético como del médico.
Cosméticos
Los expertos en el estudio del envejecimiento advierten sin embargo que ningún producto 'antiedad' tiene bases científicas para sus afirmaciones y que sus efectos reales son nulos, y en ocasiones incluso perjudiciales.
En resumen, que la industria cosmética no sabe lo que aún no sabe la ciencia. Y la ciencia hoy sólo sabe manejar los procesos y manifestaciones del envejecimiento, pero no el envejecimiento mismo. Las afirmaciones de que es posible ralentizar, detener o revertir el envejecimiento (muchas veces parte de diversas seudomedicinas o supuestos 'tratamientos alternativos') se han hecho durante miles de años, y hoy son tan falsas como lo eran en el pasado.
Los grandes promotores de propuestas 'alternativas' envejecen al mismo ritmo que el resto de la población, y algunas recomendaciones sin bases científicas, como el consumo excesivo de beta caroteno, melatonina y otras sustancias o pócimas, pueden tener efectos adversos importantes.
Muchas de las promesas antienvejecimiento promueven algunos mitos y preconcepciones sobre la edad. Por ejemplo, la idea de que con la edad se pierde inevitablemente la capacidad de aprendizaje.
Los estudios demuestran que, salvo en los casos en los que existe un problema fisiológico, la llamada tercera edad no tiene por qué excluir el aprendizaje de habilidades nuevas, tanto físicas como mentales.
De hecho, con la excepción de quienes padecen el mal de Alzheimer, las probabilidades de sufrir una enfermedad mental grave disminuyen con la edad en vez de aumentar.
Si bien la edad aumenta ciertas formas de demencia o falta de memoria, esto ocurre únicamente en menos del 50% de las personas mayores. Y es que existe otra tendencia, también sin bases, a considerar que todas las personas mayores o ancianos son iguales, cuando en realidad son tan distintos como cualquier otro grupo de edad. Igualmente es falso que nuestro oído decaiga junto con la visión al envejecer.
En la mayoría de los casos, los problemas de audición que se hacen evidentes en algunas personas mayores comenzaron mucho antes, frecuentemente debido al entorno de su trabajo. Así, culpar a la edad de la pérdida de audición puede ser injusto, cuando esto tiene sus orígenes, por ejemplo, en la no utilización de la protección auditiva adecuada y necesaria en muchos trabajos. Conforme ha habido mejores protecciones para los trabajadores, menores son los problemas de audición entre la población de mayor edad.
¿Y el sexo?
Finalmente, el mito de que el envejecimiento equivale al fin de nuestra vida sexual ha sido derribado por numerosos estudios. Muchas veces, por el mismo desconocimiento de estos procesos, son las propias personas mayores las que perpetúan muchos mitos refiriéndose a sus problemas como si fueran producto únicamente de cumplir años y no de lo que han hecho o dejado de hacer.
Ello no quiere decir que no se luche con éxito para paliar muchos efectos de la edad. La prevención de algunos efectos como la osteoporosis en las mujeres comienza en la juventud y sus beneficios son notables. Una vida sana, sin excesos, con una alimentación adecuada, algo de ejercicio, un vaso de vino diario si gusta, y atención a las indicaciones del médico son un camino seguro para poder disfrutar de una vejez más sana, más prolongada y más activa junto con los nuevos medicamentos, prótesis y cambios en nuestro estilo de vida que ofrece la medicina especializada en la edad, la geriatría.
Fuente: El Comercio Digital
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